domingo, 6 de septiembre de 2015

EL HOMBRE Y LA SALUD

Colaboración de Paco Pérez
Siempre estuvo presente la salud en la sociedad y Jesús, en su permanente preocupación por los hombres, hizo cosas en su favor para mejorársela o devolverles la vida. Este conjunto de hechos están presentes en la Biblia y se encuadran en un grupo de acciones prodigiosas que son conocidas como milagros. Para que éstas sean consideradas como tales es necesario que lo sucedido sólo pueda ser realizado mediante una acción que se escape de las posibilidades del hombre y que sólo pueda conseguirse con la intervención de Dios… ¿Podemos afirmar o negar que el autor de los hechos especiales o milagrosos es Dios?

El cristiano se pasa la vida pidiéndole milagros para sus problemas y discutiendo sobre el hecho religioso pero la realidad es otra bien distinta, conocerlos es una obligación y profundizar en la esencia de porqué los hacía el camino. Según los entendidos, para mostrarnos su gran preocupación por la salud, la vida, la dignidad y la felicidad de los hombres.
Como a Él, la realidad que afecta al prójimo es la que nos debe interesar y la que nos debe empujar en nuestro caminar cristiano.
Este mensaje debería modificar radicalmente nuestro “comportamiento religioso” para empezar a “entender” el hecho religioso correctamente y después pasar a “practicar” lo que se nos pide: [No dar la máxima y única importancia al culto religioso, a las ceremonias sagradas, a los rezos, a los templos y a todas sus liturgias porque antes que lo anterior está la vida, la dignidad y la felicidad de las personas.].
Para Dios, lo humano está antes que lo sagrado. Y la razón es clara: [Él no se encarnó ni en “lo sagrado” ni en “lo religioso”, lo hizo en lo “humano”.].
Las curaciones eran una muestra de su preocupación por el prójimo pero se convirtieron para Él en un problema grave, tuvo que soportar un conflicto fuerte con la religión y sus dirigentes… ¿Qué hizo para recibir de sus paisanos tanto mal?
Hacer el bien a los más desgraciados y por esa razón los dirigentes religiosos lo consideraron un escandaloso, un subversivo, un peligro y una amenaza para el sistema.
Estos argumentos fueron los que propiciaron su persecución y posterior muerte.
Las desgracias de la vida ocasionan tristeza, dolor y desolación en quienes sufren los rigores devastadores de los contratiempos que nos azotan pero, a su vez, debemos levantar el ánimo cuando seamos zarandeados y no olvidar jamás que “tener confianza” en Dios es el camino porque su primer preocupación son los últimos de la sociedad, los que más sufren.
Para Él todos somos iguales y nosotros, siguiendo su ejemplo, no debemos dar un trato especial o diferenciado a los hombres que tienen una posición social relevante porque eso iría en detrimento de las clases desfavorecidas. Dar ventajas a quienes ya las tienen, los ricos, es una falta grave contra el prójimo porque actuamos con un trato diferenciador que perjudica a quienes menos tienen, los pobres.
También se nos muestra cómo debemos proceder con quienes no conocen a Dios o no lo aceptan, acercándonos hasta ellos. Jesús viajaba de un lugar a otro en su búsqueda, esa es la enseñanza que nos regaló.

El “sordo” es un reflejo de lo que ocurría con el mensaje de Jesús. Él no podía escuchar sus palabras pero los discípulos no tenían ese problema físico y se comportaban como él y tampoco comprendían su mensaje universal. Con el milagro se nos enseña que debemos liberarnos primero de lo que nos impide recibir y, una vez conseguido, proceder a la práctica con la que mostremos a los demás el camino del Reino. 




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