viernes, 4 de septiembre de 2015

El TRATO Y LAS ESTAFAS DE JOSÉ MANUEL ORTEGA BOLUDA

Colaboración de Paco Pérez

Hace unos días me contó un amigo la historia que le tocó vivir cuando compró una casa para uno de sus hijos.
La familia vendedora era representada por un familiar, Rafael, y con este señor hizo el trato. Una vez acordado el precio, se escribieron los acuerdos en un documento privado y lo firmaron ambas partes.

Cuando el notario tuvo preparadas las escrituras de compraventa convocó a las partes intervinientes y en el despacho de José Manuel Ortega Boluda, el gestor, procedió a la lectura de las escrituras de compra-venta para el cambio de propietario. Seguidamente tomó de nuevo la palabra y les dijo:
- En el contrato que ustedes firmaron en su día, de común acuerdo, se alteraron las estipulaciones oficiales que hay establecidas por ley para estos actos notariales y en él acordaron hacer constar que los gastos de notaría y de impuestos se pagarían por las partes al 50% y no en los porcentajes que establece la ley… ¿Están de acuerdo en que se haga así?
Rafael, como familiar que hizo el trato en representación de la parte vendedora, levantó la mano para hablar. Al hacerlo les mostró su incultura y, a su vez, la gran honradez que atesoraba en estas palabras:
- Señor notario, a mí me gusta cumplir con las personas cuando acuerdo algo  y, la verdad, con este muchacho yo acordé que pagaríamos a partes iguales y no al 50%, por eso no estoy conforme con lo que usted ha dicho, quiero que a cada uno se le dé lo suyo.
El notario, después de escucharlo, le contestó de manera muy acertada:
- De acuerdo, Rafael, se hará como usted dice.
Todos supieron contener la risa y se procedió a la firma de los documentos.
Cuando se marchó el notario las partes intervinientes permanecieron en la oficina y pagaron al gestor el importe total del trabajo de la notaría y lo que generaría después el pago de los impuestos oficiales ante Hacienda y el Registro de la Propiedad.
Unos meses después el notario mandó a los interesados unas cartas para el cobro de sus honorarios. Nadie esperaba esta novedad porque todo quedó liquidado, fue una sorpresa para todos y por ella se descubrió que el gestor había cobrado a las partes pero no había pagado a la notaría y que tampoco había pasado por los organismos oficiales para liquidar la legalización de las escrituras.
Así fue como un acto notarial con final gracioso se convirtió, un tiempo después, en un atraco al bolsillo con la cara descubierta y por un procedimiento demasiado torpe.
El hijo de mi amigo se personó entonces en la oficina del gestor para aclarar el comunicado recibido y éste le negó el robo. Ante su negativa le anunció que inmediatamente se iba a Jaén para aclarar con el notario el tema, de inmediato abandonó la oficina y marchó a Jaén.
Cuando viajaba recibió una llamada del gestor y no se la cogió, se personó en la notaría y allí le comentaron las travesuras que había hecho con el notario y con los demás propietarios de los otros actos notariales que se firmaron en su oficina aquella tarde, se quedó con el dinero cobrado a todos.
Cuando el hijo regresó al pueblo se personó ante José Manuel, le comunicó lo que le habían informado en la notaría y le dijo:
- Tienes cuarenta y ocho horas para devolverme lo que me has robado y espero que no me falles.
Mi amigo conocía muy bien a su hijo y, para evitar que ocurriera una desgracia en la oficina si no le tenía preparado el dinero, pidió permiso en el trabajo, lo esperó en la puerta de la gestoría y estuvo acompañándolo en el encuentro. Tuvieron suerte y no hubo problemas porque le tenía preparado el dinero.
Mi amigo, a pesar de lo que le hizo a su hijo, siguió confiando en José Manuel y no le retiró su amistad. Él, antes de que su hijo le destapara el engaño, le había encargado también el pago del impuesto de Hacienda y el Registro. Al destaparse el asunto de su hijo sospechó que las largas que le daba a la resolución de su encargo era porque lo había estafado también, su encargo era similar pero de bastante más envergadura económica.
Los artistas del engaño hacen auténticas maravillas para alcanzar sus objetivos… ¡¡¡Logró sacar las escrituras del Registro, con los sellos pertinentes y  sin pagar previamente los impuestos de Hacienda!!! ¿Es una genialidad o que alguien le ayudó desde dentro a cambio de una mancha?
Cuando mi amigo vio las escrituras que le entregó sospechó que había irregularidades porque faltaban documentos, se lo comunicó, él lo negó y alegó que ya no daban esos documentos. Él siguió recelando y le dio un plazo de tiempo para solucionar las anomalías pero no recibió nada más que largas. Cansado de esperar, una mañana se subió a Jaén muy temprano, se presentó en Hacienda con las escrituras y allí le ayudaron a destapar la nueva mentira de José Manuel. Aconsejado por el funcionario pagó de inmediato en Hacienda el impuesto de nuevo y, con la documentación en regla se fue hasta el “Registro de la Propiedad”. En ventanilla comunicó al funcionario que necesitaba hablar con el Registrador por un tema muy personal, lo pasó a su despacho y, una vez en su presencia, le comentó la razón de su visita… ¡¡¡Que él descubriera quién estaba colaborando con el chorizo de José Manuel en el Registro!!!
Nunca supo mi amigo cómo logró su objetivo. Parece ser que el Registrador no daba crédito a las pruebas documentales que tenía delante y se puso nerviosísimo, comprometiéndose con el estafado a resolverle su problema de inmediato, lo que cumplió en cuarenta y ocho horas.
Mi amigo volvió de Jaén con todo resuelto, por la tarde fue en su búsqueda a la oficina y el buen ladrón retomó, con su cinismo habitual y la cara más dura que el cemento, el viejo camino de las mentiras. Él no le dijo qué había solucionado en Jaén aquella mañana, pero el gestor sí involucró a su esposa Eva en la mentira. Como vio que aquello no tenía fin pues le propuso ir a su casa para comprobar si Eva había ido o no para llevarle los documentos. Ese fue el golpe final porque una vez en casa preguntó a los familiares si ella había estado allí para dejarle los documentos que él afirmaba haber llevado. Los familiares negaron que Eva hubiera estado allí y entonces ya le enseñó mi amigo los documentos de los pagos realizados aquella mañana ante los organismos pertinentes, ante la evidencia se vino abajo y rompió en lágrimas de cocodrilo.
Mi amigo lo pasó peor que él porque fue como un padre para José Manuel desde que vino al pueblo pues cuando necesitaba tomar decisiones lo llamaba, le exponía el caso y le daba su opinión.
En aquellas fechas también estaba gestionando a la familia de mi amigo la declaración de herederos que debían hacer por la muerte de un familiar pero lo sucedido lo llevó ya a no fiarse de él, le retiró la documentación y la llevó a otra gestoría. A pesar de ello, como había trabajado en el tema un tiempo, mi amigo fue honrado y le pidió que le ajustara el importe de su trabajo y le presentara su minuta.
José Manuel le dijo que no le cobraría, pero él le contestó:
- Todos no somos iguales. Por eso te reconozco que has hecho un trabajo, opino que quien trabaja debe cobrar un salario digno, ahora tú le fijas un precio justo al tuyo y éste te será descontado de tu trampa.
Poco a poco le fue devolviendo cantidades sueltas y como se marchó del pueblo sin anunciarlo en la prensa pues la trampa no se liquidó en su totalidad y le dejó a deber algo más de cien euros.
Su acción le ocasionó a mi amigo, después, un daño colateral inesperado. La gestoría que buscó después no supo hacer de manera correcta la liquidación, Hacienda los sancionó por ello y tuvieron que pagar el diferencial del impuesto con un recargo, ajustado con un porcentaje elevadísimo debido a la demora.
¿Qué vecino de Villargordo no fue estafado por este gestor?
Lo que una tarde comenzó con risas contenidas se convirtió para la misma familia, un tiempo después, en un disgusto tremendo por la estafa recibida, por las consecuencias posteriores y por el desengaño sufrido al comprobar que, cuando de dinero se trata, la amistad no cuenta para el que camina con el saldo de la honradez a CERO o en números rojos.


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