jueves, 21 de enero de 2016

LOS GALARDONES DEL 2015

Colaboración de Paco Pérez

Los hombres somos muy aficionados a etiquetar a los demás cuando éstos toman decisiones sobre cualquier tema, tanto si nos afecta como si no.
Si nuestra profesión es el “comercio” tenemos una responsabilidad como tenderos y por ella tenemos la obligación de ponerle etiquetas con los precios a nuestros productos y los clientes, después, usarán su libertad para entrar o no a nuestra tienda al verlos. Quienes decidan visitarnos, después de hacerlo, podrán optar por salir cargados de bolsas, con las manos en los bolsillos y silbando o protestando al maestro armero porque consideraron al verlos que los artículos eran muy caros, acción totalmente innecesaria e inútil.

Con los “Galardones del buen vecino” siempre ocurre igual, quienes dirigen nuestros destinos locales eligen a los nominados entre las propuestas que reciben de otros. El día de la gala se  reparte en el lugar del acto unos dípticos con los nombres de los homenajeados y el vecindario asistente se suele comportar ejerciendo una leve crítica, los menos, hacia la elección realizada. Actúan así porque entienden que algunos no se lo merecen, son los inconformistas de siempre. Otros no asisten, la mayoría, y se quedan en casa porque pasan de estas cosas.
¿Cuándo se critican las decisiones que toman otros se hacen con objetividad o de manera subjetiva y empujados por intereses personales?
La realidad de la vida es que lo complicamos todo y no pensamos que ésta es muy sencilla si aceptamos que alguien tiene que tomar las decisiones por los demás y que los que no tenemos esa responsabilidad lo que debemos hacer es practicar la sana costumbre de colaborar más con ellos y no criticarlos tanto.
No debemos confundir CRITICAR con OPINAR porque quienes critican no pretenden edificar sino ejercer la fea costumbre pueblerina de hacer daño a otros. Opinar sobre las decisiones que otros toman por nosotros con “espíritu crítico” es bueno si lo hacemos siempre de manera constructiva, en este caso es positivo, pero es malo cuando criticamos porque consideramos que nos perjudicaron, entonces es poco objetiva y muy lamentable nuestra actitud.
La incultura que se nos está vendiendo en los medios está acabando con los principios tradicionales recibidos de nuestros mayores, éstos infundían seriedad a las personas y los empujaban a respetar las normas más elementales de la convivencia. Hoy, hemos asimilado con naturalidad que todo es relativo y por ese fenómeno miramos un mismo tema de diferentes formas, de ahí se deriva que el abanico de respuestas sea variado y frívolo. Esta sociedad no dirige nuestros intereses y sólo ha aprendido a protestar ante todo, a tener derecho a todo y a considerar que no tienen obligaciones con los demás.
Para comprender mejor el mensaje aconsejo a quienes ejercen de criticones con las personas que nos gobiernan que tomen responsabilidades serías en la sociedad, que se pongan el mono de trabajo y que, en vez de hablar tanto de los otros, lo hagan ellos y  de manera altruista.
Retornando a los ejemplos del comienzo opino que ante la decisión de un comerciante no se pueden lanzar críticas porque él se juega su dinero y los demás sólo podemos ejercer el derecho de “ver su oferta y no comprarla”. Con los dirigentes políticos honrados de la cosa pública hay que ser justos porque ellos, con las decisiones, se juegan su prestigio y éste, si fallan, lo pierden y ese es su capital más preciado. Por ello hay que respetarlos y no acosarlos con opiniones que, en la mayoría de los casos, están cargadas de ignorancia.
El escribir estos argumentos iniciales está motivado en las críticas que he escuchado, muy pocas, sobre algunas nominaciones.
La documentación que tengo sobre los galardonados está circunscrita a lo escuchado de quienes intervinieron en el acto esa noche, no más, y como el soporte fotográfico de que dispongo sobre ellos es nulo pues me voy a limitar a mostrarles lo que sí tengo con precisión de detalles. Como Antonio López Cañas es nuestro tío pues de él sí tengo el TEXTO y las fotos que remitió a los responsables del evento, a petición de ellos, y a ese dossier me voy a limitar para no incurrir en errores o deficiencias.
Cuando tienes 84 años crecidos y tu vida la has pasado en su mayor parte entre la familia y el trabajo, no puedes evitar la sorpresa que un día te llevas cuando abres el buzón de Correos y te encuentras que han depositado en él una carta del Excmo. Ayuntamiento de Villatorres y entonces, antes de abrirla, te preguntas… ¿Qué impuesto tendré pendiente de pago? La abrí y el temor se esfumó cuando comprobé que era una carta en la que se me comunicaba el acuerdo por el que había sido propuesto como “buen vecino” del municipio. Acepté el “GALARDÓN” concedido y por ese gesto quiero agradecer a la Corporación Municipal que se hayan acordado de mí. También quiero decir que estoy encantado de estar esta noche aquí, junto a estos otros paisanos y paisanas, para compartir este acto con todos ustedes.
Decir que soy un hombre de pocas palabras no es mentir pero ello no le ha impedido a mi mente trabajar desde que recibí la carta para el acto. No sé cómo habrán reaccionado los demás galardonados pero en mi caso el recuerdo ha trabajado intensamente durante algunas fechas y me ha traído las vivencias maravillosas que tuve junto a las personas que quise mucho y que hace unos años salieron de mi vida al fallecer, me refiero a los buenos momentos que pasé junto a mis padres, hermanas y abuela Mª Josefa.
También he recordado con gran emoción que en mi educación hubo dos personas que fueron determinantes para mi futuro profesional: La abuela Mª Josefa y D. José Alcalde Siles.
Ella fue quien me inició en la lectura y escritura, antes de ir al colegio, y él porque fue mi maestro de Primaria siempre.
En aquellos tiempos estudiar no era tarea fácil para un niño de Villargordo pues las penurias económicas agobiaban a todas las familias y, cuando me llegó el momento de poder iniciar el Bachiller, D. José habló con mi padre y lo convenció para que estudiara, algo que no le resultó fácil de conseguir. Con su ayuda de enseñante aprobé el ingreso y los cursos primero y segundo. Después dejé los estudios y él sintió mucho que tomara esa decisión.
La experiencia educativa que viví con D. José me lleva hoy a decir de él, con justicia, que fue un gran maestro y una mejor persona en el plano social-cristiano, esta última faceta de su vida no se ha comentado en el pueblo suficientemente pero sí se puede confirmar preguntando a quienes estuvieron con él de alumnos… ¡Compraba de su bolsillo el material escolar de los niños que no tenían medios económicos! Todas estas razones, además de las mencionadas antes, las tendré presentes mientras viva y me harán recordarlo con gran cariño.
Hice el Servicio Militar en Sevilla, como ayudante sanitario en oftalmología, rodeado de monjas y médicos. Fue una experiencia inolvidable por el buen trato que recibí de todos y por lo que aprendí junto a ellos.
Al regresar licenciado, en el año 1955, decidí reanudar los estudios abandonados de Bachiller y los concluí; en 1958 apruebo el Ingreso en Magisterio y comienzo a estudiar la carrera, eran tres cursos y reválida, los que acabé en 1961.
Quiero hacer constar que jamás pisé un centro de enseñanza de otra población para cursar en él mis estudios como alumno oficial pues siempre los hice en casa y luego me presentaba a los exámenes como estudiante libre.
En 1962 me presenté a las Oposiciones y las aprobé, así fue como me hice “Maestro”. Este trabajo me llevó hasta Baeza y allí enseñé durante casi cuatro cursos.

Hasta Santo Tomé, donde estuve otros tres cursos.

Y, por último, recalé en nuestro querido pueblo de Villargordo en 1969, aquí permanecí hasta mi jubilación en 1994.

Durante los años que trabajé en el Colegio de nuestro pueblo desempeñé, además del trabajo propio del aula, otras labores que entonces no estaban remuneradas ni liberadas de tiempo en el horario escolar: La Secretaría, durante nueve cursos, y la Administración del Comedor Escolar, junto a otros compañeros.
En los centros donde trabajé, siempre encontré un grupo de compañeros inolvidables, con ellos mantuve un trato profesional y humano inmejorable y por eso mi trabajo en los centros por donde pasé me aportó buenos recuerdos y muchos amigos.
De los niños y sus padres también guardo un recuerdo fabuloso porque me apoyaron en el desempeño de mi trabajo en el aula. Un ejemplo de lo que digo lo viví hace ya bastantes años en Nerja, fue algo casual. Una tarde estaba mi sobrino Paco en la playa y comenzó a charlar con un señor desconocido, ambos manifestaron ser de Jaén y por ello tuvieron una conversación muy animada. En un momento de ella Paco le dijo que era de Villargordo y él dijo ser de Baeza. Aquel señor, al escuchar el nombre de nuestro pueblo, le preguntó sí aún vivía D. Antonio López Cañas, su maestro en Baeza, y él se lo confirmó. Lo llevó a casa y cuando me dijo su nombre yo no lo recordaba pero él entonces me dijo su apodo, “El centimillo”, por él lo recordé y nos fundimos en un abrazo. Fue un momento inolvidable para mí por el hecho de que tantos años después aquel hombre conservara todavía el recuerdo de su antiguo maestro.
En mi trayectoria profesional, siempre me esforcé para hacer el trabajo de manera honrada y no escatimé esfuerzos siempre, empujado por esta ilusión participé en el desarrollo del proceso experimental de la Reforma del Sistema Educativo que le propuso el PSOE a los maestros, participé de manera voluntaria y porque estaba convencido de que el esfuerzo nos haría mejorar el trabajo en el aula. Siempre recordaré de esa experiencia lo que aprendí el tiempo que duró y el grupo de amistad que ahí se forjó.
También quiero recordar las experiencias que he tenido durante mi vida en la parroquia con los sacerdotes y los jóvenes de antaño; con D. Tomás Rivas Ayuso y sus grupos de formación y como catequista de los niños de Primera Comunión en 1986. En esta última experiencia siempre recordaré de los padres, familiares y otras personas ajenas la ayuda que me prestaron y, desde aquí, agradecerles lo que hicieron entonces.


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