sábado, 23 de enero de 2016

NAZARET Y EL CUMPLIMIENTO DE LA PROMESA

Colaboración de Paco Pérez



Nazaret fue determinante en la vida de Jesús porque allí creció; se educó en un ambiente familiar en el que la unión iba más allá de las cuatro paredes de la casa paterna pues compartían espacios y se ayudaban, hacerlo así era lo cotidiano; aprendió a vivir en contacto con la naturaleza, así conoció sus particularidades y por eso empleaba ejemplos inspirados en ella para sus enseñanzas; acudía a la sinagoga del pueblo los sábados y participaba… ¿Esta realidad fue casual o todo entraba en los planes del Padre?

En otra ocasión comenté que quienes no han leído el AT afirman convencidos que con el NT es suficiente y hoy, para mí, en las lecturas se puede comprobar que esa postura es errónea… ¿Por qué?
Todo se enseña y aprende, por eso no hay mejor método que la práctica diaria de las cosas. En la primera lectura aprendemos qué hacía el pueblo en la sinagoga el día del Señor: Asistían al culto, compartían y los sacerdotes animaban a los participantes a estar alegres porque era el día del Señor.
En la segunda se nos muestra que todos los bautizados formamos parte de un solo cuerpo, la Iglesia, y que estamos asistidos por el Espíritu Santo. Recibimos un mensaje de unidad y, por consiguiente, de ayuda mutua… ¿No vivían en Nazaret con esa estructura familiar donde todos iban a una, guiados por los mayores?
En el texto del evangelio se confirma la validez del AT. A través de  él se puede descubrir la acción lenta, pero continuada, que Dios realiza sobre los hombres para que se cumplan los tiempos y los hechos de sus mensajes. En el pasado se anunciaba, para mantener viva la esperanza de las personas, la venida de un Mesías y lo que haría. Con el paso de los años, un día acude Jesús a la sinagoga según era costumbre, le dieron el libro y escogió un pasaje en el que se enumeraban los prodigios anunciados en el pasado y Él, al llegar el turno de las explicaciones, les dijo: [Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.]
El problema de ese anuncio, para Jesús, estuvo en las esperanzas que el texto que les leyó había despertado desde hacía muchos años en el pueblo oprimido por Roma, por él creían que el Mesías sería un caudillo fuerte que derrotaría a los romanos, los liberaría de su opresión y los expulsaría de aquel lugar. Las palabras de aquel día no fueron la solución que esperaban sino todo lo contrario porque su mensaje liberador no contemplaba incitarlos a proceder con odio y violencia, fue totalmente contrario porque los animó a practicar  la paz y el amor.
Ellos deseaban escuchar palabras de muerte y Jesús sólo sabía hablar desde la vida. Para comprender su mensaje debían ver con claridad algo que no era ni es fácil, que era Hijo del Padre y conocía de manera experimental a Dios, de ahí que les hablara de que era necesario amar la vida, sumergirse en ella, abrirse al mundo y escuchar la creación. Eso es lo que aprendió mientras vivió en Nazaret. También aprendió allí que la familia lo era todo y que fuera de ella las personas quedaban desprotegidas.
Quienes conocen esta realidad descubren que sólo en la familia podemos encontrar el verdadero camino de la vida y que alejados de ella nos perderemos.
Los graves problemas que padecemos ahora tienen su origen en la pérdida de esa identidad familiar. Se ha acusado a los padres de ejercer en el pasado una rigurosa disciplina, donde el padre lo dirigía todo en la organización del clan… ¿Hemos mejorado o empeorado desde que hemos eliminado esa línea?

Sabemos bien que hemos entrado, por la ley del péndulo, en unos tiempos caóticos donde los hijos ocupan ahora la cúspide del clan y las consecuencias no pueden ser peores, para qué exponerlas si las conocemos todos.





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