lunes, 4 de enero de 2016

MIS AMIGOS DE LA INFANCIA

Colaboración de José Martínez Ramírez

Esta diáspora de patrias pequeñas
esparcidas por el suelo nacional,
mientras el cielo azul trae cigüeñas,
con la sangre reseca, como el Santo Grial.

Se esconden en los barrancos de las peñas,
cuando otea el horizonte el carrascal,
y aparecen de pronto sus caras risueñas,
dispuestas a ocupar su pueblo natal.

Es la savia entrañable que alimenta,
la ribera y los bosques preñados de olivar,
diciembre de canciones navideñas,
herido por la vida, salvado por Jehová.

Armonía de un racimo de uvas pequeñas,
reunidas  por un romancero otoñal.
Cuando sale la luna al monte por las peñas
se dicen adiós y dejan la ceniza, en el bancal,
hasta la próxima florida y verde primavera
que volverá a renacer la vieja amistad.

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