domingo, 17 de marzo de 2019

LA CUARESMA-2


Colaboración de Paco Pérez
LA ORACIÓN, EN SOLEDAD
Dios comenzó a preparar la venida de Jesús desde siempre pero, para mí, el momento cumbre es cuando eligió a Abrahán -hombre justo y fiel- para que fuera el guía espiritual del pueblo elegido y que, después de él, sus descendientes continuaran su labor hasta que el Mesías nos marcara el camino definitivo.
¿Entendió Abrahán el cumplimiento de la promesa que le hizo el Señor si su esposa y él eran ancianos y no tenían hijos?

Considero lógico que le mostrara sus dudas después de escucharlo, está en Génesis 15, 5-8:
[En aquellos días, Dios sacó afuera a Abrahán y le dijo:
- Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes.
Y añadió:
- Así será tu descendencia.
Abrahán creyó al Señor, y se le contó en su haber. El Señor le dijo:
- Yo soy el Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos para darte en posesión esta tierra.
El replicó:
- Señor Dios, cómo sabré yo que voy a poseerla.].
Debemos comprender que él no podía entender los planteamientos que Dios le anunció pero la gran fe que este hombre tenía le hizo continuar. El Señor no le aclaró sus dudas de inmediato sino que le hizo una petición que su elegido cumplió fielmente y sin titubeos.
Pasaron los años, vino Jesús y la predicación del Reino no fue bien entendida por las gentes sencillas y por los mismos discípulos, todos esperaban de Él lo que no les ofreció, ser un líder guerrero que los liberara de Roma, y se desilusionaron. Al producirse esta situación, y haber muerto el “Bautista”, Jesús optó por cambiar de método retirándose para preparar a los discípulos para que se fueran a predicar.
Al regresar evaluó los logros, comprobó que aún no lo entendían y se retiró con los tres a orar al monte. Ellos, en un principio, no comprendieron de qué iba aquello pero después de presenciar la visión que se les ofreció ya sí supieron qué le iba a ocurrir después, su muerte.
Llevárselos a orar no fue una casualidad pues lo hizo para que presenciaran la escena de la “Transfiguración” y con ella comprendieran el conjunto de sus enseñanzas.
Unos años después, Pablo escribió a los cristianos de Filipos para ayudarles a entender que lo que ocurría era un problema pero no de ese momento sino de siempre, él les señaló con precisión qué personas eran las que pensaban y actuaban así y, además, les habló de las consecuencias que les vendrían por esos actos.
Les aconsejó que vivieran con austeridad, humildad y servicio a los demás porque así darían ejemplo cristiano, un comportamiento contrario al que practicaban los “enemigos de Cristo”, ritos y acciones humanas sustentadas en los alimentos, las fiestas y cumplir con el acto de la circuncisión.
Estos eran los dioses de aquellos tiempos y en nuestros días, los enemigos de Jesucristo tienen otros nuevos: La riqueza excesiva que ahoga al pobre, el poder dictador que oprime y discrimina y los egoísmos individuales y colectivos que nos llevan a vivir en un mundo corrupto e injusto.
En contrapartida les propuso vivir con los principios del Reino de Dios, el camino diseñado por Jesús.
Creer en Dios, para los cristianos, no debe ser un planteamiento teórico sino la puesta en marcha de una experiencia que nos lleve a una transformación interior que nos empuje a luchar para conseguir que todas las personas puedan vivir de manera digna cambiando aquello que lo impide. Jesús, para que pudiéramos iniciar este proceso transformador, nos mostró el camino con su ejemplo.
La ORACIÓN debemos hacerla en soledad para que, durante ella, nos comuniquemos con Dios en silencio y podamos escuchar su mensaje sin que nos diga una sola palabra. Él oraba en la soledad del monte y del desierto con una fe absoluta en Dios pero quienes lo seguían no, ellos se mostraban débiles porque todavía no habían abandonado el modelo religioso falso que se alimentaba de costumbres, tradiciones y rigideces. A pesar de su frenética actividad evangelizadora, no paraba de viajar, siempre encontraba un hueco para cumplir como judío con los rezos establecidos para ellos y para buscar a Dios en el silencio de la soledad, así potenciaba su fe.
Los humanos somos muy amantes de REZAR con formatos rígidos que nos hacen repetir lo mismo muchas veces o leyendo, a la vez, textos que otros han escrito e imprimido con formato estampa… ¿Por qué no seguimos el ejemplo de Jesús?
José Antonio Pagola, en su libro “Jesús”, nos propone hacerlo así: [La oración de Jesús posee rasgos inconfundibles. Es una oración sencilla, “en lo secreto”, sin grandes gestos ni palabras solemnes, sin quedarse en apariencia, sin utilizarla para alimentar el narcisismo o el autoengaño. Jesús se pone ante Dios, no ante los demás. Es, al mismo tiempo, una oración espontánea y natural; le nace sin esfuerzo ni técnicas especiales; brota de la profundidad de su ser; no es algo añadido o postizo, sino expresión humilde y sincera de lo que vive. Basta con presentarse ante Dios como hijos necesitados: “Ya sabe vuestro Padre lo que necesitáis antes de que vosotros se lo pidáis”.
La oración es confianza absoluta en Dios.].
Este camino de oración que aconseja Pagola se basa en la realidad de nuestro Dios, Jesús lo enseñó como “bondad y salvación” y es lo contrario de lo que caracterizaba a los dioses paganos: Poder y sabiduría.
Ser seguidor de Cristo nunca fue fácil porque lleva aparejada la responsabilidad de tener que mostrar a los demás, con ejemplo de vida personal, cuál es el camino del Reino. Él lo hizo pero acabó siendo incomprendido y crucificado por quienes se comportaron como sus enemigos a pesar de que ellos jamás recibieran de Él algún daño moral o físico.
Desde entonces, quienes llevan una vida fuera de lo que es natural, sólo se preocupan de realizar acciones contra los principios básicos que nos enseñó Jesús, esa enseñanza no les va bien a ellos y por eso actúan contra quienes la defienden.





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