domingo, 10 de marzo de 2019

LA CUARESMA


Colaboración de Paco Pérez
TIEMPO DE PREPARACIÓN Y CAMBIO
La Cuaresma comenzó tomar forma cuando a mediados del siglo II d. de C. se fijó un domingo, al que llamaron de Pascua, para celebrar el aniversario de la Pasión de Cristo. La comunidad debía cumplir un “triduo” en el que “ayunarían” el viernes y el sábado pero no el domingo. A finales del siglo IV se amplió con el jueves, día de reconciliación de los penitentes, y más tarde se le añadió la “Cena Eucarística”. Para que se cumplieran los cuarenta días de ayuno en la Cuaresma se amplió con el “Miércoles de Ceniza” y a finales del siglo XI, al desaparecer la “penitencia pública”,  se estableció la imposición de la ceniza a todos los fieles.

La Cuaresma ha ido evolucionando desde que arrancó buscando que sirviera a los fieles de: Preparación para los que iban a recibir el bautismo, reconciliación de los penitentes públicos y preparación de la comunidad para la fiesta de la Pascua.
En nuestros días la entendemos como el tiempo litúrgico en el que las personas cristianas debemos vivir de manera diferente, durante esos cuarenta días, su celebración.
Al finalizar la Cuaresma, si las personas fuéramos curiosas, reflexionaríamos y podríamos vernos retratadas en algunas de estas formas de participación: Como espectadores que disfrutamos viendo pasar el espectáculo de los desfiles procesionales; sintiéndonos muy felices y emocionadas cuando las imágenes de nuestras cofradías paseaban por las calles del pueblo muy acompañadas, luciendo éstas sus mejores sallares y alhajas mientras las bandas de música tocaban detrás; llorando porque las lluvias no permitieron salir a nuestros pasos o sufriendo porque el hecho religioso que vivido nos transportó con el recuerdo hasta la Pasión de Cristo, el acto más injusto que se pudo cometer con la persona más justa.
¿Con cuál de estos supuestos nos sentimos identificados?
Si partimos de que debemos cambiar pues entonces REFLEXIONAREMOS sobre lo que hacemos, determinaremos qué debemos cambiar en nuestra actuación y estableceremos un plan que sea real, sencillo y, por consiguiente, realizable.
Durante muchos años los cumplimientos cuaresmales estuvieron girando en torno al Ayuno, la Abstinencia, la Confesión, la Comunión, las Procesiones y alguna que otra tradición ya desaparecida.
Con el paso de los años el sentimiento cristiano se viene empobreciendo y relativizando porque damos mucha relevancia a lo que “no es religión” y dejamos a un lado la “Verdad” que nos enseñó Jesús. Ejemplo entendible: No veo razonable que la imagen del Cristo haya desplazado al Sagrario de su lugar.
Dicho esto, debemos convenir que la contextualización histórica ayuda a comprender la oficialidad establecida pero corresponde a quienes tienen la responsabilidad de guiarnos el dar el paso que permita aclarar sin traumas los temas y después comenzar a cambiar lo que no tiene sentido.
El ayuno y la abstinencia son normas de la Iglesia que nunca debieron ponerse. Opino así porque siempre hubo y hay personas que ayunar y abstenerse es lo normal cada día pero lo que no es normal es que quienes pagaban fueran bendecidos.
En la “Hoja Parroquial” de esta semana se nos regala una REFLEXIÓN interesantísima en la portada con el título de “Ayuno y Abstinencia en CUARESMA”, lo firma “Un seglar misionero”. Lo he mencionado porque actualiza la realidad de estos temas en nuestros días. Voy a tomarle prestadas sus orientaciones para cumplir, en nuestros tiempos, con estas normas que aún están vigentes en nuestra Iglesia Católica:
[ABSTENERSE de soberbia y de orgullo, de criticar, de mirar sólo por sí mismo, de ansia de poder, de comodidad, dejar el qué dirán, es decir, de todo aquello que supone impedimentos y trabas para ser mejores, de todos aquellos obstáculos que nos impiden ser más cercanos a nuestros vecinos, a nuestro prójimo, a reconocer las necesidades de los demás y no sólo las nuestras.
Y el AYUNO, una forma de controlar nuestros sentidos, nuestras tentaciones, de fortalecer nuestro espíritu, de vencer los placeres que nos esclavizan y nos hacen dependientes de la diversión, de la comodidad, de la TV, del móvil y de todo aquello que impide relacionarnos con la familia, con los amigos y con nuestras obligaciones.
El ayuno y la abstinencia tienen sentido cristiano y somos nosotros los que debemos darle contenido y vigencia.].
También reflexiona sobre otros dos problemas del cristiano:
1.- La facilidad que tenemos para hacernos, por comodidad, una religión a nuestra medida.
2.- Nos recuerda que la FE se tiene o no, que no se compra en un mercado y que para mantenerla o hacerle crecer no hay mejor medicina que cuidarla a todas horas y todos los días.
Si los fieles tienen que cumplir con el Ayuno y la Abstinencia pues Jesús, como hombre que fue, también ayunó y padeció los efectos de las TENTACIONES que se nos muestran en el evangelio pero pudo vencerlas y triunfar sobre el mal.
Esta realidad nos invita a estar vigilantes siempre porque las tentaciones son variadas y debemos luchar para salir vencedores.



















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