martes, 20 de mayo de 2014

ENTREGA DE LA BANDERA NACIONAL EN ACUARTELAMENTOS DE LA GUARDIA CIVIL

Colaboración de Miguel Torres Moreno “El de Carchinilla”


Por Ley 33/1.981, de 5 de octubre, fue modificado el Escudo Nacional, eliminando del mismo, entre otros elementos, el águila de San Juan Evangelista. Algunos le llaman, de forma despectiva, "El aguilucho" porque relacionan este símbolo con el régimen franquista. Este es un error descomunal de quienes hablan así pues les hace suspender la Historia en junio y por ello deberán de volver a intentarlo en septiembre.

Estos episodios ocurren cuando las personas se dejan  influenciar por las consignas sesgadas de quienes sí tienen unos intereses concretos. Con el paso de los años este tratamiento incorrecto hacia nuestra bandera se convirtió en leyenda urbana, ésta comenzó a circular como mentira y, a fuerza de repetirla muchas veces se convirtió, para algunos españoles, en verdadera.
Estas realidades ocurren porque muy pocos ciudadanos se preocupan de comprobar la información difundida, con independencia y rigor, en las fuentes escritas y editadas en papel o en medios digitales. Quienes hubieran tenido esta preocupación habrían podido comprobar que el águila no es un símbolo incrustado en el Escudo por el régimen de Franco sino que ya era utilizado en las armas de los Reyes Católicos, hace más de quinientos años.
¿Nadie conocía esta verdad histórica o es que interesaba confundir a los españoles que van por la vida rectos y sin dobleces?
Por error o desconocimiento, este Escudo con el águila se ha llamado "preconstitucional" e incluso "anticonstitucional", lo cual es un error; pues aparece en la primera impresión que se hizo de la Constitución de 1.978.
En dicha Ley se dispone que los distintos organismos públicos que utilicen el Escudo de España dispondrán de un plazo máximo de tres años para sustituir el escudo hoy en uso; exceptuando aquellos edificios declarados monumentos históricos-artísticos, de cuya ornamentación forme parte el escudo existente.
A causa de esta modificación, se dotó a todos los cuarteles de la Guardia Civil de la Bandera Nacional que llevaba el nuevo Escudo. Yo trabajaba entonces en Abarán (Murcia) como “Comandante de Puesto” y en esta provincia el acto de entrega de la nueva bandera tuvo lugar en el acuartelamiento de la Comandancia de la capital.
Con motivo de dicho acto, en el que participé como responsable del acuartelamiento en el que estaba destinado, y con el objetivo único de guardar un recuerdo de este acontecimiento nació este trabajo que hoy he desempolvado con la sana intención de que la verdad histórica sea respetada y no se cambie.
Una tarde, tomando café con un compañero de trabajo que es un enamorado de los temas militares y algo amante de la poesía, comenzamos a hablar del tema y fuimos aportando muchas opiniones y recuerdos. Para evitar que se nos olvidaran las aportaciones que íbamos haciendo, tomamos un papel y un bolígrafo para escribirlas. Así fue como quedó plasmado, de manera improvisada, el desarrollo del acto vivido.
Texto escrito para recordar el acto:
POR NUESTRO AMOR A ELLA
Amaneció un luminoso día del mes de Junio.
Primavera murciana, plena de sol; cielo azul y resplandeciente como faz de esmeralda; jardines preñados de flores que se abren y que estallan en mil colores;
centenares de pajarillos que revoletean en la alegre mañana de árbol en árbol, picoteando aquí y allá la fruta ya madura, mientras dejan en el espacio sus maravillosos y encantadores trinos.
En el fresco amanecer, un aroma inconfundible: el azahar de la cercana huerta de naranjos, mandarines y limoneros que perfuman el ambiente que se esparce y que penetra hasta en los lugares más recónditos.

El día, por sí mismo, ya cantaba lo glorioso del acto que se iba a celebrar: La entrega de la Bandera Nacional a los Comandantes de todos los puestos de la Guardia Civil en la provincia.
Llegamos al acuartelamiento de la capital y allí todo resplandecía. El patio perfectamente preparado, absoluto  orden y limpieza. La recepción a las autoridades civiles, impecable. El sol, en lo alto, apretando de firme. El mástil de la bandera, vacío. Sobre una mesa, cerca de la presidencia, las enseñas de la Patria enrolladas y en espera de ser entregadas, por los respectivos alcaldes, a sus jefes de acuartelamiento.
Banda de música militar, compañía de honores, oficiales y suboficiales, todos, en perfecta formación. Las primeras autoridades civiles y militares de la provincia, así como los señores alcaldes, todos presidiendo el acto que en breves momentos daría comienzo.
Breves palabras, de carácter obligado, pues el calor era inmenso. Se entregó la primera bandera, la que fue izada en el vacío mástil del patio del acuartelamiento. La banda de música atacó con los acordes del Himno Nacional y la bandera, lentamente, fue subiendo hasta ocupar su sitio, en lo más alto del mástil.
A pesar de no haber en el ambiente ni el más mínimo síntoma de viento, éste no quiso estar ausente en tan principal acto y, como en un supremo esfuerzo, un bandazo de aire la desplegó totalmente y la bandera lució con majestuosidad sus grandezas.
A continuación, mientras la banda de música dejó escapar de sus instrumentos un sobresaliente y extraordinario “Silencio Floreado”, fue depositada a su pie una corona de flores en recuerdo de los caídos en defensa de la Madre Patria.
Mientras se producían estos sincronizados movimientos escénicos, los pelos de los presentes se nos pusieron de punta y la emoción nos atenazó las gargantas. Fue el momento más solemne y sublime.
Después vivimos una sucesión de rápidas imágenes en las que, al son de marchas militares interpretadas de forma intachable, se fue nombrando a cada alcalde y respectivo comandante de puesto para recoger la bandera. Saludo militar, entrega de la Enseña Patria y apretón de manos.
Presenciando esta escena estuve, y viviéndola emocionado, hasta que me llegó el turno. Nuestro alcalde, D. Antonio Morte Juliá, me la entregó después de depositar un beso sobre ella y entonces se oyó un murmullo de aprobación y admiración entre el gentío que presenciaba el acto. Fue el único alcalde interviniente en el acto que realizó tal gesto. Un fuerte apretón de manos selló la entrega.
Con posterioridad, y mientras nos bebíamos una cerveza para refrescar el cuerpo, me comentó que había estado a punto de rodear la mesa, salir a mi encuentro y darme un abrazo pero que no lo había hecho por no romper con el protocolo oficial.
Marchas militares, desfile entre los aplausos del numeroso público congregado, vivas a la Guardia Civil y a nuestro Ejército y, finalmente, volvieron los saludos y los apretones de manos entre hombres curtidos en mil avatares de la vida.
Abrazos y alegría fue la tónica de la convivencia vivida entre civiles y militares en un perfecto día. Como debe ser entre las gentes de un país democrático y libre.
Cada vez que veo ondear al viento en la puerta de un cuartel la Bandera Nacional me vienen a la memoria las imágenes de aquella maravillosa mañana en la que no lloré, tal vez y como dijo nuestro alcalde, por no romper con el protocolo pero ganas no me faltaron.
Ese día es uno de los que jamás olvidaré.


No hay comentarios:

Publicar un comentario