sábado, 2 de abril de 2016

EL HOMBRE, DESDE SIEMPRE, SE SIENTE ABANDONADO POR DIOS

Colaboración de Paco Pérez
¿NECESITAS VER  PARA CREER?
Cuando al hombre le ocurre cualquier contratiempo fuerte se siente desilusionado y abandonado por Dios, entonces se muestra muy crítico con Él y le dirige palabras o expresiones desconsideradas que demuestran el desconocimiento que tiene del hecho religioso… ¿Por qué llegamos a esta situación, a veces?

Porque nos ocurre igual que a los coetáneos de Jesús y a sus discípulos. Para ellos, también fue su MUERTE una desilusión tremenda porque su predicación no fue entendida a tiempo y por esa razón para aquella sociedad el final que tuvo fue incomprensible, se asustaron y huyeron a Galilea o se escondieron.
En nuestros tiempos entendemos nuestras relaciones con Dios en un plano comercial o mercantil pues deseamos que Él resuelva nuestros problemas a cambio de algo. Un ejemplo lo tenemos en la persona que se acerca a Dios y le dice:
- Señor, necesito que ayudes a mi hijo a sacarse el carnet de conducir. Si aprueba, te encenderé cinco velas en la ermita.
¿Qué hacemos si no aprueba el muchacho?
Pues, como le hicimos una petición condicionada es posible que ahora no las encendamos debido a que no cumplió Dios su parte, ya dudamos de Él y entonces pasamos a reprocharle que no nos haya ayudado.
Esto sucede a los hombres porque tenemos un problema, no vemos su presencia junto a nosotros a diario, les ocurrió a los discípulos y por eso también se sintieron ellos abandonados cuando murió. Dios, consciente de este problema humanos, nos enseñó que no los abandonó y por eso se preocupó de que lo vieran; así, la realidad de la Resurrección les hizo comprender que nada de lo ocurrido había sido por casualidad y que, consecuentemente, hubiera sido un fracaso… ¡¡¡Fue todo lo contrario, un triunfo!!!
El pueblo sencillo lo hubieran entendido como un triunfo si Jesús hubiera cogido una espada y hubiera expulsado a los romanos de allí pero no era esa su misión, de ahí que ellos no lo comprendieran y por eso se sintieron mal con el final que tuvo. Pues, lo mismo que no entendieron entonces el anuncio anticipado de lo que sucedería después, ahora tampoco entendemos las desgracias que nos afectan y nos atrevemos a cuestionarlo.
Las apariciones de Jesús fueron un regalo de confirmación, el Padre nos lo hizo para que los hombres de buena voluntad, de entonces y los de ahora, no se sientan perdidos nunca y que por esos prodigios conociéramos la verdadera condición de Jesús, Hijo de Dios, y la protección y desvelos que Él siempre nos regala.
¿Cómo se puede demostrar a los incrédulos o afectados por reacciones despechadas contra Él que están en un error?
En aquellos tiempos, los prodigios reseñados fueron necesarios porque el hecho religioso cristiano resultaba entonces más incomprendido que en nuestros días. Para mí, el nacimiento; su vida pública y los acontecimientos últimos de su pasión, muerte, resurrección, apariciones y ascensión a los cielos fueron la prueba irrefutable que Dios regaló a los hombres para que nos guiáramos hasta el final de los tiempos. Ahí está la respuesta a nuestras incomprensiones, si murió su Hijo crucificado como un
delincuente … ¿No clarifica este suceso nuestras dudas?
Esta realidad hay que entenderla como una “catequesis” permanente para quienes nos consideramos cristianos y tenemos el deseo de mejorar nuestro conocimiento del Padre.
La incredulidad que nos asalta, a veces, habrá que entenderla en el campo de la singularidad humana porque a los discípulos también les ocurrió y tenemos la prueba en Tomás, a unos antes y a otros después, pero ellos recibieron la visita de “Jesús Resucitado” y ya comprendieron de manera definitiva el conjunto de nuestra creencia. Ahora tenemos la ayuda de la Biblia, el sostén de nuestra fe, y ahí encontraremos ahora el camino cuando no comprendamos lo que nos sucede, por él retornaremos a la “verdadera FE” si perdemos el norte, nos volveremos a encontrar de nuevo con Él y nos perdonará nuestra incomprensión y egoísmo.
Es necesario que busquemos el encuentro con Jesús porque Él nos liberará de la tristeza que nos angustia, de los miedos que nos paralizan y después ya seremos, de nuevo, alegres y felices.
Debemos pensar que Dios no abandonó a Jesús, su Hijo, aunque algunos piensen así cuando les ocurre algo grave a los suyos, porque nosotros también somos hijos suyos... ¿Podemos seguir pensando, desde este momento y en el futuro, que él nos tiene abandonados?
En la Biblia se nos enseña que Jesús anunciaba la ternura y misericordia del Padre, y que su manera de ser y de actuar coincidía con Él cuando se mostraba solidario con los que sufren, defendiendo a los pobres, perdonando a los pecadores… ¿No es ese el camino verdadero que debemos seguir?   
Los apóstoles y discípulos siguieron ese camino después de lo ocurrido, las gentes les respondían de manera diferente pero, los que se sentían cristianos, los seguían con el mismo entusiasmo que en tiempos de Jesús, ellos les respondían con prodigios y curando a quienes se les acercaban con problemas.







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