domingo, 29 de mayo de 2016

CORPUS CHRISTI

Colaboración de Paco Pérez
COMPARTIR LA MESA
Dios tenía una gran preocupación y fue mostrada a los hombres por Jesús… ¡¡¡Que COMIÉRAMOS todos, todos los días!!!
Su deseo no ha sido interpretado por la sociedad de igual manera, por eso cada cual va buscando su propio interés y no quiere conocer las necesidades de los otros. Esa realidad ha originado que unos tengan en abundancia los alimentos siempre y otros sigan pasando hambre… ¿Por qué no se soluciona este gran problema?

Porque los hombres siempre han planificado con egoísmo y ambición las estructuras sociales para dominar todos los campos de influencia: La familia, la clase sacerdotal y la clase política.
La FAMILIA funcionaba bien al principio pues vivían juntos, los mayores eran respetados y escuchados, todo era de todos y se ayudaban, este conjunto de acciones les daba seguridad y confianza.
Con el paso de los años esta estructura se ha perdido, ya nada es igual y de ahí que los principios elementales hayan sido sustituidos por elementos que rompen y no unen.
Al no funcionar ésta ya se ha deteriorado el edificio de la sociedad porque los cimientos ya no son consistentes.
La CLASE SACERDOTAL de entonces estaba mezclada con el poder político y ambas organizaciones movían los hilos de los intereses comunes, poniéndose de acuerdo… ¿Se preocupaban estos dirigentes de los problemas de la ciudadanía?
Ni antes ni en nuestros tiempos. A mi entender, el problema está en que los hombres no abordan, con tranquilidad y sin prisas, el diseño que dé respuesta a lo que Dios espera de nosotros. La tradición sigue dominando, no hacen nada para desmitificarla porque temen quedarse solos. A Jesús le importaba el prójimo pero estas simplezas no.
Él siempre hacía las cosas para enseñarles algo, normalmente cuando se reunía con sus discípulos y amigos a comer, procedía así porque pensaba en el futuro de ellos. Sabía que ahora no lo entendían pero que, cuando muriera, entonces ya podrían recordar y comprender todo lo que les enseñó sobre la cruz. Él quería que vieran con claridad que era ese su destino, que la padecería en cumplimiento de una misión y que ésta consistiría en servir para la salvación de los demás hombres.
En nuestros días, si quienes se reúnen alrededor de una mesa para compartir los alimentos todavía no comprenden el mensaje amplio y profundo de la Cruz pues tampoco entenderán que comer no puede quedar sólo en diversión, deberán reunirse por otras razones muy serias y si algún día algunos se reúnen así podremos decir que sí comparten la mesa dispuestos también a compartir los otros temas de la vida.
Jesús compartía la mesa con los pecadores y publicanos pero su acción no buscaba dar pan o alimento al que tenía hambre o al que iba de paso para continuar el camino; se trataba de acogerlos en su mesa. La búsqueda del Reino tiene que pasar por la hospitalidad y apertura de nuestra mesa.
Cuando comía con éstos el pueblo no lo veía bien pero Jesús respondió a esas críticas diciéndoles que no podía apoyar a quienes, actuando en nombre de Dios, habían establecido una organización social con la que excluían a determinados grupos sociales y, además, amparados en una ley de pureza.
Como contrapartida, Él les decía que debían luchar para alcanzar un mundo nuevo y diferente, en el que la misericordia sustituyera a la pureza.
Este paso fue muy importante para que, en el futuro, las fronteras sociales quedaran rotas y el cristianismo se pudiera extender por todos los lugares.







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