domingo, 9 de diciembre de 2018

ADVIENTO II


Colaboración de Paco Pérez
CAMBIO, ARREPENTIMIENTO Y ESPERANZA
La rueda de la vida gira sin parar y nos va presentando, mientras lo hace, los hechos que ocurren y que son una repetición de otros acontecimientos del pasado pero presentados de manera actualizada. En esta representación diaria las personas aparecemos como protagonista, unas veces con actuaciones buenas y otras dejando mucho que desear.
Dios, sin hacerse notar, siempre las presencia y toma buena nota de lo que hemos hecho para corregirnos… ¿Cómo lo hace?
Es complicado afirmar algo sobre ello pero si meditamos un poco reconoceremos que todos tenemos conciencia y por ella, sin que nos dé voces, sabemos cuándo lo hacemos bien o mal aunque no  escuchemos sus correcciones… ¿Podría ser así?
Las personas, cuando tienen contratiempos se quejan de que los abandonó el Señor y cuando todo les va bien ni se acuerdan de Él.
Esa actuación de Dios la podemos ver leyendo el A. T.. Hoy, en Baruc 5, 1-9, podemos comprobar cómo se manifiesta esa preocupación por nosotros.
El pueblo de Israel, igual que ocurre en nuestros tiempos, estaba sumido en una situación caótica por la pérdida de los valores que dan forma y consistencia a la familia y a las personas. Como la degeneración había alcanzado a todo el entramado social pues los hechos que se derivaron después les ocasionaron su deportación a Babilonia. El profeta los visitó por indicación suya, les dio ánimos para que continuaran en la lucha, les transmitió palabras de ESPERANZA para el futuro y, concluida su misión, regresó a Jerusalén.
Debemos saber que si nos limitamos a ESPERAR, para que el Señor resuelva nuestros problemas, y, mientras llega ese momento, nosotros no colaboramos empujando para que el mundo arregle sus rotos será difícil que así se logre cambiar lo que no funciona.
Pasaron los años y, con otras características, Dios también intervino para mostrar el camino a las personas y seguimos sin darnos cuenta de ello, lo podemos leer en Lucas 3, 1-6.
Juan El Bautista” dio una lección a la sociedad de su tiempo cuando, pudiendo formar parte de la clase sacerdotal acomodada, prefirió actuar y se retiró al desierto para meditar, vivir con humildad comiendo de lo que había en ese lugar, langostas y miel silvestre, y vistiendo con piel de camello. Fue un hombre sencillo que vivió dando ejemplo, siempre HACÍA lo que PREDICABA.
Su mensaje siguió una línea radical, usó ejemplos rudos que estaban relacionados con el entorno rural donde se había criado, les aconsejaba transformar sus formas de vida y les hablaba de los cambios que se avecinaban, los que permitirían liberar a los oprimidos de su dolor.
Para que el cambio propuesto fuera posible les propuso arrepentirse de sus errores y recibir el bautismo de penitencia.
Jesús fue hasta el lugar donde predicaba Juan, lo reconoció como el más grande de los profetas que había nacido de mujer y le pidió que lo bautizara.
La predicación de Juan iba encaminada a dar esperanza al pueblo de Israel que estaba oprimido por el poder político que Roma les había impuesto y por el poder religioso, ambos crucificaron a Jesús.
Unos años después es Pablo quien nos da la lección en Filipenses 1, 4-6. 8-11, ahí encontramos a Dios de manera invisible. Él, estando encarcelado, continuó con su labor de evangelización enviando una carta a los “filipenses”. En ella les decía que no los olvidaba, que siempre los tenía presentes en sus oraciones, les reconocía la gran labor que realizaron con él en la divulgación del evangelio, los animaba a seguir trabajando en esa línea, les aconsejaba que progresaran en el “crecimiento espiritual” mediante el amor a los demás pues actuando así comprenderían mejor la realidad que los rodeaba y así darían mejor respuesta a los problemas que les fuera planteando la sociedad. También les recordó que el camino de la evangelización no tiene una ruta única sino que ésta había que ir modificándola con el trabajo y el día a día.



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