sábado, 15 de diciembre de 2018

ADVIENTO III


Colaboración de Paco Pérez
SUFRIMIENTO, ESPERANZA, CAMBIO Y ALEGRÍA.
Los pueblos invasores habían hecho que los habitantes de Israel estuvieran hundidos moralmente y que sólo se mantuvieran en pie por la esperanza que les había infundido el profeta Sofonías. Las gentes humildes eran las que, a pesar de las adversidades que habían padecido, aún conservaran las buenas costumbres. Así fue como el profeta, apoyado en esa educación, intentó levantar a los humildes del estado de desolación en que estaban.
Pasaron los años, vino Juan el “Bautista” y se presentó al pueblo hablándoles de injusticias, cambio personal, social, compartir… Sus propuestas eran desconocidas para ellos pero los animaba a realizar lo que les proponía.

También les hablaba de la necesidad que tenían de abandonar las viejas costumbres para sustituirlas por acciones distintas que ayudaran a las personas a vivir una vida comunitaria en la que quienes tuvieran algo lo compartieran con quienes no tuvieran nada; que quienes cobraran los impuestos fueran justos y no exigieran más de lo establecido por la ley; que los soldados no extorsionaran a nadie para aprovecharse, deberían vivir de su sueldo… Las palabras de Juan iban dirigidas a las personas que lo hacían mal, por eso los puso como ejemplos de lo que no se debía hacer y les propuso los deberes adecuados que debían realizar con el prójimo.
Con su forma sencilla y radical de decir las cosas su mensaje fue calando entre el pueblo y comenzaron a confundirlo con la figura que el pueblo de Israel llevaba años esperando, el Mesías. Juan lo negó explicándoles, de manera razonada, las diferencias que había entre él y el que había de venir después.
En nuestros tiempos el egoísmo ha alcanzado el grado máximo y por eso los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres; los que ocupan cargos no sirven a los ciudadanos sino a ellos mismos y de ahí que la corrupción se haya instalado en todos los estamentos; que la justicia nos esté sembrando dudas porque se aplica con medidas diferentes…
No basta con pronunciar homilías bonitas y dar consejos desde el “ambón” o escucharlos distraídos desde los “bancos” pues quienes los dan deben ser como Juan, radicales, señalando las injusticias y a quienes las cometen. Quienes escuchamos sentados en los “bancos” deberemos abandonar nuestra postura cómoda y pasiva para profundizar en la “verdad” de Dios, deberemos convencernos de que ir a misa engalanados con nuestras mejores vestimentas o pasear detrás de una imagen por las calles no es lo que Juan proponía, él deseaba que conociéramos que hay muchos prójimos que viven sin lo necesario y que deberíamos darle solución a sus problemas... ¿Seguimos este camino?
Si logramos cambiar nuestros comportamientos es posible que entonces podamos conocer la verdadera cara de la alegría, de ella se nos habla en el texto.
Pablo les decía que estuvieran alegres esperando al Señor porque Él siempre está cerca de nosotros. Partiendo de esa realidad les aconsejaba que no se preocuparan por las cosas terrenales, que fueran prudentes en sus manifestaciones y que le presentaran sus peticiones al Señor. Si actuaban así la “paz del Señor” vendría a buscarlos y les ayudaría a que la “alegría” se instalara en sus vidas.
Son muchos los problemas que atropellan a las personas en nuestros días y por eso opinan ellas que en medio de este agobio no es posible que la “alegría” se haga presente.
Las experiencias negativas de la vida permiten opinar a quienes están en contacto con ellas y con quienes las padecen. Partiendo de ahí afirman: “La “alegría” no se pierde con facilidad si la cuidamos, poniendo de nuestra parte, y recibimos, de otras personas, algún empujón que otro”.
Matthieu Dauchez, sacerdote jesuita francés, cuenta las experiencias que ha vivido sobre la “alegría” intentando ayudar a los niños que son abandonados en las calles de Manila, Filipinas. Estas realidades vividas las ha expuesto en “El prodigioso misterio de la alegría”, en este libro las relata.


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