domingo, 6 de enero de 2019

EPIFANÍA DEL SEÑOR


Colaboración de Paco Pérez
Isaías anunció al pueblo de Dios, estando en cautividad, que los días de sufrimiento en que vivían estaban llegando a su fin porque la venida de la luz que iluminaría sus caminos estaba próxima y entonces se restauraría el orden perdido.
La sociedad está cansada de vivir en una situación desagradable de “incertidumbres” y ésta le genera un estado de “zozobra” permanente, no buscado. Al ser arrastradas las personas a vivir así, cada vez se encuentran más deseosas de “tranquilidad”, de ahí que para alcanzarla procuren que las certezas sean quienes guíen sus pasos. Ejemplo: Cuando tenemos que viajar activamos en el coche el GPS y lo programamos para que nos vaya informando en cada momento por dónde vamos o debemos girar, qué nos queda para llegar… ¿Por qué se ha aceptado de manera generalizada?
Porque de no llevarlo, sobre todo si viajamos a un lugar que nunca hemos visitado, podemos cometer equivocaciones y éstas nos ocasionarían una serie de trastornos que son evitables si nos ayudados con ese avance de la ciencia.
Los “Magos de Oriente” llegaron a Jerusalén guiados por la certeza de una estrella y, cuando tuvieron el contratiempo de su ocultamiento, ya no pudieron seguir su camino. Leamos Mateo 2, 1-2:
[Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes. En esto, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
-¿Dónde está ese rey de los judíos que ha nacido?
Porque hemos visto salir su estrella y venimos a rendirle homenaje.].
Al sentirse perdidos tuvieron que hacer preguntas y éstas despertaron en los políticos el temor que siempre los acompaña y que los lleva a perder la compostura… ¡¡¡Perder el sillón!!!  
Lo comprobamos en Lucas 2, 3-8:
[Al enterarse el rey Herodes se sobresaltó, y con él Jerusalén entera.
Convocó a todos los sumos sacerdotes y letrados del pueblo, y les pidió información sobre dónde tenía que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron:
-En Belén de Judea, así lo escribió el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá: pues de ti saldrá un jefe que será pastor de mi pueblo, Israel (Miq 5,1).
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran cuándo había aparecido la estrella; luego los mandó a Belén encargándoles:
-Averiguad exactamente qué hay de ese niño y, cuando lo encontréis, avisadme para ir yo también a rendirle homenaje.].
Quienes conocían dónde debía nacer Jesús, sacerdotes y letrados, no se inmutaron… ¿Por qué?
Porque, a pesar de conocer dónde ocurriría el acontecimiento, no poseían lo principal… Confiar en la “certeza” de los mensajes divinos y después saber escuchar a Dios en cada momento de sus vidas.
Los viajeros sí la tuvieron y por eso la buscaban a unos kilómetros del punto de destino. De este hecho lo más penoso, para mí, es que quienes llevaban los asuntos de Dios en Jerusalén estuvieran totalmente despreocupados.
Esta realidad me enseña que para reconocer a diario la presencia de Dios en nuestra vida, sin verlo, tendremos que empezar por conocerlo mejor y amarlo más. La lectura de la Biblia es el camino que no queda para sensibilizarnos con sus anuncios y después tener más “certezas”. Después es posible que tratemos de cumplir su mensaje de la mejor manera posible pero también deberemos de convencernos de que “visitando el templo, a diario o semanalmente” o “viviendo de él” no nos da ventajas en la carrera del Reino, es un gran error creer que sí… ¿Por qué lo afirmo?
Porque Jesús nos lo enseñó con la escena del “látigo y los cambistas”. Debemos saber que esa acción no fue contra ellos sino contra la “corrupción que había en el Templo y en los políticos”. La gente no tenía “certezas” pero Él sí.
Cuando los “Magos de Oriente” cumplieron su objetivo, adorar a Dios, se marcharon y no colaboraron con el rey Herodes. Este comportamiento lo interpreto como la obligación que tenemos de plantar cara a las injusticias de la vida sin temer al “después de” y para ello deberemos descubrir primero dónde están la mentira y la verdad.
Esta escena de la adoración de los “Magos de Oriente” a Jesús me sirve para comprender que Dios rechaza la grandeza y la ostentación pero ama la sencillez. Debemos verlo así porque si Él nació en un establo y lo visitaron las clases sociales que en su entorno eran rechazadas por su humildad… ¡¡¡Qué grandeza de ideales debieron tener los “Magos de Oriente” cuando no les importó ir a una cueva y mezclarse en ella con pastores y animales!!!
Años después, Pablo escribió a los “efesios” y les comunicó cómo fue reclutado por Jesús para que divulgara su mensaje, cómo había permanecido guardado el misterio que rodeaba al hecho religioso hasta después de su muerte y cómo fue revelado por el Espíritu Santo el misterio de la gracia a los apóstoles. Para ellos esta acción fue decisiva porque tuvieron “certeza” y pasaron de estar asustados a cumplir el encargo recibido de Él… ¡¡¡Predicar sin miedo a todos los pueblos!!!  
Este paso fue decisivo para el cristianismo porque suponía un “cambio radical” en las relaciones humanas que había en el lugar por culpa de la “cultura judía”, ésta propiciaba la exclusión social.
Con Jesús todos somos iguales y por eso ya no es válido el rechazar a los demás por razones de sexo, raza, religión o posición económica.



No hay comentarios:

Publicar un comentario