sábado, 16 de noviembre de 2019

EL TEMPLO


Colaboración de Paco Pérez
¿QUÉ FUE Y QUÉ DEBE SER?

El Templo de Jerusalén polarizaba el movimiento religioso de Israel antes de Jesús, en él todo estaba regulado: Quienes tenían que atender los servicios religiosos, dónde tenían que ofrecerse, qué tenían que presentar a Dios, cuándo, qué cantidades, dónde debían realizarse las compras para los sacrificios… También estaban regulados los espacios para orar y quienes podían estar en cada uno de ellos.
Su grandeza deslumbraba a las personas al visitarlo y después manifestaban su admiración por las cosas materiales que había en él. Lo comprobamos en LUCAS 21, 5-6: [En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo:
-Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.].

Este texto nos ayuda a descubrir qué tiene valor eterno y qué no, las piedras y los exvotos se pueden comprar con dinero y destruirse por acciones humanas perversas o por los efectos de la climatología con el paso de los años pero las buenas obras, aunque sean las más sencillas y humildes, siempre alcanzarán un gran valor ante Dios pues quienes ayudan con lo poco que tienen vale más que lo que dan quienes se desprenden de aquello que les sobra.
Cuando les habló Jesús de la destrucción que se avecinaba les dio las claves para que permanecieran tranquilos y para que no se fiaran del primero que les anunciara, con la inminente llegada de catástrofes, la destrucción del orden que había.
Por todos estos hechos el culto se apartó del verdadero sentido que debía tener, se convirtió en un negocio de gran volumen y así, quienes intervenían en él, sólo pensaban en sus beneficios monetarios. Por esa razón Jesús protagonizó la escena de los “cambistas”, fue una forma violenta de protestar contra los poderes oficiales que habían convertido el lugar y el acto de la adoración a Dios en un mercadeo vergonzoso.
El pueblo judío realizaba las prácticas religiosas tradicionales pero éstas fueron cambiando con el paso de los años y esa evolución es palpable si se analiza el formato religioso judío de entonces y el cristiano actual.
Los problemas religiosos siempre han estado presentes en el pueblo y por esa razón el profeta Malaquías los conminó a cumplir correctamente los mandatos del Señor comunicándoles que si no cumplían serían castigados cuando les llegara el día final y, por el contrario, que quienes sí lo hicieran serían premiados.
Los profetas actuaban para guiar a las personas cuando se desviaban debido a que estaban cansadas de cumplir los preceptos y de recibir como premio los golpes que la vida da a veces, mientras comprobaban que quienes vivían al margen de toda ley y justicia triunfaban.
Con el paso de los años, en nuestros días también, se sigue repitiendo la historia y por esas realidades se debilita la fe y aparece la crisis espiritual en quienes sufren.
El trabajo se convierte en instrumento de justicia cuando permite al hombre realizarlo cada día para ganar el sustento y dar de comer a su familia, por eso lo recomendaba Pablo pues si las personas eluden la responsabilidad de ir cada día a trabajar ponen en peligro la convivencia al no poder dejar de comer y si no lo hacemos será la comunidad quien tendrá que ayudar a quienes pasen por esos malos momentos, unos por culpa de la situación lamentable del mundo laboral y otros porque no están dispuestos a doblar el eje. Si la responsabilidad de ayudar al necesitado es de la comunidad cristiana también deben de saber los que la forman que todos deben participar en la realización de las tareas colectivas.
Los discípulos, hombres normales, interpretaron mal a Jesús cuando les habló de la destrucción que se avecinaba pues creyeron que el “fin del mundo” estaba detrás de la esquina y la realidad era otra diferente: Anunciaba el final de una cultura religiosa, la judía, y el comienzo de otra nueva, la cristiana. Con ella vendría la salvación del hombre pero no se realizaría con un cambio radical sobre lo anterior sino mediante la maduración lenta de un proceso previo… ¿Estamos contribuyendo a esa maduración lenta del proceso que nos enseñó Jesús?
Creo que no y el fallo es de todos pues hacemos muchos planes para el día de mañana y nos olvidamos de que debemos cimentar bien el presente si queremos llegar a vivir con éxito el futuro. Por ejemplo: Si durante nuestra vida laboral nos despreocupamos de cotizar al fondo de pensiones… ¿Qué paga cobraremos cuando nos llegue la jubilación?

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