sábado, 9 de noviembre de 2019

LA MUERTE… ¿Y DESPUÉS QUÉ?


Colaboración de Paco Pérez
¿QUÉ NOS ENSEÑÓ JESÚS?
¿Creemos en la resurrección o nos ocurre como a los saduceos?
Éstos no creían, nosotros decimos que sí pero si las circunstancias nos colocaran frente una decisión crucial para nuestra vida, lo que ocurrió a los siete hermanos Macabeos, y tuviéramos que tomar en unos momentos la decisión radical de tener que elegir entre seguir fieles al Señor y morir por Él o negarlo para transitar junto a las bondades de la vida... ¿Qué decisión tomaríamos?

Los saduceos le mostraron a Jesús el argumento con el que podían  demostrar su no creencia en la resurrección, lo hicieron con un ejemplo y está recogido en Lucas 20, 28-33:
[Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.].
Ellos con su planteamiento erróneo le facilitaron a Jesús la oportunidad de clarificar lo que sucederá después de la muerte. Leemos Lucas 20, 34-36:
[Jesús les contestó:
- En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección.].
Antes de Jesús la muerte había sido dogmatizada por quienes tenían capacidad para influenciar en la sociedad y para hacerlo se sustentaban en hechos abominables que sólo se sostenían en pie porque el nivel cultural del receptor era tan pobre que los encargados de dirigir el rumbo de su espiritualidad los llevaban y traían a donde querían. Éstos dieron pie a una creencia errónea sobre el más allá pues estuvo basada en los sacrificios humanos que se hacían para agradar al dios pagano Moloc en la Gehenna, el valle que rodeaba la ciudad de Jerusalén… ¿Cómo podían matar a las personas para ofrecerlas en sacrificio a su dios?

Esas acciones lamentables que realizaron en ese lugar empujaron a los profetas a maldecir el valle y así, con el paso de los años, fue considerado como el lugar en el que estaba localizado un “infierno de fuego” al que iban a parar las personas que realizaban malas acciones durante su vida. Por la divulgación de esa idea el pueblo de Israel creía que al morir las personas bajaban al "sheol", lugar situado en las profundidades de la tierra o de las aguas, a él irían las personas buenas y las malas después de morir, donde estarían sin recibir premios ni castigos.
Esta creencia estaba instaurada en el pueblo pero un poco antes de la venida de Jesús ya se comenzó a plantear que después de la muerte habría premios o castigos para las personas según el buen o mal comportamiento que hubieran tenido.
Jesús también habló del momento final de la vida y del después de ella en la línea de la tradición del pueblo de Israel pero no lo hizo confirmando que era una verdad definitiva… ¿Por qué?
Porque Él transmitía el mensaje de que debíamos tener fe en el Padre y confiar en que la muerte no es el punto final que se pone a nuestra vida sino una puerta que se cierra y otra que se abre cargada de esperanza pues entraremos en un algo diferente.
Cuando Israel fue dominado por los griegos Seléucidas, los judíos los recibieron bien pero cuando su rey quitó al sumo sacerdote de su función pastoral para alejar a los judíos de sus tradiciones religiosas, el pueblo se sublevó y los enfrentamientos llevaron a muchos judíos hasta el martirio. El hechos más cruel estuvo en la muerte de los siete hermanos Macabeos, ninguno renegó de sus principios religiosos sino que comunicaron a los verdugos que no quebrantarían la Ley y que mantendrían su confianza en el Padre porque les devolvería la vida después de la muerte. Lo comprobamos en:
2 Macabeos 7, 9: [Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el rey del universo nos resucitará para una vida eterna.].
2 Macabeos 7, 14: [Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida. ].

Pablo nos invita a confiar en el Señor pues por el gran amor que nos tiene nos consolará en los momentos delicados que nos presente la vida, nos dará la esperanza que necesitamos para luchar confiados en que todo se arreglará y así, con estas ayudas, podremos seguir nuestro camino haciendo el bien a los demás.
También nos aconseja que perseveremos en la oración para que el Señor nos libre de los peligros que nos acechan y nos ayude a seguir contribuyendo a que la palabra de Dios siga divulgándose.



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