sábado, 18 de abril de 2020

2º DOMINGO DE PASCUA


Colaboración de Paco Pérez
RESUCITAR DE LA OFUSCACIÓN NOS TRANSFORMA
La muerte de Jesús causó un impacto tan tremendo en los discípulos que no pudieron reaccionar acertadamente a esa realidad pues no habían entendido aún, después de estar tres años junto a Él, sus enseñanzas. Esa realidad los empujó a encerrarse atemorizados porque temían por sus vidas.
Al presentarse a ellos resucitado quedaron impactados de nuevo pero esta vez de manera positiva pues, cuando convivieron con Él y les habló, entonces recordaron las palabras y mensajes que les dio antes y cambiaron.

Lo que más les ayudó a comprender la grandeza de Jesús fue el comprobar que aunque no habían estado a su lado durante los hechos que ocurrieron con anterioridad a su muerte y, en ella, que Él, a pesar de todo, se acercara a ellos y no les reprochara nada, es decir, que no les tuviera en cuenta esas acciones… ¡Los había perdonado!
Por ello, ahora sí comprendieron la realidad de su grandeza, se transformaron y su reacción fue inmediata: Salieron sin miedo a predicar que Jesús estaba vivo y que Dios lo había resucitado.
Este cambio radical hizo que su fe los llevara a convencer a quienes se les acercaban pues predicaban con tanto convencimiento y hacían tantos prodigios que el número de hermanos crecía a diario. Así se formaron las primitivas comunidades cristianas y en todas había una línea común: Eran constantes; escuchaban la Palabra; vivían unidos y lo tenían todo en colectivo; vendían las propiedades y lo repartían entre ellos, según la necesidad de cada uno; todos los días acudían al Templo unidos, celebraban la fracción del pan en las casas, comían juntos y alababan a Dios con alegría. Con este comportamiento consiguieron que el pueblo los respetara.
El comportamiento terrenal de las personas debe mantenerse firme y así, empujados por la fe, seguir una línea coherente para que, cuando nos llegue el momento final, el Padre nos acoja con su misericordia infinita.
No obstante, deberemos ser conscientes de que, durante nuestro caminar diario, recibiremos pruebas que nos harán fallar si no tenemos la fe necesaria para vencerlas.
Tomás, cuando recibió de los apóstoles la noticia de que Jesús había estado con ellos durante su ausencia, se mostró incrédulo y necesitó de pruebas físicas para aceptar que había resucitado. Otra muestra del perdón de Dios la encontramos en la nueva oportunidad que Jesús concedió a Tomás al permitirle comprobar su petición.
Para creer es necesario tener fe, el gran problema del hombre, porque como ésta no se compra en el comercio pues necesitamos estar muy convencidos de algo para que nuestra creencia se afiance. La respuesta de Jesús hizo cambiar a Tomás y es la demostración de que necesitamos algo donde agarrarnos, cuando estamos perdidos, para tener fe, Tomás necesitó tocar para creer, y por eso proclamó Jesús la grandeza de aquellos que “creen sin ver”… ¡Esa es la fe auténtica!
En nuestros días… ¿Cuántas personas necesitan visitar a diario el templo parroquial para tocar las imágenes? ¿Esta forma de actuar es cristiana?
Jesús nos dio todas las respuestas pero no las hemos escuchado nunca o nos hacemos los sordos para seguir acomodados en una religiosidad sin compromisos serios con el prójimo.
La creencia, antes de Jesús, tenía un formato que era enseñado por las autoridades religiosas, doctores de la Ley y sacerdotes, y, respetado por el pueblo, a éstos les daba la práctica unos buenos beneficios para vivir bien mientras el pueblo padecía. Cuando Él predicaba intentaba hacerles comprender con buenas formas qué era prioritario y qué no pero ante la dureza de entendederas no tuvo otra opción que mostrarles el camino de manera violenta en la escena del mercadillo que había en el atrio del Templo. Alguien tenía que comunicarles que no era correcto el cumplimiento religioso que les habían enseñado.
Pues bien, me parece que ya va siendo hora de enfocar correctamente el mensaje de Cristo y, partiendo de nuestra realidad actual, se dé a nuestras prácticas, a la luz de la Biblia, una correcta orientación para que todos aprendamos a “creer sin ver”.  

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