martes, 14 de abril de 2020

¿QUÉ FINAL TENDRÁ “CÓVID-19”?


Colaboración de Paco Pérez
Capítulo I
 EL DILEMA DE LOS ESPAÑOLES
Desde que saltó a las redes sociales el “Coronavirus” comenzamos a preocuparnos por la desgracia que estaba azotando al pueblo chino pero, la verdad, como somos tan egoístas y vivíamos tan lejos de ese pueblo pensábamos que no llegaría a nosotros, no nos inquietamos y continuamos con nuestro día a día, tranquilos y haciendo lo cotidiano.
Un tiempo después, y poco a poco, nos fueron llegando nuevas noticias sobre la evolución de la enfermedad allí, las medidas radicales que iba tomando el Gobierno de China, el poder tecnológico que nos mostraron al construir un gran hospital en pocos días, la posterior declaración de epidemia, las advertencias que comenzó a comunicar la OMS a los “gobiernos y a la población mundial”, cómo iban apareciendo en otros países cada día más casos, la declaración de “Pandemia” y cómo se habló menos de “Coronavirus” desde que la “comunidad científica” lo bautizó como “Covid19” para diferenciarlo de las anteriores cepas de la misma familia que también hicieron historia.

Nuestros maestros, ante la novedad del momento, lo comentaban en sus aulas con el alumnado y, como en los domicilios y en la TV también se hablaba de lo mismo pues los peques, cuando en clase dibujaban y coloreaban, comenzaron a mostrar en ellos la idea que habían interiorizado de “Covid19”. Con esos ingredientes, durante un tiempo, la inocencia infantil alegró con sus obras plásticas el día a su “seño” y en casa a sus padres y abuelos pero, cuando España se vio zarandeada por la cruda realidad, estas obras de arte quedaron colgadas en las aulas o en sus dormitorios como un recuerdo feliz, la ciudadanía se olvidó de los días felices y comenzó a interiorizar las dramáticas escenas que se emitían en TV con los hospitales saturados de enfermos, las gigantescas morgues que se habían habilitado de manera atropellada por el desbordamiento que sufrían las funerarias y tanatorios, las imágenes tristes y silenciosas que ofrecían los parques sin niños y mayores, los balcones de nuestras casas en pueblos y ciudades ofreciendo espectáculos originales para animar al vecindario, los supermercados muy concurridos y con escenas de angustia que nunca vivimos, un Gobierno diezmado porque había en él algunas señoras enfermas y señores en “cuarentena” que no la respetaban y… ¡El Senado y el Congreso cerrados!
Después de esta última realidad me pregunté:
¿Cómo es posible que sus señorías no estén trabajando ahora por España cuando nos falta de todo y lo único que tenemos en positivo es la cuenta corriente del miedo? ¿Es una razón suficiente para cerrar por el hecho real de que no haya la separación establecida como necesaria entre los escaños?
El capitán es el último que abandona el barco, por ser quien es, pero ellos no han seguido ese criterio y, sin ánimo de desearles nada malo, considero que siendo el argumento cierto también lo es que sí están trabajando sin descanso otras muchas profesiones de verdadero riesgo para atender las necesidades de la población y, además, haber estado haciéndolo antes sin distancias preventivas y sin haberles suministrado las autoridades- ustedes los son- materiales suficientes de protección: Sanitarios, farmacéuticos, guardias civiles, policías, militares, bomberos, tenderos, panaderos, transportistas, funerarios, sepultureros…
Señorías, si todos estos profesionales hubieran hecho igual que ustedes… ¿Cómo estaríamos ahora en España?
Como homenaje a ellos, tengan el gesto de devolver el dinero que han cobrado durante el tiempo que estén lejos del escaño o regresen ya, como han hecho los albañiles sin saber si están afectados o no y, cuando ya estén sentados en el sillón que tanto temen perder, sean responsables y exijan al Gobierno que responda a los muchos porqués que preocupan a la ciudadanía y  aconsejen a sus componentes que abandonen ya el teatro y nos hablen de cosas serias: Número total de víctimas y afectados, proyectos reales para la recuperación de la económica, actuaciones que eviten nuevas situaciones como la que tenemos ahora...
Con las desgracias siempre ocurre lo mismo que, mientras la preocupación y el dolor están muy presentes en la mayoría de las personas, aparecen otros individuos que las utilizan para difundir mentiras, especular con la escasez y la necesidad, montar con el virus sus gracietas para conseguir con sus montajes unos días de éxito en las redes. Estos irresponsables no deben saber que en Villargordo es muy popular esta expresión… ¡En la vida todo se paga, incluso la risa!
Todas las obras literarias o las películas tienen una parte inicial en la que se nos van mostrando los protagonistas, una intermedia en la que van ocurriendo los hechos que le dan contenido y por último llega el momento del “Fin”. Con “Covid19” no iba a ser de otra forma y por eso cuando llegó la escenificación real y cruenta del momento cumbre, los enfermos y muertes que aparecían cada día en cualquier país, como ya nos afectaba pues entonces fue cuando comprobamos, por los casos que también nos aparecían, que el “desenlace” no tendría el tinte suave que suponíamos y sí muy trágico, el que no gusta a la inmensa mayoría del público y tampoco, sin temor a equivocarme, a la totalidad de los españoles… ¿Cuándo comenzamos a pensar así?
El día que los medios nos fueron alertando de lo que ya teníamos encima y previniendo que pudiera ser más grave de lo que se nos decía desde el Gobierno.
Para algunos cinéfilos, las películas de final incierto son las mejores porque ofrecen a los espectadores la oportunidad de profundizar en sus mensajes y después, ayudándose éstos con las sutilezas que se muestran en ellas y de una buena dosis de objetividad, puedan construirse otro final. Pues bien, siguiendo esos criterios, sigo asistiendo cada día en los medios y en la realidad local, la proyección de la película “Covid19” y compruebo que no son sutilezas lo que se nos ofrece sino detalles burdos.
En TV se nos vienen ofreciendo comparecencias de los miembros del Gobierno muy largas – el Sr. Presidente habló en una durante 50 minutos y un comentarista dijo después que le sobraron 45- en las que no se concretan soluciones, no aceptaban preguntas libres y sólo respondían a las filtradas, es decir, las que no los comprometían; anunciaban que los profesionales tenían los materiales de protección necesarios pero ellos denunciaban que no, la prueba está en el elevado número de ellos que han enfermado o muerto; afirmaban que se estaban haciendo pruebas pero la realidad era otra, no hay suficientes test para hacerlas a todos y, unos días después, cuando llega el primer envío nos encontramos que sólo tienen una sensibilidad del 30%, nos engañó el Gobierno y la empresa china a él; cuando el número de infectados y muertos iba aumentando a un ritmo dramático los técnicos empezaron a realizar anuncios sobre los “picos” de estabilidad pero otro día los registros subían, en fin, un desmadre organizativo.
Con estas realidades, el final feliz que me estaban empezando a construir se vino abajo y dio paso a otro cargado de pesimismo porque entonces recordé la metáfora que años atrás nos regaló el señor Zapatero durante la última crisis económica: [Ya se ven algunos “brotes verdes”.]. Todos sabemos lo que nos ocurrió más adelante. Por estos recuerdos y cargado de objetividad opino que no me sorprende que algunos medios reclamen transparencia al Gobierno pues consideran que si se hubieran aprovisionado en enero del material sanitario necesario y hubieran testado en tiempo real a los sintomáticos y asintomáticos pues, tal vez, ahora no tuviéramos tantísimos muertos. En su día se conocerán los datos estadísticos comparativos sobre la incidencia de “Covid19” en el mundo y en España por comunidades y provincias, tomando como referencia la población y los números exactos de afectados y muertos.
Por todo lo expuesto, y apoyado en las pistas poco fiables del guión de la película, reconozco que no puedo elucubrar un final feliz sino incierto y negro para España y los españoles… ¡Ojalá me equivoque!


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