sábado, 25 de abril de 2020

3º DOMINGO DE PASCUA


Colaboración de Paco Pérez
EL VIAJE DEL CRISTIANO
Los cristianos debemos entender que la conversión y la evangelización  son el “camino” por el que nos desplazamos durante el viaje de la vida, él tiene un comienzo y un final.
¿Qué hacemos antes de iniciar nuestros viajes?
Lo primero de todo es saber para qué los hacemos y después realizamos la planificación. Estos dos puntos también deben marcar nuestra trayectoria cristiana desde que nos bautizan y después, viviendo el día a día, pasamos por una serie de etapas hasta que nos llega el momento final. En ese trayecto entra la etapa formativa inicial, la que no fue ni es enseñada con nitidez, y por eso no es percibida como es la realidad sino en abstracto; no es cómoda ni fácil sino  difícil y sufrida; alegre o triste, ilusionante o deprimida… ¿Por qué?

Porque en función de cómo se nos presente el mensaje y de nuestra buena disposición y capacidad para asimilar el hecho cristiano así será también nuestra evolución y aceptación de la realidad que de ella se deriva, pasar a la práctica o acomodarnos a la placidez de la vida.
Debemos fijarnos en lo que hizo Jesús durante su vida pública, cómo acabó en Jerusalén y porqué pero no en cómo respondieron sus seguidores por no comprender el verdadero sentido de su MUERTE, huyendo o escondidos, a pesar de todo lo que vivieron y aprendieron a su lado.
Como Dios tenía una buena planificación pues Jesús, después de resucitar, se presentó a ellos en Jerusalén y Emaús, con esos encuentros les ayudó a recordar y a comprender lo que les había anunciado antes y no supieron valorar.
Después, Pedro y los diez salieron a la calle y se presentaron con valentía ante el pueblo para hablarles del hecho consumado de la muerte de Jesús, el HIJO de Dios. Les explicaron que todo se había ajustado a los planes de Dios y les recordaron que ellos habían permitido que sucediera, habiendo sido testigos de su pues Él sólo había hecho cosas buenas en nombre del Padre. Por esa razón, Dios lo rescató del abismo de la muerte, resucitándolo.
En sus explicaciones, Pedro retrocedió hasta David, profeta y rey, al que Dios comunicó, muchos años antes, los hechos que ellos estaban presenciando en aquellos días, es decir, les quiso aclarar que nada de lo ocurrido había sido un hecho casual sino el fruto de algo que estaba programado por Dios desde el comienzo de los tiempos.
También les aconsejó sobre lo que debían hacer para caminar cada día por la vida: No sentirse cautivos de los prejuicios culturales del pasado, saber valorar las cosas materiales en su justa medida para impedir así que éstas nos esclavicen y no olvidar jamás que Dios nos salvó con un gran acto de amor hacia nosotros… ¡La muerte de su Hijo!
El cristianismo es “camino” pero entendido como la trayectoria que recorre el cristiano siguiendo el ejemplo vital de Jesús: Ayudar al prójimo y sufrir la incomprensión, la injusticia, la condena y la muerte.
Si el Reino de Dios es el destino de nuestro viaje final y no vamos a poder hacerlo cargados de riquezas terrenales me pregunto… ¿Es saludable acumular lo efímero si para ello tengo que hacer daño a otras personas y apartar a Jesús de mi vida para que mi conciencia quede adormecida y no me recuerde el mal que hago?


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