viernes, 3 de abril de 2020

DOMINGO DE RAMOS


Colaboración de Paco Pérez
JESÚS ES ACLAMADO COMO MESÍAS
Isaías, un hombre del Señor, les enseñaba cómo cumplir sus mandatos: Caminando con humildad, sabiendo escuchar a quienes nos hablan, regalando las palabras que den ánimo a quienes lo necesitan y nos escuchan, aceptando la violencia con la que nos reciben algunos y ofreciendo la otra mejilla y, si nos insultan, no dando la espalda a quienes lo hacen ni escondiéndonos pues el Señor siempre estará a nuestro lado.
Con el paso de los años esa línea de predicación se repitió con Jesús pues también predicó a los hombres la práctica de “amar y perdonar”, “curar a los enfermos”, “acoger a los marginados sociales”, “no promover revueltas”, “ser justos”… ¿Podían ser peligrosos estos consejos y prácticas?
El pueblo lo acogió bien pero quienes dominaban el poder religioso, político y económico comenzaron a verlo como un peligro… ¿Por qué?

La religión establecía para el arrepentimiento y el cumplimiento de quienes iban descarriados unos sacrificios pero Él no se ajustaba a esas normas sino que se reunía con ellos para hablarles y compartir, no les exigía nada ni les hacía reproches, les aconsejaba cambiar pero lo hacía sin presiones y por eso unos se marchaban y otros se quedaban junto a Él.
En aquellos tiempos la religión estaba viciada, no se ajustaba al mensaje de Dios y lo peor de todo es que quienes estaban al frente creían que la verdad era suya y que Jesús era un impostor.
Los cimientos de la política también temblaron cuando Él apareció enseñando a las gentes sencillas su mensaje de cambio personal y proclamando que el “Reino de Dios" estaba cerca.
¿Cómo podía entender el representante del “Imperio de Roma” que Jesús hiciera esto para cumplir la voluntad de Dios si el Cesar le imponía a él gobernar de manera contraria, es decir, con totalitarismo y guiado por los impulsos de su voluntad? ¿Qué reino era el suyo?
Las enseñanzas de Jesús eran pacíficas pero totalmente contrarias a lo que practicaba “Roma” y por eso fue considerado un peligro para sus intereses.
La “religión” y la “política” tenían un punto común, la “economía”, y ese tema, para perdición de la humanidad, era entonces, y aún los es, demasiado goloso para quienes actúan al margen de Dios.
El Templo de Jerusalén lo habían convertido en una fuente de ingresos grande para los que vivían de la religión y para el Imperio. Todo marchaba muy bien para ellos pero vino Jesús y un día actuó violentamente contra quienes vendían y cambiaban monedas en el mercadillo que había instalado en el “atrio” del Templo y, mientras los reprendía, les decía: [Escrito está: Mi casa será llamada casa de oración, pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones (Mateo 21, 13).]. Los entendidos afirman que este gesto no iba dirigido a quienes recibieron los efectos de su acción sino al poder político y religioso.
Esta es la realidad que se fue gestando durante los años que Jesús estuvo predicando el “Reino de Dios” y con este ambiente crispado subió a Jerusalén para la fiesta de “Pascua”. En ella recordaban que 1513 años antes de Jesús el pueblo escogido abandonó Egipto. Por esa razón la celebración de esta fiesta podía entenderse como símbolo de la “LIBERACIÓN del SUFRIMIENTO” que allí vivieron y del “CAMINAR con ESPERANZA” para conseguir una “VIDA NUEVA y MEJOR”.
¿Cuándo se reunió Jesús a cenar con sus discípulos fue para cumplir con la tradición o lo hizo por otra razón?
Como los entendidos profundizan mucho pues nos ofrecen versiones diferentes sobre el verdadero motivo de ella pero yo, como no viajo tan lejos, me quedo más cerca y también ofrezco mi versión: Enseñarnos a compartir en familia los problemas y los alimentos.
Cuando las familias nos reunimos y comemos… ¿Planteamos también nuestros problemas?
Opino que lo venimos haciendo para celebrar eventos y considero que ya ha llegado la hora de darle un cambio pues creo que cuando acabe la pesadilla de Covid19 sólo lo podrán hacer como antes las familias que no hayan tenido que llorar pero sin olvidarse de quienes sufrieron sus efectos; darán gracias a Dios, por la salud que no perdieron y porque Él ha acogido a todos los fallecidos, y le pedirán que dé consuelo a las familias afectadas.
Es de suponer que para Jesús no fueron una sorpresa los acontecimientos que ocurrieron después pues sabía que al denunciar la injusticia que había en la sociedad, para cambiarla e intentar así construir otra mejor, no agrada nunca a los poderes fácticos que gobiernan con injusticia los destinos de las personas. Por eso acabó en la CRUZ y lo que hacemos en nuestros tiempos es un fiel reflejo de lo que sucedió entonces pues la MENTIRA y la INJUSTICIA se siguen utilizando sin miramientos para que la VERDAD no resplandezca.
Lo que Jesús hizo por las personas no se lo tuvieron en cuenta éstas pues, cuando les llegó el momento de estar a su lado, lo vendieron, no lo acompañaron en su dolor cuando oraba, huyeron de su lado, lo negaron, lo insultaron, prefirieron a Barrabás
Pablo nos recuerda que Jesús se comportaba como un hombre cualquiera, a pesar de su condición divina, razón por la que se puso a la altura de los más humildes y acusado injustamente fue condenado a morir crucificado, recibiendo la peor de las muertes.
Dios no lo abandonó y lo encumbró donde le correspondía.









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