viernes, 15 de mayo de 2015

¡¡¡QUIERO COMER!!!

Colaboración de Paco Pérez
¿Os sorprende la exclamación que abre la publicación?
Pues no debemos pensar así porque haberlos los hay y, desgraciadamente, son más de los que nos imaginamos cuando no tenemos conocimiento de ello y, sobre todo, porque los que verdaderamente están en esta situación no se atreven a manifestar abiertamente su necesidad, se acercan en silencio y de manera tímida… ¿Quién se atrevería a rechazar la petición de una persona que le dijera, quiero comer?

En Villargordo hemos tenido hace poco una experiencia muy desagradable, supongo que muy pocos conocerían la verdadera situación de la persona aludida porque de saberlo sería grave el haberlo ocultado a las autoridades locales, a Cruz Roja, a Cáritas o a la opinión pública.
En las grandes poblaciones que visito habitualmente, Jaén o Nerja, la presencia de los “indigentes” o “pedigüeños” en las calles es frecuente y en Villargordo conocemos que Cáritas y Cruz Roja reparten alimentos a quienes los necesitan. Estas dos asociaciones no reparten sus ayudas al “zurro pelao”, no. Lo hacen ajustadas a las normas que ellas establecieron como medidoras y con ellas se guían para ayudar a quienes cumplen los requisitos que se les pidieron para recibirlos. Ya va siendo hora de que los villargordeños desaprensivos sean justos con quienes están colaborando de manera altruista con ellas. Éstos pueden equivocarse, pueden, pero si eso ocurre es porque quienes reciben los alimentos falsearon su declaración documental… ¡¡¡A éstos es a quienes hay que denunciar y no rajar a los voluntarios!!!
Hace unas fechas caminábamos por Nerja y se nos acercó un señor de unos treinta y tantos años, vestido con normalidad, sin aire de indigencia, aseado, con gafas de ver, delgado, tímido, hablaba muy despacio y arrastraba un carro de la compra mediano. De pronto nos llamó la atención así:
- Señora, por favor… ¿Me puede atender un momento?
Yo, que formaba un todo con ella por ir cogidos de la mano, me sentí como marginado por su forma tan particular de presentarse y le dije:
- Por favor, que somos dos… ¿Por qué se dirige usted a ella y me deja a mí a un lado?
– Usted perdone, es verdad lo que dice.
Entonces le pedimos que manifestara lo que deseaba de nosotros. Nos llevamos una sorpresa monumental cuando nos relató que vivía en Málaga capital, que había perdido su trabajo, que tenía una niña pequeña que alimentar, que no podía hacerlo y que venía desde allí en busca de comida porque un amigo le había aconsejado que lo hiciera. Estaba sofocado el muchacho cuando nos comunicó su situación y nos pidió su ayuda… ¡¡¡Pidió alimentos, nunca mencionó el dinero!!!
Estábamos al lado de una panadería y le rogamos que nos esperara allí, no queríamos que se violentara llevándolo hasta el establecimiento pues hubiéramos presentado su indigencia en sociedad y su pena habría sido observada por más personas. Le compramos algunos alimentos básicos y regresamos hasta donde nos esperaba.
Antes de marcharnos hacia la panadería nos dijo que en un supermercado de la cadena Covirán ya le habían dado otras personas alimentos. Cuando nos abrió su carro, para que le depositáramos la bolsa que Mari le había preparado, comprobamos que lo que nos contó antes era cierto, allí estaban los alimentos nombrados y que dijo haber recibido. Esa visión inesperada que nos ofreció del interior del carro nos alegró mucho y, cuando nos despedimos de él, lo primero que comentamos fue que había sido muy sincero cuando nos mostró su alma, reflejada en la verdad del interior de su carro.
Nos despedimos con un fuerte apretón de manos, nos deseamos mucha suerte, tomamos rutas contrarias y ya no lo hemos vuelto a ver más.
Sabemos que la crisis tiene situaciones ciertas, otras no tanto y otras, un número muy grande, de auténtica picaresca pero un cristiano no debe de ser el juez de quienes nos piden, debemos proceder en conciencia y confiando siempre en que Dios juzgue y nos guíe a la hora de tomar una decisión.
Ahora les voy a mostrar, como ejemplo, un hecho real:
Escrito publicado por BENITO KOZMAN en “ELVIRALERO”, un BLOG de Yahoo NOTICIAS, el jueves 14 de mayo de 2015.
Un anciano enfermo de cáncer llama al 911 (lo que sería el 112 de España) porque no tenía nada para comer.
Cuando Marilyn Hinson recibió la llamada en ese servicio de emergencias para el cual trabaja, no podía dar crédito a sus oídos. Quien pedía ayuda no era la víctima de un accidente o un crimen, ni el dueño de un perrito atrapado en algún lugar, sino un anciano enfermo… y hambriento.
Clarence Blackmon, de 81 años, llamó al servicio de emergencias porque no tenía comida y había regresado a su casa después de pasar meses en el hospital recibiendo tratamientos para el cáncer de próstata que padece desde 2008. Vive solo en Fayeteville, Carolina del Norte, y al llegar se percató de que no tenía comida.
"Yo no puedo hacer nada. No puedo ir a ninguna parte. No puedo salir de mi maldita silla" -dijo Blackmon en su llamada.
El anciano le pidió a Hinson que fuera a la tienda y le comprara cualquier cosa de comida, pues cualquier alimento lo ayudaría, con la promesa de pagarle. Antes había intentado que el mercado local le llevara la comida a su casa, pero el establecimiento le pidió un depósito de dinero que él no podía pagar.
Su pedido tocó muy de cerca a la empleada de emergencias, quien sabe lo que es estar hambrienta.
"Él tenía hambre", dijo Hinson en declaraciones a ABC News: "He tenido hambre. Mucha gente no puede decir eso, pero yo sí y no puedo soportar que una persona tenga hambre."
Blackmon le dijo a Hinson que lo único que quería era un repollo, unas latas de frijoles y remolacha, palomitas de maíz, jugo de tomate y refresco Pepsi.
Lisa Reid, supervisora de Hinson, revisó los registros existentes del anciano y comprobó que estaba enfermo y no tenía familiares en el área.
Con la autorización de Reid, Hinson fue a un mercado y compró los alimentos. Luego, acompañada de agentes de policía de Fayetteville –previendo una situación inesperada en caso de que el pedido de ayuda hubiese sido falso-, le llevó la comida a Blackmon en persona.
Hinson le preparó un sándwich de jamón, que él dijo que sabía a gloria, y le dejó un par, además, preparados para más adelante. "Fue como el zumbido de un pequeño milagro en mi oído", dijo Blackmon. Pensé… ¡Jesús respondió a mis oraciones!
Blackmon trabajó durante más de 40 años para una compañía de petróleo. Su esposa, Wanda, murió en 2011 de cáncer y el anciano perdió la casa el año pasado, al no poder pagar las deudas pendientes.
"Doy las gracias al Señor por tener a Wanda durante el tiempo que la tuve, pero le echo de menos y a nuestra casa", declaró el anciano a The Huffington Post. "La vida es impredecible y por desgracia, no es más fácil a medida que envejecemos."
El anciano pronto recibirá los cuidados de una enfermera, quien lo visitará dos veces por semana. Las autoridades locales coordinan ahora con la iglesia local para asegurar que Blackmon reciba la ayuda que necesita.


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