domingo, 31 de mayo de 2015

LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Colaboración de Paco Pérez
Los grandes hombres de la historia de la Iglesia siempre han elaborado frases con las que intentar explicar el gran misterio de la “Santísima Trinidad” y hacerlo más entendible a los hombres. Si lo logramos entonces sería importante que nos convenciéramos de que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo forman una misma unidad y que ésta se han ido manifestando al hombre por separado y en el momento adecuado, es decir, cuando hacía falta y de la manera más fácil. La Biblia es un camino útil para comprobar si lo que afirmamos es o no es verdad, pues seguiré por ese camino para ayudar a su comprensión:

El Padre aparece al comienzo de los tiempos en el Paraíso, con Abraham, intimando con los profetas, hablando con Moisés, liberando de la esclavitud que padecía en Egipto al pueblo de Israel…
El Hijo se nos presenta de una manera más fácil para las entendederas humanas pues viene a enseñarnos, con su ejemplo de vida, qué es lo que debíamos hacer los hombres y que no para entrar en el Reino de los Cielos. Él fue un maestro práctico y no teórico pero no fue comprendido y por ello sufrió la detención, acusación, condenación y la muerte en la cruz. Después, ya lo había anunciado antes de morir, RESUCITÓ y se mostró a los apóstoles.
El Espíritu Santo también entra en escena en esta última etapa de Jesús, se presenta a los apóstoles que estaban encerrados por miedo a las represalias y les empuja a recuperar la confianza perdida, a no tener miedo y a dar testimonio de lo que habían visto y oído cuando seguían a Jesús.
La Santísima Trinidad es una evidencia en la que Dios, UNO, se nos manifiesta de tres formas distintas y en cada una de ellas lo hace de manera diferente porque Él se adapta a la mentalidad y a las necesidades humanas de cada tiempo
Fijándome en lo anterior considero que Dios ya ha cumplido con su parte y que después de la venida del Espíritu Santo nosotros deberemos continuar la labor iniciada por los apóstoles y discípulos de Jesús.
En esas tres etapas ocurren cosas diferentes:
El Padre se nos muestra en el Decálogo como “un solo dios”… ¿Por qué? Porque el hombre tenía un dios para cada circunstancia de la vida de entonces y Él tenía que acabar con esa situación. Con el paso de los años los hombres retroceden y siguen tan confundidos como al principio porque no sabemos si creemos o no, si tenemos un dios o muchos… Por eso nos agarramos a cualquier tontería de la vida y la convertimos en dios: placer sexual desenfrenado, aborto, afán de acumulación, crítica destructiva hacia el prójimo sin preocuparnos por el daño que le causamos…
Cuando el Hijo viene y se nos muestra a diario como ejemplo viviente de comportamiento no lo escuchamos y lo matamos… ¿Hemos cambiado de pensamiento o de comportamiento?
Que cada uno reflexione y se juzgue.
EL Espíritu Santo es una realidad que aparece en los momentos más importantes de nuestra creencia, además de lo dicho, en la Anunciación a María y en el Bautismo de Jesús. Tomando como orientación este último acontecimiento bíblico me he preguntado muchas veces… ¿Por qué se bautizó Jesús de adulto y a nosotros se nos aplica, sin nuestro consentimiento, cuando acabamos de nacer?
Cuando Jesús los convocó al monte de Galilea acudieron los once y no todos estaban convencidos de quién era, ellos también dudaron, pero Él los perdonó. Esta es una muestra de que cuando el hombre duda no debe sorprenderse por ello debido a que Dios siempre es tratado así y Él siempre nos responde con amor, comprendiendo y perdonando nuestras debilidades.

Tener dudas es de humanos y no tenerlas es un problema. Lo es cuando de manera consciente dudamos, persistimos en la duda, nos alejamos de Dios e intentamos destruirlo. Quienes actúan así saben muy bien lo que buscan, necesitan apartar a Dios de su camino para no tropezarse con sus normas, ellas son los obstáculos que les impedirán hacer sus travesuras. Luego, la PALABRA es un obstáculo insalvable para los que aspiran a ser unos “TREPAS” sociales... 




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