lunes, 1 de junio de 2015

EL DOMADOR DE PALABRAS

Colaboración de José Martínez Ramírez
Dedicado al mejor espadachín de diccionarios,
D. Francisco Pérez.


Cuando los verbos se desparraman
el idioma se embriaga de Clicquot.
Cuando los puntos se tornan damas
y los verbos se desmayan por calor,
se inventa con el lápiz ágiles tramas
que suele empezar diciendo… ¡Amor!

En Madrid hay una calle y no es llana…
San Vicente Ferrer, santo y muy varón,
que lleva al “Dos de mayo”, donde tramas
escribió Don Benito Pérez Galdós
en una época convulsa de encrucijadas,
donde ésta también se desarrolló.

Bien sujeta en el cinto su espada
paseaba mi querido profesor
por la plaza que a la turba petaba, 
cuando un gañán llamó su atención
porque lo confundió, debido al arma
que portaba, con el querido de su amor.

Tú eres por quien mi mujer amada
salta y ríe y me trata como a un ratón
y, dándole con el guante en la cara,
le retó a un duelo a muerte el julandrón.
Bajo la luna, las espadas muy afiladas
brillaban y, abotonado el blusón,

se dispuso erguido en aquella plaza
a defender el diccionario y su honor.
Marido lavado y estrenado… ¡Calla
y escucha a este confundido hablador!
Yo no he mancillado a esa petarda,
ni quiero hacer a nadie un cabrón.

Te he conocido por la espada
que cuelga de tu cintura, bribón.
Y, desenvainando ambos sus armas,
se lanzaron uno al otro con decisión.
Desesperada, a lo lejos una dama
gritaba… ¡Parad, parad, por Dios!

Y, para que ningún inocente sangrara,
aclaró la dama aquella confusión;
ya que fue su hermano quién saltara,
ágilmente, a su casa por el balcón.
Así fue como estreno marido la dama
mientras su amante tomaba chinchón.

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