viernes, 12 de junio de 2015

EL TIEMPO

Colaboración de José Martínez Ramírez
Tú, que todo te lo llevas,
nadie te llama ladrón.
Nos matas o nos elevas
y nadie te llama bribón.

Tú, que no existías, te sublevas
con el hombre, pero no ante Plutón.
Una gota de agua en el mar, nueva
e insoportablemente nada, voló.

El atardecer que hiere el mar llega,
con la soledad, a mi cama de plumón.
Perdida, en el momento de la primavera,
de la muerte dulce como un bombón.

Estaba dispuesto a amar y quisiera
morir en versos inmortales de Byron.
Importa lo que has hecho en la acera
de la vida antes de poner el rostro dulzón.

Cuando asoma, ensombrece la niñera
las candelas celestiales de mi balcón.
Trae cogida de la mano, quien fuera
eclipse del entendimiento, la depresión.

A veces me río, pues parece que viera
a la muerte como un inmenso pezón.
Nos vuelve un poco locos y yo quisiera
presentarle a Helena, a Adonis o a Calderón.


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