domingo, 16 de septiembre de 2018

¿QUIÉN ES JESÚS PARA LAS PERSONAS?


Colaboración de Paco Pérez
Jesús, por ser quien era, conocía muy bien a las personas pero también era hombre y necesitaba evaluar el fruto que había cosechado con su siembra del Reino. Aplicando la razón, quienes lo habían presenciado y escuchado todo era los discípulos y, por lógica, ellos deberían responder de manera correcta a esta pregunta que les planteó:
[¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos le contestaron:
- Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.].

Como hombre, esta respuesta lo desmoralizó pues con ella comprobó que sus enseñanzas no habían sido comprendidas y por esa razón tuvo que empezar con ellos una nueva fase de enseñanza. Las palabras que empleó fueron un anticipo de lo que le ocurriría a Él un tiempo después y éstas le causaron tanta impresión a Pedro que le reprochó lo que decía pues consideró que era imposible que le ocurriera eso al Mesías.
La respuesta de Pedro fue fruto de la lógica humana y por eso, aunque él sabía quién era Jesús, todavía no había comprendido la dimensión real de la misión que el Padre había encomendado a Jesús. Pedro lo veía como el Mesías anunciado por los profetas pero lo veía como el liberador de la opresión de los invasores romanos y no lo había entendido como el Salvador que nos liberaría de las miserias que nos atan a lo terrenal para llevarnos al Reino.
Una vez más se prueba, con este texto, que Jesús comprobó que ni los que estaban a diario tan cerca de Él habían comprendido la “verdad de su venida” y por eso, mostrándose como verdadero hombre, se dejó llevar por la impulsividad espontánea que a veces tenemos los humanos cuando increpamos con energía a quienes nos comunican algo inadecuado o irreal, eso hizo Él con Pedro.
Quienes escuchan al Señor suelen comportarse de manera inusual, es decir, no responden a las ofensas que les hacen de manera intencionada otras personas. Isaías enseñó al pueblo de Dios el mensaje que Jesús nos mostró, de manera práctica, después.
Para responder así a las ofensas es necesario que estemos muy convencidos de que el Padre está siempre con nosotros para ayudarnos. Si llegamos a este convencimiento no temeremos a quienes siempre están al acecho de quienes buscan al Señor y trabajan por Él.
Para que estos planteamientos puedan ser puestos en marcha por los hombres será necesario que la FE esté instalada en sus vidas de manera correcta pero la realidad es bien distinta… ¿Por qué pino así?
Porque los hombres hablamos de la FE con una ligereza grande pues cuando hablamos de ella lo hacemos como si tratara de un producto que se compra en el supermercado, lo hacemos en términos de cantidad. Lo digo porque quienes entran en ese terreno se manifiestan convencidos de que tienen mucha, afirman que se siente empujados por esa cantidad y luego, cuando tienen que demostrar lo afirmado, se comportan con un perfil normal o bajo si tienen que dar la cara en temas de práctica familiar o social.
Para mejorar este tema debemos interiorizar que con la FE ocurre como con las plantas: [Primero tenemos que esparcir en nuestra conciencia las semillas que nos regaló Dios, luego cuidarlas y finalmente recolectar la cosecha para que nos ayude a nosotros y a los demás.].
¿Limitarnos a proclamar que la tenemos es el camino?
Jesús nos lo enseñó: [Una FE sin obras es una FE muerta.].
Debemos convencernos de que nuestras obras en favor de quienes nos necesitan es el camino y que limitarnos a decir que tenemos mucha fe porque participamos en los actos tradicionales que con tanta relevancia y ostentación se celebran en nuestros días son acciones rutinarias que sólo nos comprometen a acompañar una vez cada año.



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