domingo, 2 de septiembre de 2018

LA MENTIRA DEL FARISEO Y LA VERDAD DE JESÚS


Colaboración de Paco Pérez
Las lecturas, una vez más, nos muestran cómo manifiesta Dios a las personas el camino a lo largo del tiempo.
Moisés, inspirado por Dios, comunica al pueblo de Israel las normas que debían respetar y cumplir para que, llegado el momento, pudieran entrar en la tierra que les tenía prometida el Señor. También les pidió que no dejaran de guardar los mandamientos recibidos y que realizaran su aplicación práctica pues así serían sensatos y sabios, cualidades que le serían reconocidas por las gentes de otros pueblos pues ninguno de sus dioses tenía capacidad de estar tan cerca de ellos cuando lo necesitaban y de regalarles leyes tan justas como lo estaba el Señor.
Pasaron los años y el pueblo judío convirtió las costumbres y tradiciones en preceptos religiosos de obligado cumplimiento, “lavarse las manos antes de comer”.

Los fariseos, muy pendientes de lo tradicional, echaron en cara a Jesús que sus discípulos no guardaban esa norma. Él los reprendió acusándolos de fijarse sólo en lo externo de las cosas, lo que venía de la tradición humana, y no dando importancia a lo que sí la tenía, cumplir con los mandamientos que venían de Dios.
En nuestros tiempos pasa igual, damos mucha importancia religiosa al ir en peregrinación a ciertos lugares, viajar a las romerías, acompañar a las imágenes en procesión pero… ¿Estas actividades son religiosas o tradiciones?
Considero que son actos tradicionales y que no tienen nada que ver con el mensaje de Cristo pues no comprometen a quienes participan nada más que a acompañar a la imagen que da nombre al evento y, cuando se acaban, al día siguiente ya dejan el cumplimiento con los preceptos de Dios para otros o más adelante.
Pablo nos enseña que todo lo bueno y lo perfecto nos viene del Señor, el Padre de todo. Él, como es inmutable, siempre mantiene una línea estable y nunca pasa en su actuación por periodos de oscuridad. Eso le hace ser transparente cuando nos muestra la palabra que nos señala el camino que debemos seguir y nos pide que la pongamos en práctica porque si nos limitamos a escucharla nos estaremos engañando.
Él pide que seamos coherentes con nuestros principios cristianos aplicando lo aprendido, es decir, mostrándonos solidarios con quienes estén acosados por los problemas y sin ofuscarnos con aquello que nos ofrece el mundo como bueno para apartarnos de la verdad.



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