sábado, 6 de abril de 2019

LA CUARESMA-5


Colaboración de Paco Pérez
LA MAYORÍA CONDENA, JESÚS NO… ¿QUÉ HACES TÚ?
Dios planificó para las personas un mundo de ensueño pero nosotros nos hemos encargado de estropear ese plan, poco a poco,  desde el comienzo. Pienso así porque no puedo aceptar el planteamiento de muchos, que el diseñador nos castiga y permite que vivamos en este mundo caótico.
Esta historia comenzó en un espacio ideal para vivir, una mujer y un hombre quedaron ubicados en él para que lo disfrutaran y, además, recibieron de Dios una Ley que debían respetar… ¿Aparece en este relato bíblico algún punto en el que se establezca una diferenciación de responsabilidades entre ambas personas?

La mujer fue puesta por Dios junto al hombre en igualdad y con la misión de que le “ayudara” pero no le dio potestad a él para que la subyugara. A pesar de esta evidencia algunos “colectivos” acusan a “nuestra religión” de haber causado a las mujeres mucho daño por el “machismo” de ella pero considero que esta condena es un “mantra” que está montado por personas muy subjetivas que sólo se preocupan de sus intereses y no de averiguar dónde está el origen real de sus males históricos.
Si viajamos con la Biblia al comienzo de los tiempos nos encontraremos en Génesis 3, 4-6: [Y dijo la serpiente a la mujer: No, no moriréis; es que sabe Dios que el día que de él comáis se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal.
Vio, pues, la mujer que el árbol era bueno para comerse, hermoso a la vista y deseable para alcanzar por él sabiduría, y tomó de su fruto y comió; y dio también de él a su marido, que también con ella comió.].
Al desobedecer ambos la LEY sufrieron las consecuencias de su acción, se dieron cuenta del error cometido y entonces comenzó el hombre a tomar medidas preventivas con la mujer porque, debido a su debilidad y capacidad de persuasión, ambos habían perdido el regalo que Dios les hizo.
Inspirados en esta experiencia los hombres establecieron un esquema patriarcal y lo regularon con unas normas egoístas para atar a las mujeres: Ellas serían “propiedad de los hombres”, primero del padre y después del esposo; tendrían el  “deber” de moler el trigo; cocer el pan; cocinar; tejer; hilar; lavar el rostro, las manos y los pies de su esposo; lo satisfarían sexualmente y le darían hijos; permanecerían en el hogar y no tendrían vida social; saldrían a la calle acompañadas y con el rostro cubierto con un velo… Jesús tuvo tiempo de conocer estas formas de comportamiento pues formó parte de una familia judía y vivió en un pueblo pequeño durante muchos años. Con esta experiencia, un día le llegó el momento de evangelizar a la sociedad de su tiempo, comenzó a recorrer los poblados y así fue cómo les enseñó que Él no estaba conforme con el modelo social que los hombres habían establecido para las mujeres. Con su ejemplo nos enseñó que Dios no tenía culpa de la deriva negativa que habían tenido las “relaciones entre los hombres y las mujeres”.
La confirmación de lo dicho viene cuando los escribas y los fariseos llevaron ante Jesús a una mujer que era acusada de “haber cometido adulterio”. Éstos fueron muy injustos porque no le mencionaron al varón y sí “humillaron y condenaron” a la mujer… ¿Por qué le hicieron a ella esta faena?
El comportamiento de estos hombres fue muy grave porque la Torá, el libro de la ley mosaica de los judíos, exigía al varón: [No poseer ni desear a una mujer de otro hombre.].
Lo curioso del hecho fue que una ley en vigor destinada a reprimir un delito de los hombres se aplicara para castigar con dureza a las mujeres y dejara libres de falta a los hombres.
Además de lo dicho había otra razón: [Los romanos no autorizaban que los judíos lapidaran a las personas pero ellos ejecutaban a las mujeres con ese procedimiento.].
Lo que realmente pretendían era poner a Jesús en un aprieto pues si autorizaba la ejecución “iría contra las leyes de Roma” y si lo prohibía entonces actuaría contra la “Ley de Moisés”. Como Jesús no soportaba la hipocresía social que habían construido los varones pues por eso desarmó a quienes la acusaban con esta frase lapidaria, está en Juan 8, 7: [Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: “El que de vosotros no tenga pecado, que le tire la primera piedra”.].
Con estas palabras solucionó el problema que le plantearon, nadie le tiró piedras y se marcharon. Cuando estuvieron solos le habló a ella. Está recogido en Juan 8, 10-11:
[Jesús se incorporó y le preguntó:
- Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?
Ella contestó:
- Ninguno, Señor.
Jesús dijo:
- Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.].
Si leemos con objetividad el texto comprenderemos que la cultura se convierte “por culpa de los hombres” en normas religiosas, en culto, en falsa historia… El tema planteado es una consecuencia de esta realidad y los cristianos, para que no nos zarandeen estas tendencias, tenemos la obligación de beber en nuestra fuente, la Biblia. De hacerlo así comprenderemos, con relatos como el de hoy, que Jesús no fue enviado con la misión de condenarnos sino de salvarnos.
También os quiero llamar la atención sobre la fuerza que tiene la “VOZ de nuestra conciencia”, si la escuchamos. Gracias a ella, los que iban a lapidarla, reconocieron que también eran pecadores y se marcharon.



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