martes, 30 de abril de 2019

LA PEÑA “EL CHURRO”


Colaboración de Paco Pérez
EL BAUTIZO
Capítulo I
Estos breves relatos no se hubieran podido publicar si las cuatro componentes del grupo que viven en el pueblo no hubieran mostrado una buena disposición para contar sus recuerdos y aportar las fotos que conservaban de aquella época. Ellas son: Luci “La Chica”, Mari Carmen “La de Ojirres”, Paqui “La Trapera” y Luci “La Chilanca”… ¡Gracias a todas!
Todos sabemos que una “peña” es un grupo de personas que por razones diversas sintonizan y se hacen inseparables. Los motivos que empujan a sus componentes a unirse pueden ser diversos, tantos como afinidades pueda haber en la vida, y entonces éstas actúan como nexos de unión que las aglutinan. Las circunstancias favorecedoras de estos agrupamientos suelen ser: El barrio, el colegio, los juegos, el deporte, la gastronomía, el trabajo, las fiestas, el arte

El refranero popular es muy sabio y nos da muchas lecciones sobre los temas de la vida pero la verdad es que las personas sólo nos acordamos de él cuando después de pronunciar nuestras sentencias o afirmaciones descubrimos tarde que estábamos equivocados, que la realidad era otra y que ya no teníamos tiempo para rectificar. Entonces, ante ese fracaso, le contábamos a nuestros abuelos/as lo que nos había ocurrido y, con mucha comprensión y cariño, nos aconsejaban para que no repitiéramos acciones similares. Para reforzar la fuerza de sus consejos usaban la sabiduría rancia del refranero popular, uno de éstos decía:
- [No te fíes de las apariencias porque engañan.].
Pues eso me ha ocurrido con la PeñaEl Churro”, me he equivocado con sus componentes de “pe” a “pa” en todo.
¿Por qué hago esta afirmación?
Desde hace unos años Mari y yo visitamos la “Cafetería-churrería Luchy” casi todas las mañanas pero como no tenemos un horario fijo para ir y de vez en cuando viajamos a Jaén para resolver asuntos familiares pues pensábamos que por esa razón no coincidíamos con estas señoras y, con estos argumentos, llegamos a pensar que ese era el motivo de no verlas a diario.
Las relaciones que teníamos siempre fueron muy cordiales y discurrían por el mismo sendero: Saludos de cortesía, charlas breves y, unos minutos después, despedida. En una ocasión hablamos sobre el tema y nos comentaron que ellas no acudían a diario como nosotros pues, desde hace años, son fieles a un acuerdo que tomaron: Reunirse los martes, las que pudieran, para desayunar churros.
Tuvo que transcurrir bastante tiempo para que otro día, observándolas desde lejos mientras nos acercábamos hasta su mesa, yo reparara en el detalle de que ya habían acabado la ingesta del desayuno pero me quedé sorprendido cuando comprobé que el contenido de las tazas sí había desaparecido y que en el centro de la bandeja aún quedaba un ridículo trozo de churro.
Cuando estuvimos ante ellas se me ocurrió decirles:
- ¡Es increíble que tres mujeres no puedan acabar con ese trozo!
Ellas no esperaban mi reacción y su respuesta fue reírse. Como no aclararon porqué les quedaba un churro pues yo consideré que debía ser algo parecido a lo que sucedió hace muchos años en el “Bar Tropezón” con dos clientes, el popular Gilico y su cuñado Manolo Melguizo –ya fallecidos. Estos señores iban todos los sábados a ese establecimiento, desde hacía ya algunos de años, y pedían siempre lo mismo: Dos cervezas y una ración de “gambas a la plancha”. Una noche se las sirvieron nones y el uno por el otro la gamba sin nombre allí se quedó… ¡Ambos fueron dos caballeros pues ninguno se la comió, pagaron y se marcharon dejándola en el plato!
Juanito, que era muy observador, se percató de lo ocurrido y otro sábado decidió repetir el servicio con un número de gambas que fueran nones. Desde entonces la escena se repitió sábado tras sábado y él, sin que nadie se percatara de lo que ocurría, los observaba desde lejos y comprobaba cómo se cedían el comerse la gamba, ninguno aceptaba y siempre quedaba una.
Esta escena, después de un tiempo, comenzó a tener popularidad entre el servicio del bar y ello propició que se representara una escena graciosa después de marcharse ellos. El inolvidable José Losilla trabajaba de camarero allí y, como era muy inteligente, él fue el que la escenificó.
Un sábado estuvo pendiente de ellos para ver qué hacían y, cuando los cuñados salieron por la puerta, él se acercó hasta la barra, se puso donde ellos habían estado y dijo:
- ¡Juanitoooo, dame un botellín que vengo a comerme la gamba de Gilico!
El recuerdo de esta escena me hizo no acordarme del refrán y por eso les dije a ellas que se dejaban el churro porque les pasaba como a Gilico y a su cuñado… ¡Yo creía que ninguna había querido comerse el que quedaba!
Con esta historieta hemos estado de cachondeo durante unos cuantos años pero yo fui grabando al grupo alguna que otra fotografía y anotando los comentarios.  
Una mañana las vimos sentadas, el churro tumbado en la bandeja y ellas muertas de risa porque esperaban que les volviera a reprochar que quedara un churro. No hice eso sino una acción inesperada, la escenificación histórica de José Losilla con el botellín y la gamba de Gilico. Para ello me senté con ellas y llamé al camarero. Cuando éste acudió me dijo: 
- Paco… ¿Qué vas a tomar?
– Una leche manchada calentita, así me podré comer mejor el churro congelado de Mari Carmen –le contesté.
Ellas, al escuchar mi respuesta, salieron dando carcajadas y nosotros, Mari y yo, nos incorporamos al jolgorio.
Un tiempo después les comuniqué que iba a escribir un relato sobre la Peña “El Churro”, se sorprendieron y a continuación lo primero que hicieron fue reírse cuando escucharon el nombre de la Peña, lo vieron muy bien, yo lo di por hecho y la propuesta continuó gestándose.
Cuando llegué a casa, para que no cayera en saco roto lo hablado, abrí una carpeta en la pantalla del ordenador con el nombre de Peña “El Churro”, un documento Word para ir escribiendo los hechos que dieran forma al futuro escrito y poco a poco fui metiendo las fotos que iba realizando a sus componentes y escribiendo los comentarios que ellas me hacían durante nuestros encuentros.

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