sábado, 3 de noviembre de 2012


ESTAMPAS JOCOSAS PROTAGONIZADAS POR "DIFUNTOS”

Colaboración de Paco Pérez

Ayer, por la mañana, acompañé a mi esposa al cementerio. Me gustó la oferta que propuso y acepté, era amplia: reponer agua en los floreros, comprobar cómo estaban las lámparas, andar un poco hasta el recinto y, al concluir la visita al lugar del descanso y del silencio eterno, continuar la caminata para visitar una cafetería y hacer en ella lo propio de esas horas.
Decían los mayores, expertos en refranero porque entonces no había Internet, que “el hombre propone y Dios dispone”. Llevaban razón, los planes que establecimos no se cumplieron de manera total, aunque no me importó mucho el no poder tomar el café previsto.
Voy a mantener lo del descanso eterno pero lo del silencio hay que ponerlo en solfa. Lo digo porque observé que muy poca gente estaba rezando, casi podría afirmar que nadie, y lo que sí palpé es un gran alboroto. Se volvía a repetir el ir y venir con las escaleras, las flores y las lámparas. Todos hacíamos igual, revisar y mejorar. Como se tardaba poco con los arreglos pues el chachareo era notorio, es decir, fue una mañana dedicada a encuentros y saludos con quienes habían venido desde otros lugares.
Cuando terminamos con las visitas a los enterramientos familiares propuse a Mari visitar los de los amigos fallecidos. Como algunos de ellos lo habían hecho en los dos últimos años pues estaban en la misma tanda de nichos y como en las lápidas tienen fotografías pues con otros paisanos comenzamos a recordar algunas de las anécdotas vividas con algunos. Recordamos las vividas con ellos en directo, las que nos contaron otros y las que todo el pueblo conoce. Algunas de las comentadas:

1.- PROTAGONISTA: Pérez “El viejo”, mi abuelo.
Como es lógico, su nicho no podía dejar de visitarlo y, como era tan popular, pues rápidamente surgieron en la conversación con quienes estaban próximos los recuerdos de sus inolvidables travesuras. Esta es una de las muchas que protagonizó, me la contó Juan Antonio Martos y a Juan Pedro Castellano también se la he escuchado cuando la relata, los hechos ocurrieron en su establecimiento.
Ésta la protagonizó el día que D. Landelino Lavilla nos visitó. Fue un evento histórico para el pueblo porque este señor era, en aquellos días, un político muy importante de UCD, el partido que fundó D. Adolfo Suárez González. El acto tuvo lugar en la discoteca “Don Pancho”.
Esta visita la realizó como un acto de campaña electoral, pronto tendríamos las primeras Elecciones Generales de la incipiente España Democrática, ya las teníamos detrás de la esquina.
Estaban presentes en el local personas que simpatizaban con UCD y otras lo hicieron  por curiosidad: D. Luciano, el alcalde;  Blas “Pancho padre”; Manuel “El Contable”, Juan Trinidad “El Moreno de Campos”; D. Francisco Bautista;  D. Luís Pérez, Comandante de Puesto, Pérez “El viejo”; Antonio “Peñón”; Joselito “Bandoleras” y otros muchos.
D. Landelino dijo que se presentaban tiempos favorables para los olivareros y para el pueblo, en general, si salía de diputado por la provincia y, finalmente, les prometió que se dejaría la piel por Jaén.
Cuando acabó su intervención abrió el diálogo con los vecinos del pueblo y les preguntó por las necesidades del olivar, por sus inquietudes… Les comunicó que había tomado buena nota de ellas para darles solución.
Mientras se estaban sirviendo unas cañas sobre la barra de la discoteca se le acercó Joselito “Bandoleras” y le pidió un cigarro para la boca y otro para la oreja. Ramón “El Sereno” intervino al momento y apartó a Joselito.
Inmediatamente después se siente una voz potente e inconfundible, era la de Pérez “El viejo” que pedía la palabra y, una vez concedida, se dirige a D. Landelino y le dice: En el año 1965 viajé a Madrid, en representación de la Cooperativa del “Cristo de la Salud, para asistir a una reunión de cooperativas, fuimos convocados por D. José Solís Ruiz. Nos dieron un montón de papeles, nos prometieron el oro y el moro y después todo aquello quedó en “leche en vinagre”. Por eso opino que los políticos lo que hacéis mejor es hablar mucho y por eso parecéis papagayos, prometéis más y luego nos ayudáis con nada. Si cree usted que me ha convencido está apañado. Yo ya he pasado por muchos harneros y por eso veo que ahora todos nos habláis de que os dejaréis la piel por el pueblo y luego, cuando salís elegidos, os sentáis en el sillón y la gente sigue igual, sin trabajo y esperando que vengan las promesas que nos hicisteis.
En ese momento D. Luciano se queda mirando a D. Luís Pérez; Pérez “El viejo” se da cuenta de lo que pretende el alcalde con esa mirada, se dirige a su hijo y le dice:
-  ¿Qué te parece, le he dicho algo?
¡¡¡A mí me la van a dar estos pajaretes!!!
2.- PROTAGONISTAS: Manolillo “El de Visitación” y Mari, mi esposa.
Manolillo pasaba todos los días por la puerta de nuestra casa para ir a visitar a su hija Francisca que, como todos sabemos, vive también en nuestra calle. Se paró a charlar con Mari de las cosas del pueblo.
El primer tema que trataron fue el de los “Muertos”.
Él se mostró como una persona que no quería cuentas con ellos porque les tenía mucho respeto y miedo, reflejaba ser hijo de la cultura de su época pues ya  era muy mayor. Mari le comentó que ella no tenía esos problemas y que cuando murieron sus abuelos ella los manipuló y que después nunca tuvo miedo en casa.
Intentó indagar hasta qué punto Manolillo tenía realmente ese problema con los fallecidos y le preguntó:
- Manuel, sé que usted es muy bromista… ¿Ésta no será otra de las suyas?
- Niña, de bromas nada porque este asunto es muy serio. Fíjate si les temo que como tenga una noche la desgracia de que me salga uno al encuentro entonces pasará lo gordo.
- No le pasará nada, si no salen.
- Pues yo te digo que sí.
- Supóngase usted que le sale uno… ¿Qué iba a pasar?
- ¡¡¡Que  vendría  UNO y se irían DOS!!! ¿Te parece poco?
Me contó Mari que no pudo contener la risa por la inesperada respuesta que le dio y, sobre todo, por la cara desencajada que tenía mientras hablaba.
Luego, de bromas nada. Creía totalmente lo que decía.

Cuando se iba a marchar le regaló a Mari otra perla jocosa, nosotros siempre la hemos recordado con el nombre de: “El GALÁPAGO”.
La calle estaba en obras, promovidas por el último alcalde del franquismo, D. Luciano Jiménez García. En esas fechas se estaban haciendo los primeros acerados de la calle, estaban los albañiles con la labor de poner los bordillos. Había montones de piedras, otras estaban sueltas y para los mayores el caminar por allí era un peligro. Manolillo tenía una cierta edad, la vista ya le fallaba algo pues al despedirse de Mari temió que podía tropezar, caer y romperse algún hueso.
Después de comunicarle en voz alta estos temores, mientras sorteaba los problemas, exclamó:
- ¡¡¡Como dé un cepazo y me rompa un hueso, bien que me voy a acordar toda mi vida del GALÁPAGO!!!
Así fue como nombró, debido a sus temores, al alcalde.

3.- PROTAGONISTAS: Mari y unas señoras en la tienda.

Estaban hablando de que antiguamente se aparecían mucho los muertos y que, para que dejaran de aparecerse, la persona que recibía su visita tenía que cumplir la promesa que había pendiente porque el que venía no la cumplió. Eran de distintas clases: Llevar aceite para las lámparas de los templos, estar varios días en la ermita, ponerse hábitos…
Hoy no nos ocurren estas estampas, antes sí eran muy frecuentes… ¿Por qué?
Estaban meditando sobre las causas posibles que las pudieron ocasionar, nadie afirmaba que llevara la razón, pero por la experiencia que tenían sobre lo vivido en sus años infantiles concluyeron que estas podían las causas posibles:
1.- La cultura mínima o nula de aquellos años.
2.- Las luces que alumbraban al atardecer en las viviendas provenían de los candiles o de la que se desprendía de la lumbre que había encendida en el fogón. Si nos fijamos en esos dos elementos la estancia se convertía en un improvisado y ocasional escenario en el se ofrecía una función con la técnica dramática oriental del “teatro de luces y sombras”.
3.- Al principio de haber luz en las casas, como no había dinero, las familias tenían una sola bombilla. El cable por el que le suministraban la electricidad era muy largo y con él podían recorrer la casa o subir a la cámara, situada en el piso alto, destinada como almacén.
Cuando habían concluido la lista de posibles causas, Irene pidió la palabra y les dijo:
- Lo que realmente ocurre ahora con los muertos es que los tienen allí arriba muy bien recogidos y antes los tenían demasiado sueltos.

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