sábado, 5 de marzo de 2016

EL HOMBRE JUZGA Y CONDENA PERO DIOS AMA Y PERDONA

Colaboración de Paco Pérez
Los hombres mostramos una propensión natural a juzgar con ligereza a las personas y a condenarlas, los publicanos y pecadores fueron tratados así por los escribas y fariseos pero Jesús adoptó una posición contraria, queriéndolos y relacionándose con ellos. Su comportamiento es una enseñanza sobre cómo tratar a quienes son marginados por aquella parte de la sociedad que se considera superior a la otra. Como Jesús no seguía la corriente social imperante que practicaba esa filosofía de vida pues lo criticaban y rechazaban. Él no se defendía y les respondía, cuando la ocasión lo requería, con parábolas: La oveja perdida; la mujer pobre o la del hijo pródigo, el evangelio de hoy.

El camino de la “parábola” fue la metodología que usó para comunicar sus enseñanzas. En los tres ejemplos se  plasman unos elementos comunes:
a) La pérdida de algo que, siendo muy dispar entre sí, era muy importante para sus protagonistas: Una oveja, una moneda y un hijo.
b) Todos muestran una gran preocupación por lo que han perdido y se esfuerzan por encontrarlo.
c) Cuando recuperan sus pérdidas se alegran mucho.
Los escribas y fariseos son el ejemplo de lo que no se debe hacer  porque, conociendo a fondo los preceptos religiosos, se comprueba que desconocían lo que es el amor de Dios hacia los hombres. Su comportamiento religioso hacia las personas, en este caso a los pecadores y publicanos, tenía un mercantil y por eso, como consideraban que no pagaban el precio religioso adecuado, cumplimiento de los preceptos, entendían que el judaísmo debía considerarlos como personas indignas de recibir un trato justo como tales.
Jesús les demostró que nadie debe de considerarse superior o mejor que lo demás y con estos ejemplos les mostró la forma en que Dios AMA y PERDONA a los hombres.
El AMOR de Dios por su pueblo siempre estuvo presente en sus acciones y por eso les prometió: Liberarlos de la esclavitud que sufrían en Egipto; no abandonarlos, les dio de comer y beber en el desierto, y llevarlos de regreso a una tierra rica en alimentos.
Hoy se nos recuerda el cumplimiento de las promesas que el Señor les hizo, Él nunca incumple lo que promete.
Cuando llegaron a la “Tierra Prometida” comenzó para ellos una nueva situación, ya podían valerse por sí mismos y así fue como recuperaron la libertad que tenían antes de la deportación a Egipto.
Jesús es una fuerza transformadora que hace cambiar a quienes creen en Él, pasando éstos desde la condición de hombres viejos a nuevos. Es la consecuencia de alcanzar la reconciliación con Dios, lograda cuando aquel que no había cometido pecado alguno padeció por nosotros en la CRUZ.

Conseguir esta nueva situación nos obliga a realizar una transformación total en nuestro comportamiento y, previamente, deberemos alcanzar la paz con el Padre.





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