sábado, 20 de junio de 2020

EL MIEDO


Colaboración de Paco Pérez
PROCLAMAR LA VERDAD ES UN DEBER
La evangelización siempre fue rechazada y por eso anunciar la PALABRA fue un riesgo grande para quienes daban la cara por Dios. Lo vivió Jeremías cuando predicaba al pueblo para que se convirtieran, no eran aceptados sus mensajes y estaban esperando que cometiera un error para castigarlo. Él lo sabía, por eso se sentía abandonado por el Señor aunque también reconocía que lo protegía, le imploró que no lo abandonara y que castigara a sus perseguidores pues él siempre había defendido su causa.

Con Jesús y sus discípulos ocurrió lo mismo y por eso los animaba a ser prudentes, es decir, a no buscar la batalla pero también les pedía que no guardaran silencio sino que dieran la cara predicando sin MIEDO allá donde fueran porque el Padre lo conoce todo y lo que hagamos por Él siempre será recompensado. Jesús lo explicaba así de sencillo en Mateo 10, 32-33:
[Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo, también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.].
El MIEDO estuvo presente en las personas que predicaban el mensaje de Dios pues recibían el rechazo de quienes ostentaban en la sociedad el poder religioso o civil, todos actuaban contra quienes anunciaban a Dios. Jesús padeció las consecuencias de ese comportamiento injusto y, como conocedor de esa realidad, les aconsejaba no tenerlo y les aconsejaba que fueran prudentes, así no tendrían miedo. Éste se manifiesta en las personas cuando tienen que defender a Dios o a la hora de evangelizar. Si ocurre:
- No presentan la VERDAD en su totalidad sino a medias, es un error porque ésta no admite nada más que una opción. Quienes así actúan se hacen esclavos de la mentira.
- Negándola o haciéndose a un lado por temor a perder la vida o recibir represalias. La fe en estos casos está debilitada y eso hace que el temor se imponga pero quienes sí tienen fe no temen pues saben que el alma nadie puede destruirla.
Confiar en Dios es lo que nos hace no perder la esperanza pues si Él cuida de los animales… ¿No va a cuidar de nosotros?
La evangelización anuncia el Reino y esto nunca fue tarea fácil porque los receptores no siempre aceptan el mensaje. Jesús, conocedor de estas dificultades, aconsejaba a los discípulos que dieran testimonio con audacia y valentía.
No desalentarse es muy importante para seguir adelante a pesar del rechazo que sufriremos y del desaliento en que podemos caer, levantarse y renovar la ilusión y la esperanza será la respuesta que daremos. El mejor ejemplo lo tenemos en Jeremías.
El desaliento es, tal vez, la forma del miedo que hoy amenaza a los creyentes. Lo padecemos porque la creencia está en horas bajas y si intentamos manifestar nuestra postura nos encontramos con un rechazo sustentado en argumentos irracionales que son fruto de la incultura de nuestros tiempos… ¿Quién ha tenido la culpa de esta nueva realidad?
Todos somos culpables porque, no hace muchos años, vivíamos en una sociedad en la que los números nos hacían proclamar que los cristianos éramos mayoría, decíamos serlo pero la vivencia demostraba otra cosa bien distinta, y, a pesar de ello, nos sentíamos fuertes y seguros.
Ahora, nos percatamos de que hay poca realidad cuando vemos el rechazo que sufre el mensaje, nos sentimos impotentes, arrojamos la toalla y nos acomodamos a las costumbres de la modernidad.
Atravesamos tiempos de oscuridad y ahora, más que nunca, nos hace falta que no se interrumpa en nosotros la FE que nos alumbre el camino.
Cuando nos vienen contratiempos tenemos miedo porque no encontramos una solución para nuestros problemas, creemos que Dios nos ha dado la espalda y que estamos solos. La fe, si es verdadera, nos hará permanecer fieles al Padre y confiados pues Él siempre está a nuestro lado y somos los hombres quienes debemos empujar para salir adelante con su ayuda.
Estas situaciones de MIEDO las padecemos cuando nos falla la FE y el convencimiento para el seguimiento, tener estas vivencias no es un problema pero dejarse arrastrar por ellas sí.
El proyecto de convivencia que Dios estableció para los hombres fue roto cuando Adán y Eva dejaron de obedecer las normas que recibieron del Padre, es decir, pecaron. Por esa realidad el pecado de un solo hombre, Adán, la muerte nos afectó después a todos, aunque no hubieran pecado, y, con el paso de los años ocurrió lo contrario, por la muerte de un solo hombre, Jesús, todos los hombres fueron salvados de la muerte del pecado.


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