martes, 9 de junio de 2020

LA PEÑA DE MARTOS Y SUS LEYENDAS


Colaboración de Tomás Lendínez García
LOS HERMANOS CARVAJAL
Fueron ajusticiados en este lugar por Fernando de Castilla al ser acusados de cometer un crimen que ellos siempre negaron.
Los detalles de ese hecho histórico fueron publicados, hace un tiempo, en el “DIARIO JAÉN”.
Al llegar al pueblo, o desde lejos, cuando vemos la “Peña” siempre acude a nuestra mente la curiosa historia de los hermanos Pedro y Juan Carvajal, caballeros y comendadores de Calatrava.

El pueblo se desparrama al pie de ella, rodeado de extensos campos de olivares, pueblo de unos veinte mil habitantes. En 1925, Fernando El Santo” lo conquistó y pasó a formar parte de la Orden de Calatrava.

Todos hemos oído alguna que otra vez la leyenda de la “Peña”, yo la oí una vez durante la recolección de la aceituna, en una casería cercana al pueblo.
En el año 1312, en la ciudad de Palencia se cometió un asesinato, acusándose de este delito a los hermanos Pedro y Juan Carvajal, habitantes de la villa de Martos.
Los hechos ocurrieron una noche fría y desapacible pues, desde el anochecer, la lluvia caía con insistencia; las calles de la ciudad estaban desiertas y, además, eran tiempos turbulentos y azarosos por las continuas guerras; de rencores y envidias de nobles con nobles; de la nobleza contra los reyes y sus adictos… Por esas circunstancias, apenas se oía la “hora de la queda” y todos los vecinos se retiraban a sus moradas en evitación de peligrosos encuentros.
Don Juan Alonso de Benavides caminaba embozado en su amplia capa por la solitaria calle, débilmente alumbrada por un farolillo de aceite que ardía ante la hornacina donde un Cristo agonizante invitaba al caminante a una oración.
Acaba de salir del palacio de Carlos IV de Castilla donde en unión de otros nobles se había proyectado la conquista de la villa de Alcaudete, ocupada por el moro invasor. Don Juan Alonso se internó por una calle y otra calle con dirección a la suya cuando, de pronto, dos asesinos se abalanzaron sobre él y, sin darle tiempo a defenderse, le cosieron a puñaladas.
Mucho pesar tuvo el Rey por la muerte de tan leal vasallo, muchas fueron las averiguaciones para descubrir a los autores de aquel horrible asesinato mas solo pudo saberse por un mesonero que la misma noche del crimen había estado sirviendo en su establecimiento a dos caballeros embozados y que en su conversación comentaban el viaje de regreso a la villa de Martos.
Pocos días después de este suceso, caminando al campamento de Alcaudete, pasaba el Rey por Martos, allí le informaron que la misma noche del crimen habían estado fuera los hermanos Carvajal, según éstos en una finca de su propiedad cercana a la ciudad de Jaén, y, como no pudieron confirmarlo con testigo alguno, el Rey, mandó conducir a su presencia a los dos caballeros.
Una vez estuvieron ante él:
- ¿Sabéis, les dijo, de qué crimen se os acusa?
- ¡A nosotros, señor!
Exclamaron a la vez los dos hermanos llenos de sorpresa, cólera e indignación.
– A vosotros, sí, os acuso yo de haber asesinado a don Juan Alonso de Benavides en la ciudad de Palencia.
– Eso es falso, señor, somos caballeros y no asesinos, somos inocentes, permitirnos que lo justifiquemos y que nos defendamos; ponemos a Dios por testigo de nuestra inocencia.
Inútiles fueron sus protestas, juramentos y súplicas; los hermanos fueron mandados arrojar, por orden del Rey, desde lo alto de la “Peña”.
Así fue ejecutada la sentencia y los Carvajal, antes de morir, volvieron a protestar de su inocencia:
- ¡Rey de Castilla! –exclamaron. Puesto que nos mandáis ajusticiar injustamente, os emplazamos a que comparezcáis con nosotros a juicio ante Dios dentro de treinta días.
Justamente, a los treinta días de la muerte de los hermanos, murió don Fernando IV de Castilla, llamado por la historia “El Emplazado”.
En la iglesia de Santa Marta, del pueblo de Martos, puede leerse esta inscripción:
[Por mandato del Rey, don Fernando de CastillaEl Emplazado”, fueron despeñados de esta “PeñaPedro y Juan Alonso de Carvajal, comendadores de Calatrava, y se sepultaron en este entierro.
Don Luís de Godoy y el licenciado Quintanilla, caballeros de hábito, visitadores generales de este partido, mandaron renovarles esta memoria, año 1595.].





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