sábado, 12 de septiembre de 2020

EL PERDÓN

Colaboración de Paco Pérez
¿QUÉ DEBEMOS HACER?
Si nos ofenden deberemos tomar la actitud de olvidar y perdonar porque así, cuando nos presentemos ante Dios para orar, le podremos ofrecer el fruto de nuestro esfuerzo.
El perdón es un acto individual que cuesta hacerlo y de ahí el cambio que dieron a sus vidas quienes conocieron cómo respondía Jesús ante las ofensas. Antes de Jesús las personas se guiaban por las leyes que había establecidas sobre él, aguantar “cuatro” veces. No obstante, San Pedro la amplió y le habló a Jesús de “siete” pero Él le dijo que “setenta veces siete”.
¿Qué pretendió transmitirle Jesús con ese número?
Será difícil que acertemos pero si perdonó a quienes lo mataron pues me imagino que lo hizo sin límites y nos pide que no nos cansemos de hacerlo, nos aconseja ponernos en el lugar de quienes se acercan a nosotros a pedirlo y que los escuchemos porque si no lo hacemos podemos ser condenados al no haber tenido compasión de quienes lo pidieron. Jesús sí la tuvo y por eso debemos preguntarnos… ¿Es justo pedir perdón a Dios cuando rezamos el Padrenuestro y después no perdonar a quienes nos ofenden?
También debemos valorar que en determinadas ocasiones quienes nos ofenden no actúan con maldad y por equivocación, en este caso no hay culpabilidad y no deben ser castigados.
Hay quienes consideran que las personas no cambian pero Jesús sí confiaba en que modificarían su conducta. Tenemos el ejemplo de la “mujer adúltera”, Él la perdonó y le pidió que no pecara más. Lo hizo para darle la oportunidad de ser después una mujer diferente. Este nos enseña que, en nuestros días, debemos apoyar los programas de reinserción social de la población reclusa.
Antiguamente se asociaba la enfermedad con el pecado y por esa cultura popular las personas eran marginadas, recordemos lo que hacían con los leprosos… ¿Se valoraba el sufrimiento de las personas y de sus familias?
Jesús acabó con ese problema saltándose los planteamientos sociales equivocados que había y lo hizo porque sólo eran prejuicios sociales y religiosos que habían sido elevados a la categoría de ley. Él reaccionó, principalmente, para desmontar aquella mentira y aliviar el sufrimiento físico y moral de quienes lo padecían. Por eso tocaba a los leprosos y se juntaba con los pecadores. Esta compasión de Jesús nos enseña el camino que debemos recorrer para hacer desaparecer el rencor e instalar en nosotros el perdón.
Si alguien nos ofende, perdonarlo no debe ser una acción que busque ayudar al ofensor sino a nosotros mismos pues quienes no lo hacen es porque no olvidan, regresan de manera permanente al dolor del pasado y no viven con felicidad el presente.
Debemos pensar que si luchamos por vivir allí arriba junto a Dios el resto del tiempo el perdonar aquí será una obligación… ¿Por qué?
Porque considero que, de no hacerlo, tal vez podríamos perder ese tren y no viajar hasta Él. Pero, de ser ciertas mis palabras, lo más lamentable sería que cambiaríamos los pocos años que pasamos aquí cometiendo acciones malas, fruto del rencor, por un montón de felicidad en su Reino durante el resto del tiempo.
¿Merece la pena plantearnos qué debemos hacer y qué no?
Sabemos que Dios perdona al ofensor, nos lo enseñó Jesús con la “parábola del hijo pródigo” pero en el A.T. también quedó esclarecido el tema del perdón en ECLESIÁSTICO 27,33-28, 9:
[Furor y cólera son odiosos; el pecador los posee. 
Del vengativo se vengará el Señor y llevará estrecha cuenta de sus culpas
Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas. 
¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor
No tiene compasión de su semejante, ¿y pide perdón de sus pecados? Si él, que es carne, conserva la ira, ¿quién expiará por sus pecados? 
Piensa en tu fin, y cesa en tu enojo; en la muerte y corrupción, y guarda los mandamientos.
Recuerda los mandamientos, y no te enojes con tu prójimo; la alianza del Señor, y perdona el error.
Del vengativo se vengará el Señor y llevará estrecha cuenta de sus culpas.
Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas.
¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor?
No tiene compasión de su semejante, ¿y pide perdón de sus pecados? Si él, que es carne, conserva la ira, ¿quién expiará por sus pecados?
Piensa en tu fin, y cesa en tu enojo; en la muerte y corrupción, y guarda los mandamientos.
Recuerda los mandamientos, y no te enojes con tu prójimo; la alianza del Señor, y perdona el error.].
En este texto queda patente que en las relaciones humanas siempre estuvo presente el perdón y que Dios nos lo fue presentando de manera diferente, adaptando el mensaje a los tiempos. 

 

                                     

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