sábado, 5 de septiembre de 2020

LA COMUNIDAD CRISTIANA

 

Colaboración de Paco Pérez

¿SOMOS MIEMBROS DE VERDAD?
Vivir en comunidad es complicado y por esa razón el Señor siempre se preocupó de orientar al pueblo de Israel aunque estuviera en el cautiverio porque comenzaron a impacientarse cuando no les llegaba la liberación prometida. Ezequiel también estaba cautivo en Babilonia y, empujado por Él, les comunicó lo que el Señor deseaba de ellos: Cada persona se debía preocupar de aconsejar bien a quienes vivieran a su lado para que no continuaran caminando de manera torcida pues si encontraban a alguien en esas condiciones y no trataban de enderezarlo el reo se perdería por sus malas acciones pero Él pediría responsabilidades a quienes no hubieran intentado cambiarlo. En cambio, si lo intentaban y fracasaban, la responsabilidad sería sólo de aquellos que no le escucharon y quienes intentaron ayudarles se salvarían.
Cuando Jesús comenzó su vida pública se rodeó de personas que lo seguían, predicaba a quienes acudían, les ayudaba cada día eran más y, por último, fundó la Iglesia y la dejó organizada.
Formar parte de la comunidad cristiana que fundó Jesús para seguirle y practicar sus enseñanzas puede ser muy gratificante pero no será fácil integrarse plenamente en ella si antes no nos preocupamos de conocerla para que, con la ayuda de sus enseñanzas prácticas, nos convenzamos de que estamos en el buen camino. Superado ese proceso podremos continuar si logramos despojarnos de las miserias que nos esclavizan para que así se opere en nosotros la transformación interior que necesitamos y después el Espíritu Santo nos empuje, sin esta fuerza interior invisible el intento será imposible… ¿Por qué?
Porque con la ayudad de Dios podremos vencer al egoísmo, aprenderemos a amar a los demás y seremos solidarios. Logrado el objetivo irradiaremos en nuestro entorno alegría y paz, seremos sencillos, tolerantes, agradables, generosos, justos y controlaremos nuestros impulsos malos en todo momento. Con estas acciones conseguiremos que nuestra comunidad sea reconocida en la sociedad por los actos positivos de sus miembros.
En la comunidad cristiana no puede haber puestos de privilegio, todos serán iguales y no podrá haber ni primeros ni últimos. El grupo trabajará para llevar la Palabra a todos, hacerlo convencidos de lo que enseñan y enarbolar la bandera de la paz, la verdad y la justicia. Si, además, mostramos una gran preocupación por la solución de los problemas ajenos el apoyo social estará garantizado.
Esta lectura está inspirada en los hechos que solían ocurrir entonces en algunas comunidades cristianas después de Jesús y de ahí que tratara el evangelista de reconducir los malos comportamientos de algunos y por eso les recordaba cómo debían comportarse.
Por último, Pablo nos regala la esencia del deber de todo miembro de una comunidad y lo hizo aconsejando “no deber nada a los demás” y, si acaso sólo “amor” porque “amar a los demás” hace que quienes lo practican estén cumpliendo con la Ley de Dios pues todos los demás preceptos o mandamientos religiosos se resumen en “amar a Dios y al prójimo”.

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