sábado, 19 de septiembre de 2020

FIJÁNDONOS EN LO EXTERNO

 

Colaboración de Paco Pérez

NOS CREAMOS IMÁGENES FALSAS

En tiempos de Jesús ocurría igual que en nuestros días, quienes vivían en los núcleos de población grandes llamaban a las personas de las aldeas “gentes del campo” al considerarlas brutas e incultas y hacerlo con la mala intención de desprestigiarlas. Con esa actitud, como nada ocurre por casualidad, cuando Jesús comenzó a predicar y a realizar acciones extraordinarias quienes pensaban así se oponían a Él e intentaban desprestigiarlo proponiéndole a la sociedad una pregunta, está en Juan 1,46:
- ¿De Nazaret puede salir algo bueno?
Esa leyenda no coincidía con la verdad, los aldeanos eran personas normales que tenían complicado poder dar de comer a diario a la familia y a los animales.
Dicen que: [Lo poco espanta, y lo mucho amansa.].
Por esa verdad, quienes entonces vivían en la opulencia, unos pocos, se escandalizaban cuando alguien mal vestido, muchos, se le acercaba para pedirles ayuda y ellos lo rechazaban porque lo culpaban de ser el causante de su indigencia pero la realidad era otra, estaba así porque había sido maltratado por el sistema.
En cambio, quienes viven a diario junto a los que no pueden vivir por sí mismos, los muchos, no los rechazan sino que les ayudan trabajando junto a ellos en la búsqueda de soluciones y esa acción los fortalece.
Jesús es el que mejor comprendió esta realidad pues vivió inmerso en ese ambiente y por eso les hablaba en parábolas, ejemplos tomados de sus vivencias familiares, rurales y comunitarias.
En aquellas familias se tenía en alta estima dos cosas, el “honor” y el “poder comer cada día”, razones por las que todos sus miembros cooperaban en las labores que a diario tenían que realizar en la casa y en el campo para que después de pagar los elevados impuestos del año no les faltara lo imprescindible, debemos pensar que también dependían de las lluvias y de la cantidad y calidad de las cosechas. Por todas estas razones vestían y calzaban humildemente, las dietas que ingerían eran muy escasas, sus órganos vitales no recibían los aportes energéticos que necesitaban y eso les hacía morir a una temprana edad.
¡Con qué facilidad despreciamos a quienes van sucios, despeinados, mal vestidos o descalzos! ¿Conocemos por qué van así o cómo son por dentro?
No, sólo nos fijamos en las apariencias externas y por eso siempre se cumple el refranero: [Según te veo el ato, así te trato.].
Si algún día las circunstancias de la vida nos hicieran caminar por la acera de enfrente… ¿Nos gustaría que nos trataran con desprecio o que no nos ayudaran?
La justicia tiene dos caras: La humana y la del Reino de Dios.
La primera es como una hucha, registra y guarda con frialdad lo que hemos aportado para después devolver a cada persona lo que le corresponde, guiada por sus méritos y las aportaciones que hizo al colectivo donde vive.
La segunda se guía por el principio de “dar a cada persona según sus necesidades”, el camino mostrado por Jesús en el evangelio. Él muestra ahí que le preocupaban las personas que no tenían trabajo y por eso les habló de un modelo en el que el empleador, empujado por su bondad y amor hacía los necesitados, practicó la justicia y, a pesar de ello, fue recriminado.
¿Comprendieron los primeros trabajadores al dueño solidario con el necesitado por desear ayudarle?
No, se sintieron ofendidos porque los últimos trabajaron menos y les pagaron igual que a ellos… ¿Comprendieron que lo hizo para darles de comer sin que fuera una limosna y que ésta los empujara a sentirse agradecidos?
La realidad es que hagamos lo que hagamos siempre habrá alguien que discrepará de nosotros y la mejor respuesta es hacer, lo mejor que podamos, lo que nos enseñó Jesús.
Comprender la “justicia del Reino” y aplicarla es la transformación que el mundo necesita porque si practicando la “justicia de los hombres” correctamente, a veces, se cometen injusticias… ¿Qué no ocurrirá cuando se aplique de manera torcida?
La comunidad de Filipos tenía problemas y Pablo les escribió desde la cárcel para intentar aclararles qué es lo esencial de la vida en los momentos difíciles. Los cristianos que vivían allí tenían problemas porque al ser colonia romana debían elegir entre dar culto al Señor o al emperador y esa realidad les ponía sus vidas en peligro. Como él también estaba en una situación delicada pues les habló del valor de la vida así: Las personas son glorificadas según sus acciones en la vida o al morir y por eso, para él, siendo la muerte una bendición que nos llevará a disfrutar de la compañía del Señor pero, por otro lado, también consideraba que permanecer en esta vida es una necesidad que nos permitirá ayudar a quienes lo necesitan.
 

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