viernes, 4 de septiembre de 2020

¿QUÉ FUE DE LA CULTURA?

 

Colaboración de Manuel Sánchez García

En el mayor de los casos, nuestros ansiosos enmedallados gobernantes, hacen uso de la defensa de muchos pilares del sistema y que siempre están ligados, en mayor o en menor medida, al bienestar de la sociedad y de sus diferentes pueblos. Un uso que más que defensivo es, claramente, la más pura y camuflada demagogia sobre todo aquello que nos toca muy profundamente: la familia, la economía, el trabajo en todas sus vertientes, la sanidad, la historia de nuestras urbes, la cultura de las mismas, etc.

La cultura ha sido, es y será esencia imborrable de muchos pueblos en los cuales filósofos, escritores, ensayistas, músicos, bailaores, pintores, etc, han plasmado en su obra la tradición más profunda, real y los mejores valores que reúne una nación y su gente.

La cultura musical es tan antigua como la lira de Apolo, el aulós de Dionisio, Zeus, Memoria y todas las Ninfas de la Fuente de aquella natural y entrañable Grecia. Desde aquella era la música cobraba un papel esencial en la vida de los griegos por su conexión con la naturaleza, con la educación y con el papel de los dioses, pero nunca más se valoró con tanta importancia y autenticidad; en ninguna de las épocas posteriores se logró alcanzar esa naturalidad, aunque es cierto que se trabajó para restaurarla y su cercanía es veraz.

Aquella importancia musical que convivía en toda la época clásica está muy lejos de la cultura de nuestros gobernantes, y no porque no tengan acceso a todo tipo de información, sino porque su grado de incultura e ignorancia los hacen pensar que el desarrollo de una sociedad debe de estar fundamentado en otros aspectos que, para ellos, están lejos del arte, sin tan siquiera imaginar y comprender que es el arte el modo de vida más próspero, natural y arraigado de los ciudadanos. Y no son palabras vacías las que expongo hoy aquí, pues es la más viva realidad. Una sociedad donde la cultura está tan marginada como la de todos nuestros pueblos de España (salvando algún que otro rincón), sólo tiene un camino: el del fracaso. Y es que la cultura siempre ha estado inherente al ser; siempre han ido a la par; siempre ha facilitado la vida del ciudadano; siempre ha sido la mejor faceta para que los problemas se olvidaran por un momento; siempre…

A tal grado de pasotismo se ha llegado entre los gobernantes, el pueblo y los gobernantes, de nuevo, que muy complicado sería el retorno de todo. Es como si hablásemos del gran problema medioambiental. ¡Claro que se puede solucionar! Aunque, es cierto, que muchos de los daños causados son irreparables. Lo mismo pasa con la cultura y el pensamiento de la gente, que de tanto innovar sobre tales modernidades y locuras sin dirección, han propiciado el más escabroso sentir de un pueblo y de sus tradiciones: de su música, su danzar, su cantar, su recitar… Apostaremos por la cultura -dicen unos- mientras que, en los boletines, folletos y demás publicidad, no nos dejan ni rastro de actividades culturales. Primeramente, se debe de tener ímpetu y fuerza de voluntad, conversar sin descanso con tantas asociaciones cuantas haya, promover proyectos ambiciosos y de renombre, valorar y mimar el trabajo y esfuerzo de todos aquellos que conforman una banda, un coro, un grupo de teatro, etc, buscarles nuevos caminos a estas asociaciones, trabajar sin descanso con las mismas, aunar a todas las formaciones y crear un espectáculo completo donde cada una desempeñe su función artística, que la administración local y todos sus trabajadores desde técnicos de sonido hasta el mismo alcalde faciliten todo (acceso a los inmuebles donde se desarrollará el evento, sillas para el público, programas de mano, carteleras, proyectos extraordinarios a nivel provincial, autonómico y nacional, etc). Parece sorprendente decirlo, pero cuando uno ha visto tanta dejadez por parte de quien nos gobierna, muchas veces se pierde hasta el aliento, pero siempre la música, en mi caso, ha hecho un no parar en mi persona.

Involucrarse por la cultura no es llamar un día antes al director de una banda, coro u otra formación para que haga un concierto o pasacalles. Tampoco anunciar por la prensa a modo de bombo y platillo que un municipio llevará unas enriquecedoras actividades, mientras que todo, absolutamente todo, es palabrería barata. Menos aún, contentarnos con dos o tres actividades que apenas transcienden en el desarrollo de la cuestión. Porque es muy grave poder y no querer, y los “es ques” se dejan para los más párvulos. Invito a los mandamases que hagan una reflexión sobre la cultura de su pueblo. También, le invito a que se formulen las siguientes preguntas que yo muchas veces me hago: ¿qué función tiene la cultura? ¿Qué aporta a su gente? ¿Cuánto tiempo convive a lo largo de la vida de uno mismo? ¿Se puede pasar desapercibido? ¿Soy consciente de que en otros países predomina la cultura por encima de otras facetas? ¿Por qué en España y sus pueblos no? ¿Se debe de invertir más en este aspecto? ¿Tiene conocimiento el gobernante de cuánto, cómo y de qué manera se invierte, contrata y se lleva a cabo un proyecto? ¿Saben ellos del esfuerzo y atención que requiere? ¿Quiere el legislador que predomine la cultura o, muy contrariamente, la incultura?

Para finalizar, dejaré patente este terceto titulado Las artes de Francisco Asenjo Barbieri, donde se expone con destreza la situación de su tiempo respecto a las artes, teniendo mucho que ver con el siglo que nos ha tocado vivir:

¡Cuan triste es el nacer, cuan tormentoso

alcanzar unos tiempos semejantes

a este siglo tremendo y borrascoso!


¿Por qué no vi la luz cien años antes,

cuando España era emporio de nobleza,

con más gloria y saber, menos tunantes,

 

Menos adulación, menos bajeza,

y sin charlatanes que hoy en día

nos aturden, nos rompen la cabeza?

 

A concebir no alcanzo en mi porfía

cual es de nuestro siglo el adelanto

pues no le encuentro yo en sabiduría;

 

Y parece más bien, que el negro manto

de la ciega ignorancia, ruina augura

dejándonos en mísero quebranto.

 

¿Serán los adelantos en la pintura?

¿Dónde están un Velázquez y un Ribera?

¿Mas tal vez se verán de arquitectura?

 

¿Hallamos por ventura algún Herrera

que en las reglas del arte avance un paso

un Vignola tal vez, un Churriguera?

 

¿En la literatura, es por acaso?

¿Quién puede aventajar, ni aproximarse

a Cervantes, Moreto y Garcilaso?

 

¿La escultura? No debe ni mentarse

y me avergüenzo sólo contemplando

que murió y tardará en resucitarse.

 

¿Y la música? (Estoy reflexionando

qué me dirán algunos) “¿No adelanta?”

“¿Y el gusto, más y más no va aumentando?”

 

¡El gusto!... Lo concedo, y que se canta

más bien que por el gusto, por la moda,

sin principios, estilo ni garganta.

 

Que cual sabe muy bien la España toda,

hay en Madrid las óperas a pares

donde italiana turba se acomoda:

 

No me opongo por esto que a millares

se lleven nuestras onzas como soles

si por fin, lo merecen sus cantares;

 

Pero sigo también, que hay españoles

sin protección, que tienen muy sabido

el arte encantador de sus bemoles […].

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