miércoles, 13 de marzo de 2013


“CACHAFLATAS”
Y
EL HAMBRIENTO

Colaboración de Paco Pérez

Cachafltas” se llamaba Rafael Álvarez y era hermano del padre de Blas ÁlvarezPololo”. Este señor vivió con su familia en la calle Tiradores.
A este caballero le correspondió vivir, junto a sus hijos y esposa, en unos tiempos complicados en el mundo del trabajo y, consecuentemente, en el bienestar familiar. Eran muy buenos y trabajadores pero el hambre no se quitaba con esas cualidades y sí con lo que no tenían, el dinero.

Por esta razón se guardan en nuestra memoria algunas de las estampas jocosas que protagonizaron los componentes de esta familia. Usaron para producirlas un ingenio único, las acompañaron de una pericia inigualable y por la gracia que causaron a los villargordeños todavía son recordadas.
En nuestro pueblo se le suele decir, a veces, a las personas esta frase:
- ¡¡¡Estás hecho un cachaflatas!!!
Con ella lo que hacemos es calificarla como una persona despilfarradora, debido a que gasta mucho o que le da poco valor al dinero. Así era “Cachaflatas”.
Cuentan los mayores que una noche se acostó y, como no podía dormirse, daba vueltas y más vueltas en el catre… ¡¡¡Ni una pizca de sueño tenía!!!
Entonces se levantó, husmeó con la mano en los bolsillos del pantalón y encontró un centimillo. Al verlo se sintió aliviado porque descubrió que ese era el origen de su falta de sueño. Lo cogió, salió al corral, lo tiró al tejado y se dijo muy satisfecho:
- Sabía muy bien que algo raro me pasaba, vamos, acostarme yo con dinero en el bolsillo… ¡Ahora a dormir tranquilo

Alonso Jiménez García recuerda, de manera especial, a uno de sus hijos varones. Éste se ganó la popularidad con el apodo de “Niño Tillo” y no por su nombre.
En aquellos tiempos quienes tenían alguna tierra sembraban melones y los jóvenes, en este caso Alonso, se pasaban gran parte del tiempo haciendo las labores propias y descansando en la choza. Su estancia allí era más continuada cuando comenzaban los melones a crecer, cuando ya estaban totalmente formados y porque entonces tenían que hacerles las cabezas o darles polvazo.
El “Niño Tillo” y su hermano iban todos los días por allí cuando regresaban de espigar cargados con los sacos. Lo hacían porque Alonso les tenía preparado ya algún melón que otro de los que cogía a diario porque estaban picaillos, lo hacía para evitar que no se estropearan.
Un día, al entrar en el melonar, los dos hermanos dejaron sus sacos en el suelo y comenzaron a pelearse junto a las matas de melón. Daban vueltas uno sobre otro y Alonso acudió para separarlos. Conseguido el objetivo les dio su ración de melón para que se refrescaran y se encaminaron para el pueblo.
Cuando al día siguiente, haciendo las labores de cada día, pasó por la mata en la que habían ocurrido los hechos narrados se percató de que todo lo que había presenciado el día anterior fue un cuento urdido por los dos hambrientos espigadores. Lo descubrió cuando observó que el mejor melón del melonar había desaparecido y entonces comprendió  que el número que montaron fue para cortarlo y esconderlo en un saco, camuflado con las espigas.
Al “Niño Tillo” y a su hermano no les hizo falta leer a los célebres pícaros de nuestra literatura para protagonizar su cuadro cómico, está comprobado que sólo hace falta tener hambre.
Un día, por la mañana, estaba la familia reunida en casa antes de salir a buscar algo de comida y comentaban qué cocinarían ese día. Acordaron preparar, con lo que tenían en casa, una sopa de ajo.
Era mediodía, ya estaban sentados alrededor de la mesa, la madre repartía en los platos y llaman a la puerta. Se levanta “El Niño Tillo”, abre, se encuentra con un señor andrajoso y le pregunta:
- ¿Qué quieres?
- Algo de comida.
Vuelve junto a la familia y le pregunta su padre:
- ¿Quién es?
– Un pobre.
- ¿Qué quiere?
– Algo para comer.
– Dile que pase y que coma hoy con nosotros.
El “Niño Tillo” sale a la puerta y le da al pobre este mensaje:
- Dice mi papa que como salga te folla.
Cierra la puerta, vuelve a la mesa y le pregunta el padre:
- ¿Qué te ha dicho?
- Que no tiene hambre.
El bueno de “Cachaflatas” se levanta, sale a la puerta, comprueba que se aleja de su casa y lo llama:
- ¡¡¡Buen hombre, venga usted!!
- ¡¡¡No quiero!!!
- ¡¡¡Vuelve y come. No alimenta pero sí calienta!!!
- ¡¡¡Te vas a follar a tu puta madre!!! - le respondió el pobre.
Después de darle al Sr.Cachaflatas” esta respuesta salió corriendo y ya nunca le vieron el pelo por Villargordo.

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