Colaboración de Paco Pérez
RESPETAR Y COMPARTIR
Jesús
enseñó lo importante que es cumplir con nuestras obligaciones y hacerlo sin
establecer diferencias entre las personas receptoras por razones de posición
social, sexo, raza, religión… A Él le preocupaba que las personas conocieran al
Padre, que vivieran unidas y que no sufrieran.
Con
el acto del milagro de los panes y los peces nos enseñó la importancia de recibir
el alimento espiritual de la Palabra y el material de los alimentos, sin olvidarnos
de acoger a todos.
Pasaron los años y Pablo les recordó que Jesús se reunió con sus amigos en un acto en el que comieron, bebieron y recibieron consejos para el futuro. Él les sugería seguir reuniéndose para recordar y practicar el espíritu de aquella Última Cena del Señor, compartirlo todo y ayudarse pero no convertir aquellas reuniones en actos bochornosos pues los asistentes llevaban a ellas los comportamientos que a diario practicaban, abuso y desprecio hacia los desfavorecidos y sus problemas.
Él
les recordó cuales eran sus obligaciones con la pobreza y que retornaran al
espíritu de la Última Cena: Unión y ayuda mutua.
Por
el Génesis comprobamos que los tiempos cambian pero los comportamientos humanos
no y por esa razón los perfectos planes de Dios siempre los estropeamos
nosotros. Entonces también tenían normas y Melquisedec, sacerdote y rey,
reconoció a Abraham el mérito de su trabajo bien hecho, les ayudó a recuperarse
del esfuerzo, le comunicó que Dios había estado a su lado y lo bendijo en su
nombre. Éste se lo agradeció y le entregó la décima parte de su logro.
Estos
comportamientos prueban que las leyes eran conocidas por todos y que, al ser
personas muy creyentes y justas, las cumplían.
Hoy
también tenemos leyes pero no damos valor al cumplimiento del deber y, como la
creencia esta cogida con alfileres, se retuercen las leyes para que quienes
cometen errores queden limpios y no sean castigados.
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