Colaboración de Paco Pérez
El día 12 de agosto, sin proponérmelo, me aportó
una experiencia muy significativa: Hay
que hablar muy bajo cuando estemos próximos a otras personas o, de lo
contrario, correremos el riesgo de informar de nuestras intimidades a quienes
nos rodean o caminan cerca de nosotros.
Unas veces los temas serán intrascendentes y no nos causarán quebraderos
de cabeza, como en el caso que les relato, pero otras veces sí podemos ser
arrastrados por las consecuencias de nuestra falta de recato.
Eran las 20:40 horas, llegamos al paseo marítimo roquetero
y pusimos rumbo al lugar conocido popularmente como “El mono”. El sol calentaba con su peculiar leve intensidad matutina
y eso hacía que hubiera un movimiento enorme de andarines, entre los que nos contábamos, y algunos bicicleteros. Hacíamos el recorrido por
primera vez, no teníamos noticias sobre los números reales del trayecto elegido
y, por ello, tampoco podíamos aventurar la temporalidad que invertiríamos en
llegar al lugar de referencia. Para no pasarnos en la cantidad decidimos
caminar durante una hora, al concluirla buscaríamos una parada de autobús y así
regresaríamos sobre cuatro ruedas en vez de hacerlo sobre dos zapatillas
deportivas.
Hablamos de diversos temas, estábamos en uno de
ellos y unas voces comenzaron a escucharse con demasiada nitidez y a estar cada
vez más próximas a nosotros. No debían de llevar mucha más velocidad que la
nuestra porque caminaron detrás de nosotros unos minutos, otros cuantos lo
hicieron a nuestra altura y, cuando nos sobrepasaron, tardaron otros pocos en
dejarnos atrás. No necesitamos agudizar el oído para escuchar con detalle de
qué hablaban porque ellos, al estar en un lugar de recreo, vociferaban sin
tomar medidas porque entiendo que se sentían libres y los que estábamos cerca
no éramos conocidos suyos, además, su tema era muy normal y no necesitaban silenciarlo.
Descubrimos, al pasar junto a nosotros, que un
señor mayor le informaba a una muchacha mucho más joven que él qué modelo de
enseñanza era el más adecuado para los hijos. Él tenía uno muy rebelde y para
domarlo le comentó que nunca dudó en darle algún golpe que otro y que al otro,
más dócil y responsable, jamás tuvo que recriminarle nada.
Ella le mostró su discrepancia con el camino que
siguió al tratar a ambos porque pudo establecer diferencias en el trato dado y
le argumentó que a lo mejor necesitaba el rebelde otro modelo de trato porque
esa actitud paterna pudo haberle creado ciertos traumas invisibles al
considerar que no era querido suficientemente o que era incomprendido. Se
alejaron y ya no pudimos escuchar los argumentos del padre y las conclusiones
finales del tema.
Íbamos comentado la temática anterior y se repitió
la experiencia, esta vez con dos señoras. Una de ellas se sentía escandalizada
por el comportamiento que determinadas parejas jóvenes manifiestan con sus
toqueteos y besuqueos aunque estén rodeados de personas de todas las edades.
Ella reclamaba seriedad en nuestros actos porque cada acción humana tiene su
lugar y momento, mientras que los jóvenes han sacado de contexto estos temas
porque confunden la modernidad libre con la falta de decoro.
También presenciamos la reprimenda que un joven
ciclista le dedicaba a unas personas mayores cuando éstas caminaban por una
zona del paseo en el que el carril de bicicletas y el peatonal se comparten,
una situación clara de incomprensión hacia los demás porque el ciclista
entendía que los derechos sólo eran suyos y por ello ya no se detuvo a pensar
que el error era de quienes hicieron el diseño de la obra, muy propenso a
ocasionar un accidente al compartirse.
Cuando compré la prensa y consulté la cartelera de
TV comprobé que el día iba a ser rico en mensajes y enseñanzas derivadas de
ellos. Por la noche me senté en el sofá, lo hice recostado frente al televisor,
cogí los mandos y activé la caja tontona pues tenía la sana intención de disfrutar
con la temática que contenía la película que esa noche programó Canal Sur para los andaluces, “55 días en Pekín”. Lo que no sé es si
su puesta en pantalla fue fruto de la casualidad o de una programación urgente,
originada por los últimos acontecimientos políticos que nos estaban regalando
los hijos de la Gran Bretaña en
nuestra querida Andalucía. Los
abusos perpetrados en las aguas
españolas del “Peñón de Gibraltar” mediante
el lanzamiento de bloques de hormigón para conseguir ampliar su suelo habían fastidiado a nuestros
pescadores y, además, con esa acción estaban incumpliendo lo especificado en los “tratados internacionales” sobre la soberanía de las aguas y la
aplicación de la “resolución de la ONU”
en el tema concreto de la descolonización del Peñón. Todo porque los hijos de la Gran Bretaña no cumplen con sus obligaciones, se ríen de todos y,
además, nos amenazan con quejarse ante los organismos competentes de la UE. Esta postura es porque el Gobierno de España ha sabido adoptar de
inmediato unas medidas de presión acertadísimas y donde más les duele: controlar y vigilar el tránsito de personas en el paso aduanero de la “Verja”… ¿Por qué? Con estas medidas se entorpece el normal desenvolvimiento laboral de las
personal que cada día tienen que cruzar la aduana y, sobre todo, de ese turismo y comercio que es tan rentable para ellos… ¿Será porque practican la venta ilegal de tabaco o porque ya no pueden ir tantos turistas a
dar de comer cacahuetes a los monos?
Estas acciones
de nuestro Gobierno son pacíficas y simples pero les han dado con ellas, de lleno, en la línea de
flotación. Pues, a pesar de ello, algunos políticos de la oposición prefieren
que no se les haga a los hijos de la Gran
Bretaña estas cosillas y sí les encanta que se les aplique el método que
ellos usaron en su momento… ¿Qué se consiguió
con abrir la “Verja”?
¡¡¡Negociar,
conceder y después ser blandas alfombras sobre las que los hijos de la Gran
Bretaña se limpiaron y limpian la suciedad de sus acciones cada vez que les
interesa!!!
Por ese modelo de postura, de vez en cuando, nos
asoman la pata por debajo de la puerta y dificultan el trabajo de nuestros
pescadores, otras veces los hostigaron mientras trabajaban en nuestras aguas
territoriales y la más denigrante de sus acciones fue cuando, durante un cierto
tiempo, osaron entretenerse con prácticas de tiro sobre la bandera de España. Como ante estas acciones la
postura de cierto ministro fue tragarse su dignidad de español, no ofenderse y tener un talante dialogante con el colonizador pues ahora recogemos
la cosecha de aquellas semillas que nos sembró. Dentro de unos años, estos
mismos políticos, volverán a mentir y nos dirán que sólo les preocupa España y el bien de los españoles. Ahora, por lo que dicen y hacen… ¿No les interesa defender los mismos hechos
ante los de siempre?
Hacía algún tiempo que había visto la película y
no recordaba bien la temática pero tenía mucho empeño en volverla a ver porque
consideraba que la temática cultural de China
era sumamente interesante. Cuando empezó comprobé la rabiosa actualidad
política que ese día, una vez más y de manera casual, se me ofrecía: El abuso histórico que ciertos países,
incluyo ahí a España por su pasado colonial, ejercieron y ejercen sobre otros
más débiles.
Los hechos filmados reflejaban los acontecimientos
coloniales acaecidos en China,
siendo los protagonistas principales los hijos del tío Sam y de la Gran Bretaña,
una vez más. Ahora, en España, aunque ya no estamos en el periodo histórico de
lo ocurrido en China sí se puede
hacer un paralelismo con el abuso ejercido sobre la nación ocupada y con lo que
se persigue al hacerlo. Cuando se dan estas situaciones lo hacen con su presencia
militar y administrativa y por ello es sumamente lamentable que Inglaterra, en pleno siglo XXI, siga en
nuestra Andalucía fastidiando al
prójimo igual que hizo en otros lugares. Lo sigue haciendo porque la ONU y todas las organizaciones inútiles que crearon los políticos del planeta en su
momento siguen consintiendo que el anquilosado sistema del colonialismo todavía funcione para ellos. Los colonizadores siempre
buscaron robar en el lugar
colonizado y en Gibraltar, supongo, la presencia de Inglaterra no será
para cuidar de los monos del lugar y sí para
mantener en pie sus dos grandes negocios:
- Un censo
de empresas superior al número de habitantes… ¿Cómo se explica esta situación? ¿No se huele desde lejos el pescado podrido que venden ahí?
- El contrabando
que practican con total impunidad: Tabaco
y barcos que trabajan de gasolineras flotantes. En ellas repostan,
de manera ilegal, los barcos que cruzan por el Estrecho. Esta segunda práctica
va a ser denunciada por nuestro Gobierno y eso les duele.
Opino que los dos argumentos anteriores son la
razón principal de su presencia en Gibraltar
y también por la estrategia militar de controlar el paso de barcos por el Estrecho.
Los españoles hemos cooperado con decisiones que
les ayudaron:
1.- Cuando se abrió la “Verja”. Entonces actuamos con debilidad, por eso cada vez ponen
sobre el césped más balones trucados y con ellos nos golean, una y otra vez.
Si hubiera estado cerrada, tal vez, se les hubieran
presentado ciertos problemas de manera natural: los trabajadores vivirían allí
de manera permanente o tendrían que viajar a diario, en avión o en barco, desde
España o Inglaterra; habrían tenido que construirse muchos pisos para ellos,
tal vez en la roca porque tierra disponible no creo que les quede; tal vez no
les hubiera quedado otra opción que fabricar chozas en los árboles, aquellos
que los monos no hubieran ocupado, convirtiéndose en vecinos de su urbanización;
a lo mejor hubieran adquirido sus habitantes por esa forma de vida el “síndrome de la jaula” pues de noche ya no
podrían salir de tapas por La Línea;
el agua la tendrían que haber transportado en barcos cisternas desde la Gran Bretaña o instalar desalinizadoras para potabilizarla; también
hubieran necesitado construir grandes depósitos para acumularla y así poder
abastecer a la población… ¿Dónde
hubieran construido tanto para tantas necesidades? ¿Les hubiera sido rentable abastecer a la población por este
procedimiento?
2.- Casi todos consideramos que no merece la pena
que un “chinorro” aporree a más de
un español-andaluz.
Mientras veía las escenas de la película mi mente
no cesaba de establecer paralelismos entre el pasado, el presente y las
acciones eternas de ocupación territorial. Con estos elementos aderecé un
cabreo muy respetable con el comportamiento humano egoísta que los humanos no somos
capaces de modificar.
Cuando logré serenarme, la hora y con la postura
que adopté en el sofá dormí sobre él durante un buen rato. Cuando recuperé la
conciencia comprobé que no me espabilaba suficientemente y, como ya había
perdido parte de la acción de la película, pues me incorporé y la cama me
acogió con los brazos abiertos. Cuando apoyé la cabeza en la almohada me
susurró:
- Pierdes
el tiempo, todo lo que haces es engordar pensamientos, después el sistema se
encargará de que acaben en el matadero y tú sólo ganarás una dosis de impotencia.
Antes de dormirme hice balance de los
acontecimientos vividos y llegué a la conclusión de que
el día que concluía había sido demasiado rico en vivencias y, además, variadas.
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