sábado, 22 de septiembre de 2018

NO DEMOS CONSEJOS


Colaboración de Paco Pérez
DEBEMOS DAR PAN
¿Debemos dar consejos a quienes nos rodean?
Solemos mostrar una propensión grande para darlos a los demás, así es como intentamos cambiar el rumbo de sus actos. Lo hacemos con palabras y les argumentamos que están basadas en nuestra experiencia pero… ¿Estamos nosotros en posesión de la verdad al hacerlo? ¿Es posible que haya otras verdades, las suyas, que también puedan ser válidas para nosotros?
La Sabiduría nos propone, para estas situaciones, aplicar una prueba a quienes se nos muestran como sabios y justos orientadores:
- [Pues si el justo es hijo de Dios, él le asistirá y le librará de las manos de sus enemigos. Sometámosle al ultraje y al tormento para conocer su temple y probar su entereza. Condenémosle a una muerte afrentosa, pues, según él, Dios le visitará.].

En este ejemplo se presentan dos modelos de hombres, los que se dejan guiar por Dios y quienes sólo se preocupan de sacar ventajas ante los demás.
Con el paso de los años Jesús no usó el camino de los consejos sino que les enseñó el de la práctica, el único que convence a todos… ¡¡¡Hacía a los demás lo que deseamos que nos hagan a nosotros!!!
Un día, Jesús caminaba con sus discípulos y les habló de cuál sería el desenlace final de su estancia entre los hombres pero ellos ni entendieron lo que les comunicaba ni le pidieron que les aclarara sus palabras. Lo que sí hicieron, Él los iba escuchando, fue discutir entre ellos, les preguntó por el tema que trataban con tanta energía y ellos callaron porque no se atrevieron a comunicarle que su preocupación era dilucidar quién de ellos sería el primero dentro del grupo. Esta escena nos demuestra que entre ellos también estaba instalado el vulgar egoísmo de nuestros días… ¡¡¡Ocupar el sillón para dominar a los demás!!!
Él no les reprochó abiertamente que esa fuera una forma errónea de entender el seguimiento y el servició a los demás sino que siguió con su modelo de ponerles ejemplos entendibles. En este caso le preocupaba enseñarles cómo debían actuar con la tentación humana de ser “los primeros”.
En aquellos tiempos los niños eran los últimos de la sociedad pero a Jesús eso no le importó y por eso cogió a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y después les dijo que para ser los primeros debían comportarse con la inocencia de los niños. Así les enseñó que si Él había puesto al último de la sociedad el primero pues ellos debían hacer lo mismo con las demás personas porque quienes aceptaran a los marginados sociales sería porque lo aceptaban a Él y al Padre.
Un tiempo después, en las comunidades primitivas, el comportamiento de las personas tampoco era el más adecuado pues entonces, igual que en nuestros días, éste solía torcerse cuando se instalaba en ellas lo más malo del ser: La maldad, la envidia, el caos, los enfrentamientos, las zancadillas… Cuando estas desviaciones entran en las personas su manera de actuar ya es contraria al mandato de Dios porque Él nos pide que hagamos lo contrario pues desea que seamos puros, pacíficos, comprensivos, misericordiosos, justos… ¿Por qué?
Porque cuando nos acostumbramos a vivir instalados en estos egoísmos nos alejamos del Padre y entonces Él sale de nuestras vidas porque comprueba que lo consideramos prescindible, que ya no le hablamos y que no le pedimos por la resolución positiva de las cosas importantes que se nos presentan. Por estas razones, cuando entramos en esa dinámica, ya no recibimos de Él sus ayudas.
Nos ocurre esto porque si alguna vez nos acordamos de Él y le pedimos es para satisfacer nuestras ambiciones o pasiones pero no para mantener una relación de familia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario