Colaboración de Paco Pérez
DEBEMOS DAR PAN
¿Debemos dar consejos a quienes nos rodean?
Solemos
mostrar una propensión grande para darlos a los demás, así es como intentamos
cambiar el rumbo de sus actos. Lo hacemos con palabras y les argumentamos que
están basadas en nuestra experiencia pero… ¿Estamos nosotros en posesión de la
verdad al hacerlo? ¿Es posible que haya otras verdades, las suyas, que también
puedan ser válidas para nosotros?
La
Sabiduría nos propone, para estas
situaciones, aplicar una prueba a quienes se nos muestran como sabios y justos orientadores:
-
[Pues si el justo es hijo de Dios, él le asistirá y
le librará de las manos de sus enemigos. Sometámosle al ultraje y al tormento
para conocer su temple y probar su entereza. Condenémosle a una muerte
afrentosa, pues, según él, Dios le visitará.].
En
este ejemplo se presentan dos modelos de hombres, los que se dejan guiar por Dios y quienes sólo se preocupan de
sacar ventajas ante los demás.
Con
el paso de los años Jesús no usó el
camino de los consejos sino que les
enseñó el de la práctica, el único que
convence a todos… ¡¡¡Hacía a los demás
lo que deseamos que nos hagan a nosotros!!!
Un
día, Jesús caminaba con sus
discípulos y les habló de cuál sería el desenlace final de su estancia entre
los hombres pero ellos ni entendieron lo que les comunicaba ni le pidieron que
les aclarara sus palabras. Lo que sí hicieron, Él los iba escuchando, fue discutir entre ellos, les preguntó por
el tema que trataban con tanta energía y ellos callaron porque no se atrevieron
a comunicarle que su preocupación era dilucidar quién de ellos sería el primero
dentro del grupo. Esta escena nos demuestra que entre ellos también estaba
instalado el vulgar egoísmo de nuestros días… ¡¡¡Ocupar el sillón para dominar a los demás!!!
Él no les
reprochó abiertamente que esa fuera una forma errónea de entender el seguimiento y el servició a los demás sino que siguió con su modelo de ponerles
ejemplos entendibles. En este caso le preocupaba enseñarles cómo debían actuar con
la tentación humana de ser “los primeros”.
En
aquellos tiempos los niños eran los últimos de la sociedad pero a Jesús eso no le importó y por eso cogió
a un niño, lo puso en medio de
ellos, lo abrazó y después les dijo que para
ser los primeros debían comportarse
con la inocencia de los niños. Así
les enseñó que si Él había puesto al
último de la sociedad el primero pues ellos debían hacer lo
mismo con las demás personas porque quienes aceptaran a los marginados
sociales sería porque lo aceptaban a Él
y al Padre.
Un
tiempo después, en las comunidades
primitivas, el comportamiento de
las personas tampoco era el más adecuado pues entonces, igual que en nuestros
días, éste solía torcerse cuando se instalaba en ellas lo más malo del ser: La
maldad, la envidia, el caos, los enfrentamientos, las zancadillas… Cuando estas
desviaciones entran en las personas su manera de actuar ya es contraria al mandato
de Dios porque Él nos pide que hagamos lo contrario pues desea que seamos puros,
pacíficos, comprensivos, misericordiosos, justos… ¿Por qué?
Porque
cuando nos acostumbramos a vivir instalados en estos egoísmos nos alejamos del Padre y entonces Él sale de nuestras vidas porque comprueba que lo consideramos
prescindible, que ya no le hablamos y que no le pedimos por la resolución
positiva de las cosas importantes que se nos presentan. Por estas razones, cuando
entramos en esa dinámica, ya no recibimos de Él sus ayudas.
Nos
ocurre esto porque si alguna vez nos acordamos de Él y le pedimos es para satisfacer nuestras ambiciones o pasiones
pero no para mantener una relación de familia.
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