Colaboración de Paco Pérez
LA SANTÍSIMA TRINIDAD CULMINÓ
Los
hombres nos preocupamos de encontrar una explicación para los misterios que nos
rodean, también lo hacemos con la Santísima
Trinidad, pero antes de ponernos a encontrar posibles respuestas deberemos saber
que no es fácil comprender los comportamientos humanos y después, partiendo de
ahí, preguntarnos… ¿Es posible
comprender las cosas de Dios?
Para mí, lo más importante no es volcarnos sólo en la comprensión del misterio sino intentar vivir a diario practicando las enseñanzas recibidas sobre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Después, para reforzar nuestra creencia, avanzaremos en el conocimiento de cómo se fue manifestando el misterio desde el Padre hasta la Santísima Trinidad.
El Padre lo hizo, en el día a día de las personas, a través de los acontecimientos
que les ocurrían, así fueron suponiendo que un ser superior estaba detrás, por esas
sospechas ellos comenzaron a mirar al cielo y ya comenzaron a surgir las religiones
y sus rituales. Estas formas de religiosidad, como es lógico,
estuvieron alejadas de la realidad de Dios hasta que llegado el momento
el Padre se manifestó a Moisés, más adelante nos envió a su
Hijo y luego, cuando Jesús cumplió en la Tierra con el deber
de ayudar y enseñar a los hombres el verdadero camino murió, resucitó y, con su Ascensión, retornó glorioso al cielo como Hijo de Dios
pero, antes de marcharse, nos dejó el
Espíritu Santo para que siempre estuviera a nuestro lado ayudándonos.
No obstante, hemos de reconocer
que las deformaciones religiosas acumuladas siempre entorpecieron la recepción
del mensaje, con Jesús y en nuestros días, y esa realidad hace que no
percibamos acertadamente que Dios es
bueno y ama a todos los hombres. Opino así porque a la mayoría se
nos enseñó incorrectamente: [Dios es
nuestro Padre, premia a los buenos y castiga a los malos.].
Esta
desviación no daña si leemos:
- Mateo 5,45: […para
ser hijos de vuestro Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y
buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos.].
- Romanos 5,6.8: [Dios
es siempre favorable al hombre, aun cuando éste se profese enemigo suyo.].
De
haber arrancado aquí nuestra enseñanza entonces no nos habríamos desviado de la
verdad: Dios nos ama a todos de la misma
manera porque nos acepta con nuestras virtudes y defectos, aunque en
determinados momentos lo insultemos o reneguemos de Él. Nunca discrimina por posición social, raza,
religión… ¿Somos nosotros como Él?
Creo
que no porque nos mandó a su Hijo con condición humana para
facilitarnos el camino pero el judaísmo, aferrado a sus desviaciones
religiosas históricas, no lo aceptó y en vez de amigo lo
consideraron un peligro… ¡No comprendieron
la sencillez de su mensaje! ¿Lo
entendemos nosotros en nuestros días?
Jesús, a pesar del mal que le
hicieron, enseñó el perdón y lo hizo mostrando la diferencia de
comportamiento que hay entre la actuación
humana, “ojo por ojo”, y la de Dios, “perdonar las ofensas setenta veces siete”. Además, para que
comprendieran mejor sus palabras, les regaló la parábola del “Hijo pródigo”. También dejó muy claro
que si no rectificamos y perdonamos a los demás sus ofensas el
Padre tampoco nos perdonará las nuestras.
Les recomendaba no establecer diferencias
entre las personas, les proponía que en las relaciones hubiera AMOR, JUSTICIA e IGUALDAD y para conseguir esa meta, como una cosa es decir y otra hacer: [Lavó los pies a los que le acompañaban en la mesa].
Los
hombres tenemos de Dios una idea real, es muy poderoso. Pero, partiendo de esa
verdad, cuando nos visitan los problemas, perdemos la confianza en Él y comenzamos a cuestionarle ese
poder… ¿Por qué reaccionamos así?
Porque
al no comprender el gran misterio de la vida el egoísmo se instala en
nosotros, perdemos nuestra capacidad de aceptación, dejamos de amarlo, le damos
la espalda y ya sólo nos queda ofenderlo. Pero… ¿Hemos pensado cómo se sentirá Dios cuando escuche nuestras acusaciones
y rechazos porque creemos que actúa de manera insensible con nuestros problemas?
Se
repite esta escena porque se nos vende cuando se nos presentan la sequía, la pandemia,
la crisis económica o las enfermedades que nos tiene abandonados pero la
realidad es otra, Jesús siempre se
mostró de manera totalmente contraria cuando se encontraba con situaciones de
dolor. La prueba está en Mateo 9, 36:
[Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque
estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.].
¿Cómo
es posibles pensar así del Padre si
el Hijo vivió haciendo el bien y nos
dejó el Espíritu Santo para que nos
ayudara?
Entiendo
que la Santísima Trinidad es el culmen del proyecto creador de Dios,
cuyos elementos fueron apareciendo, poco a poco, hasta que la obra quedó
completada. La Palabra estuvo
presente desde el inicio y después, cuando llegó el momento, se encarnó en el Hijo, nos enseñó con sencillez el camino del Reino y nos dejó
la presencia permanente del Espíritu Santo.
El
hombre, por el pecado, estaba en deuda con el Padre pero, por la fe, Jesucristo
nos liberó de nuestra carga, nos hizo libres y nos regaló la esperanza de
conseguir estar un día junto a Dios en
el Reino.
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