Colaboración de Paco Pérez
LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO
Los discípulos
estaban en una casa encerrados, temían a los judíos, no habían comprendido lo
ocurrido y no sabían qué hacer. Dominados por esa situación recibieron la
visita de Jesús, los saludó deseándoles la PAZ y se identificó
mostrándoles las heridas de las manos y el costado. Ellos, cuando vieron esas
realidades tangibles en su cuerpo lo reconocieron y se mostraron felices.
Después les comunicó que había sido enviado al mundo por el Padre y ahora, por ese poder que había recibido, Él los enviaba a predicar dándoles el poder de perdonar y retener los pecados, sopló sobre ellos, se produjo un gran viento acompañado de un ruido extraño, aparecieron sobre ellos unas lenguas de fuego y recibieron el Espíritu Santo.
Este
hecho extraordinario lo vivieron los discípulos pero las gentes
sencillas que había en Jerusalén y no estaban en aquella casa, algunas
habían venido de otros países, también notaron algo extraño y acudieron al
lugar de donde venía aquel ruido. Ellos, al recibir el Espíritu Santo perdieron
el miedo, salieron de la casa y comenzaron a evangelizar, hicieron lo que Jesús
les había encomendado, y, como les regaló el don de lenguas, aquellos
que acudieron los escuchaban en su propia lengua y eso hizo que comprendieran
mejor quién estaba detrás de aquel fenómeno.
¿Por
qué ocurrió aquella transformación tan radical en los discípulos?
Porque Jesús,
como conocía bien a las personas, les propuso hacer cosas diferentes para
cambiar las relaciones sociales y les aconsejó romper con el pecado,
evitar cometer errores irreparables, no permanecer atados a la
injusticia personal o colectiva y abrazar la práctica del amor y el
perdón porque no es misión nuestra juzgar y condenar las acciones ajenas.
Para
trabajar por el Reino debemos pedir al Espíritu Santo que nos
regale una buena dosis de FE, regalo
que recibiremos si nuestra creencia es verdadera, sin olvidar que para tener creencia hay que conocer, que para conocer hay que buscar
y por este planteamiento yo me pregunto… ¿Nos
preocupamos los cristianos de buscar a Dios para conocerlo?
Quienes
convivieron con Jesús a diario sí tuvieron
la oportunidad de conocerlo pero la
realidad histórica nos confirma que, a pesar de ello, no creyeron firmemente
que fuera el Hijo de Dios y por eso lo
vendieron, lo negaron, lo condenaron, lo crucificaron, murió y después, por esa
increencia de ellos, les mostró las heridas para que las tocaran
y creyeran.
¿Seguimos necesitando tocar para creer?
Ahora,
la única oportunidad que tenemos los cristianos de conocer a Dios, algo, es visitando la Biblia… ¿Lo hacemos?
Yo creo
que muy poco y por eso opino que si a ellos les resultó difícil conocerlo ahora
nosotros estamos también desorientados porque nuestros cumplimientos son practicas
cuyo origen está en la tradición y no en el mensaje de Cristo. Ejemplo: El
Bautismo se aplicaba a quienes voluntariamente se acercaban a pedirlo, está en
la Biblia.
Por esa
evidencia me pregunto… ¿Tiene sentido bautizar
cuando se tiene unos días o meses?
Para qué tanta prisa si al crecer la mayoría se
alejan de la parroquia y no retornan a ella hasta que necesitan asistir a la
catequesis para recibir la
Primera Comunión o la Confirmación, hacer el cursillo prematrimonial, casarse o
asistir a un funeral.
Entiendo
que la creencia debe ser el fruto lógico
que se recoge después de sembrar en nuestro corazón la “semilla del amor a Dios
y al prójimo” pero por desgracia priorizamos
el seguir adorando a muchos dioses y no dedicamos el tiempo necesario a conocer
mejor a Jesús y, mucho menos, de preocuparnos
por quienes diariamente caminan a nuestro lado con problemas… ¿Nos sentimos satisfechos con este comportamiento?
Toda fiesta religiosa da gloria
a Dios pero la de Pentecostés, en el pasado, era pagana-agrícola pues coincidía con el final
de la siega de la cosecha y en ella le presentaban a la divinidad los primeros
frutos. Para los primeros cristianos fue el comienzo de una “alianza
nueva” y la enseñanza de unos principios que estaban grabados en el espíritu y en la libertad de las personas. En nuestros tiempos recordamos que se nos
regaló el Espíritu Santo para que
cambiáramos pues nada
debe permanecer anclado en el pasado, que todo debe evolucionar para buscar algo
mejor y que deberemos hacerlo con ilusión.
Con el Espíritu
Santo la Iglesia inició su
andadura recibiendo la valentía necesaria para la evangelización porque Dios no nos quiere inmovilistas y encerrados, nos pide que seamos abiertos.
Pablo escribió a los corintios
porque habían surgido problemas entre ellos y para acabar con los
enfrentamientos surgidos les habló de UNIDAD y DIVERSIDAD y les comparó
el funcionamiento de la comunidad con el cuerpo humano. En éste, cada
miembro trabaja en algo diferente pero lo hacen de manera coordinada, él
funciona correctamente y nos regala la salud pero cuando uno de sus
miembros no funciona bien el cuerpo se resiente y enferma.
Lo
mismo ocurre con la Iglesia, cuando sus miembros actúan al unísono todo marcha
bien pero si hay discrepancias se resiente la institución y se pone en peligro
la misión que le encargó Jesús.
Debemos recordar
la grandeza del Espíritu Santo como
impulsor de la UNIDAD en la
diversidad de la vida: Un solo Dios;
la misma FE; el mismo Bautismo; una sola familia, la de los “hijos
de Dios”… Esta realidad estará en peligro si las personas nos olvidamos de
los principios que Jesús nos enseñó
para avanzar y los sustituimos por la envidia,
el egoísmo, la injusticia y la mentira.
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