Colaboración de Paco Pérez
¿LO SEGUIMOS?
Las personas acostumbramos a planificar nuestras acciones futuras con unos días o meses de antelación pero Dios lo hace muchos siglos antes. Ejemplo: En el 734 a.C. el rey de los asirios ocupó parte de Samaría, el pueblo se sintió abandonado por el Señor, Isaías les dio ánimos y les comunicó una buena noticia, la Luz vendría a ellos regalándoles el final de su sufrimiento y el nacimiento de Jesús. Leemos Mateo 4, 14-16: [Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: País de Zabulón, y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló.].
Cuando
el Bautista comenzó a predicar lo que decía no fue bien recibido por todos
pues algunos, llenos de egoísmo, temieron perder la buena posición
social que disfrutaban, lo rechazaron y acabaron apresándolo
porque,
como no supieron valorar que Dios les brindó la oportunidad de conocer
la Luz, ellos no la acogieron.
Cuando
Jesús tuvo noticias de lo ocurrido a Juan, para evitar esos
peligros, se marchó a Galilea y, aunque tenían otras creencias, ellos sí
recibieron la Luz y no la rechazaron. Jesús comenzó allí su
andadura evangelizadora y realizó la elección de discípulos entre sus gentes.
Un tiempo después enseñó, a quienes enviaba a evangelizar, que cuando entraran
en un lugar, si no los recibían bien, debían sacudirse el polvo y marcharse a
otro sitio. Jesús se marchó de Judea a Galilea… ¿Fue
un capricho o lo hizo por lo que ocurrió a Juan?
Él les hablaba del
Reino de Dios, de la necesidad que tenían de convertirse y
les aconsejaba qué debían hacer para alcanzarlo, tener el firme deseo
de mejorar y comenzar a mostrar una actitud de cambio real.
Unos
años después Pablo escribió a los corintios para intentar
reconducir los diferentes criterios que tenían en aquella comunidad para
entender el mensaje de Dios e intentar así poner fin al problema de no
saber vivir en comunidad… ¿Por qué?
Porque
todos hemos recibido de Dios unas cualidades pero todavía no
hemos asimilado que nos fueron regaladas para ayudar a los demás y no para
beneficio propio o para imponerlas porque sí.
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