Colaboración de Paco Pérez
¿FINAL O COMIENZO?
Muchas personas presentan lo que hacen como acciones
benefactoras y después se descubre que buscaban otros objetivos. Hasta el
último momento intentan confundirnos pronunciando de manera interesada las
palabras que más les ayudan: El prójimo, la amistad, el amor, la generosidad,
el compartir, creer en los proyectos… Ese formato de engaño suele funcionar
hasta que la mentira flota, entonces se visualiza y ya se descubre que aquel
comportamiento que parecía una acción loable sólo era un acto mezquino que
buscaba obtener beneficios personales.
En el evangelio de Juan, también se habla de amistad, amor, confianza, fe en Jesús y Dios, acompañamiento en los momentos difíciles…
Si nos detenemos y enfrentamos ambas realidades
comprobamos que generalizar es malo pero la propuesta de Jesús sí es buena
porque nos enseña a caminar y no a confundirnos, es decir, con Él todo cambia
porque su amistad con María, Marta y Lázaro era verdadera y se confirma en las
lágrimas sinceras que derramó pues mostraron el amor que sentía por aquellos
hermanos, eran tan buenos que otros amigos también los acompañaron en aquellos
momentos de dolor, la confianza y la fe que las hermanas tenían en Jesús
quedaron reflejadas en el recibimiento que le hicieron a pesar de no haber
venido antes.
¿Por qué no acudió Jesús en el momento de recibir la
noticia de la gravedad de Lázaro?
Es posible que algunas personas, si hubiera curado
la enfermedad de inmediato, después creyeran y otros no, recordemos la curación
del ciego, pero al devolverle la vida después de estar enterrado cuatro días y
en fase de descomposición ya hizo más creíble que Jesús era Hijo de Dios, sobre
todo para quienes lo presenciaron, y de eso se trataba, que hubiera testigos
para que la divulgación de la presencia de Dios en lo que hizo Jesús no
ofreciera dudas.
No debemos olvidar que Jesús no hizo aquella acción
portentosa para alcanzar fama personal, lo que hacen las personas, sino para
enseñarnos que debemos dirigir nuestras peticiones de ayuda al Padre, lo que
hizo Él para que la vida retornara a Lázaro; mostrarnos así la grandeza de
Dios; ayudarnos a reconocer que Él era el Mesías anunciado por los profetas y
enseñar a los asustados discípulos, y a nosotros, que la muerte es un acto
físico cuya huella queda en el sepulcro y un acto final con resurrección.
Ezequiel también habló de la muerte al pueblo,
cuando éste estaba cautivo en Babilonia y lo hizo para anunciarles que Dios los
sacaría de sus sepulcros. Con este lenguaje simbólico intentó hacerles
comprender que si los difuntos estaban encerrados en las tumbas ellos también
lo estaban al vivir cautivos. Lo hizo así para anunciarles que serían liberados
por Dios y que regresarían a Israel.
Hoy, las palabras de Ezequiel cobran vigencia porque
las guerras, las consecuencias físicas de la pandemia, los terremotos y la
crisis económica están ocasionando a la población mundial hambre,
desplazamientos humanos y sufrimientos, otras formas de esclavitud que también
ocasionan miedo y muerte.
Para Pablo, quienes viven apegados a las cosas
materiales se alejan de Dios, y eso le debe desagradar, mientras que quienes no
están apegados a las prohibiciones y sí al Espíritu, por lógica, Él los
protegerá pues si Jesús está en nosotros, aunque nuestro cuerpo muera, no
deberemos preocuparnos porque el mismo Espíritu que lo resucitó a Él también
dará vida a nuestros cuerpos.
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