Colaboración de Paco Pérez
El relato sobre los seres que poblaron la Tierra, todos necesarios e importantes,
nos muestra al hombre como el más relevante pero, después de nombrarlos, se
sintió sólo porque no encontró ninguno que pudiera ayudarle y Dios le dio a la
mujer como compañera. Con esa decisión el matrimonio inició su andadura y se nos
enseñó que los esposos eran iguales y vivirían unidos, amándose, ayudándose y respetándose.
Pasaron los años y no se cumplió el plan de Dios al surgir
diferencias entre ambos, el hombre tenía demasiados derechos y la mujer pocos y
muchas obligaciones.
Más adelante, para solucionar las crisis matrimoniales que se presentaban, el pueblo le planteó a Moisés, una petición muy egoísta: Permitirles romper el vínculo contraído separándose de la esposa y él cedió.
Preguntado Jesús sobre el tema afirmó que la
decisión de Moisés fue una equivocación porque las leyes de Dios no se pueden
modificar y, quienes se casan de nuevo, cometen adulterio contra las personas de
las que se separan.
Como
los niños tampoco eran respetados por aquella sociedad, incluso por los
apóstoles, Jesús les dijo que para entrar en el Reino de Dios debían tratar al prójimo con la inocencia, sencillez
y humildad de ellos y abandonar el egoísmo que empuja a las personas a poseer cada
vez más.
Las enseñanzas de Jesús y sus apóstoles hicieron que
las personas acogieran su mensaje, dieran un cambio positivo a sus vidas y se
formaran comunidades cristianas en diferentes lugares pero, cuando ocurrieron
los acontecimientos que desembocaron en el doloroso final de Jesús sus miembros
sufrieron y quedaron muy afectados.
Con la Carta, el autor intentó levantarles el ánimo
mostrándoles la realidad de lo ocurrido para que no se confundieran prestando
demasiada atención a lo tangible de los hechos, la muerte de Jesús, y evitarles
que ofuscados no vieran lo más importante… ¡El gran sacrificio que hizo Él para
regalarnos la salvación!
En
nuestros días, por la ley del péndulo, la mujer ha pasado de una posición sin
derechos a tenerlos todos y el hombre detenido. Ocurre pero no debería serlo hasta
que no se investiguen los hechos pues todos los casos no son iguales y somos
inocentes mientras no se demuestre lo contrario, por eso opino que ni aquello
ni esto. Lo deseable es que sólo haya… ¡Igualdad, siempre igualdad, y mucho
respeto! ¡Verdad en los argumentos y no mentiras inculpatorias de diseño!
¿Qué
diría Jesús, hoy, de lo legislado en España? ¿La Iglesia interpreta las
separaciones igual que Jesús o ha aflojado la cuerda?
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