Colaboración de Francisco Pérez López
La
creencia en un ser superior facilitó que las personas notaran la presencia de
Dios entre ellas y, en su momento, se manifestó a Moisés en el Sinaí. Cuando acabó
el encuentro bajó y les comunicó qué debían hacer y qué no para prosperar y tener
larga vida, sin olvidarse de amar a Dios y a los demás pero adorar sólo a Él.
En el templo, los sacerdotes oficiaban cada día pidiendo perdón por los pecados propios y ajenos. Con Jesús las prácticas sacerdotales cambiaron pues Él, al no pecar y ser inmortal, no oficiaba diariamente para pedir perdón por Él y los demás. Su cometido era otro, escuchar nuestros problemas e interceder por ellos ante el Padre.
Aunque
murió por las personas de todos los tiempos, un acto único y suficiente para
siempre, sus enseñanzas sobre el amor a Dios y al indefenso fueron rechazadas
por quienes tenían el poder religioso y político pues temieron que acabaría con
el culto del Templo y las grandes ganancias que obtenían con las ofrendas. Para
impedirlo manipularon al pueblo y lo pusieron en su contra. Esa acción demostró
que no comprendieron quién era Jesús ni el verdadero sentido de lo que decía y hacía…
¿Lo hemos comprendido nosotros?
Creo
que no pues nos inocularon un sentimiento de culpabilidad permanente y un gran temor
al más allá al mostrarnos demasiado a Dios como castigador inflexible y poco como
es, un Padre que ama, perdona y acoge.
Para evitar el Infierno se nos proponía arrepentirnos, confesar los pecados, recibir el perdón, cumplir la penitencia y comulgar. Ahora, por la ley pendular, no nos acordamos del Infierno porque, al tocarse con pinzas, el pecado ha salido de nuestras conciencias y, como somos muy buenos, la necesidad de confesarnos queda anulada y … ¡Todos a comulgar!
En
los bancos quedamos unos pocos, yo lo hago porque considero que dar bandazos no
es el camino: O la enseñanza de antes era incorrecta o es la de ahora y por eso
prefiero recibir a Cristo después de confesar.
Opino
que se sigue confundiendo a las personas con las prácticas del templo: Muchas misas,
rosarios, triduos, procesiones, reuniones… ¿Por qué?
Porque
abandonan el templo satisfechas por haber cumplido con Dios pero… ¿Hemos puesto
al prójimo en el centro de nuestra vida?
Creo
que no pues al salir seguimos preocupándonos mucho por nuestros problemas y
poco por los ajenos, es decir, actuamos como si viviéramos solos en una isla, cuando
la realidad es otra, lo hacemos rodeados de personas que necesitan de nuestro
empuje y nosotros del suyo.
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