Colaboración de Paco Pérez
Según
los expertos, en las lecturas de la Pascua
se nos vienen mostrando, poco a poco, “Los
pilares de la Iglesia”. En esos textos podemos
ver las acciones que realizaba Jesús y que dan origen a lo dicho: Lavando los pies, anunciando la traición próxima
que sufriría, siendo preguntado por quién iba a ser el traidor, diciéndoles cómo iban a identificarlo y ofreciéndole a Judas un trozo de pan en señal de amistad y perdón.
Los
discípulos quedaron desorientados con su forma de actuar y, cuando Judas se
marchó del lugar donde estaban, Jesús les
interpretó lo sucedido y les anunció
lo que le esperaba a Él a
continuación pero no lo entendieron y tampoco cuando les enseñó, con su ejemplo de vida, que:
-
Amar es servir al hombre hasta dar la vida por él, el lavado de los pies fue
un buen ejemplo.
-
Su proyecto incluía a todos los hombres,
en él también entraban los enemigos. No olvidemos que ofreció comida a Judas.
-
Rechazaba la violencia, Él les propuso
ofrecer la otra mejilla, y, como Pedro no lo entendió en su momento, por eso sacó
la espada cuando fueron a por Él hasta
el “huerto” y le cortó la oreja a uno.
- Respetaba la
libertad
y por eso permitía que cada uno hiciera lo que considerara mejor, así les hacía
comprender que con el amor se
consigue más que con el odio. El
mejor ejemplo está en el mismo Jesús pues, cuando le preguntaron por el
traidor, Él no lo acusó ante ellos.
Con
la traición de Judas nos enseñó que su amor
por él era más fuerte que el odio que
mostramos los humanos por quienes nos hacen daño y que el verdadero amor no juzga porque entiende que debemos dejar esa tarea para el Padre.
Este
plan nos lo deja para que modifiquemos nuestra ruta pues nos conoce desde que el
mundo arrancó su andadura y sabe bien qué medallas la adornan: Las infidelidades,
las penalidades, las incomprensiones, los egoísmos los arrepentimientos, las
caídas, los levantamientos… También sabe que este conjunto de actuaciones humanas
es el reflejo del día a día que ofrecemos los humanos, Él lo sabe y, a pesar de
ello, nunca nos abandona. Los hombres no somos así y, casi siempre, solemos pensar
de Él lo contrario cuando nos van mal los negocios o nos viene un contratiempo
de cualquier otra índole.
Pablo
y Bernabé continuaron viajando en nombre de Jesús para llevar la Palabra a los
gentiles. Visitaban también las comunidades ya fundadas para darles ánimos,
reorganizarlas y, antes de marcharse, les ordenaban
responsables para que siguieran al frente de ellas en el futuro. Éstas ya los
tenían nombrados pero ya comenzaron a hacerlo mediante un ritual. Estas
responsabilidades se encargaban a los más ancianos para que con su experiencia fueran
los animadores de la comunidad.
Hoy,
el Apocalipsis nos muestra la visión del final feliz que nos tiene preparado
para cuando acabemos el camino.
La
vida es un movimiento continuo hacia el final y en la Biblia se nos muestra
cómo debemos recorrerla para alcanzar esa felicidad, ésta se conseguirá como
fruto maduro de la lucha en contacto con las personas de la comunidad siendo
fieles al deseo de Jesús. En el final de nuestro camino encontraremos la
verdadera y definitiva libertad, la que Jesús nos enseñó.
Si
miramos hacia el futuro sabiendo qué nos esperará entonces lograremos que, de
proceder así, la fe, la esperanza y el amor salgan fortalecidos.
La
lucha terrenal hay que hacerla en comunidad
y de manera fraternal, no individualmente. Este modelo de organización fraterna e igualitaria que
se nos propone comenzó en el desierto, después de la salida de Egipto. Allí lo
compartían todo y de manera racional, lo que necesitaban para cada día.
En
el futuro que Dios nos ofrece, la muerte ya fue vencida… ¡¡¡Entonces sólo existirá para todos la vida
en abundancia!!!
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