Colaboración de Paco Pérez
¿“PROGRESISTAS” O “CONSERVADORES”?
Desde
hace un tiempo, en España, el paisaje político que se nos ofrece a diario y
durante las campañas electorales con más intensidad no es seguido por la
ciudadanía con espíritu crítico, un grave error… ¿Por qué opino así?
Porque
si lo hacemos de esta manera no nos tragaremos los programas de gobierno porque
sí, sin más, sino analizándolos bien y así, después de conocerlos todos, ya podríamos
confrontarlos para descubrir sus verdades y sus mentiras. Si lo hiciéramos con
este espíritu después podríamos dirigir nuestro voto en la dirección que más
interesara para conseguir el bien nuestro y el de nuestra nación.
La
realidad es que no lo hacemos así porque nos vienen inoculando, desde hace años
y sin que nos demos cuenta, un formato divulgador de noticias falsas y no de
proyectos reales que permitan mejorar lo existente. Con esta técnica el elector,
con la espiral de odio que genera ese formato, es posicionado inconscientemente
contra quienes han sido colocados en la diana a la que todos deben disparar
hasta que quede destruida. Así, los inoculados, desconocen las propuestas de
todos, se olvidan de los hechos que protagonizaron nuestros gobernantes en el
pasado, no valoran si nos favorecieron o nos perjudicaron y cuando llega el día
de la votación acuden con el sobre que le habían llevado a su domicilio, bien guardado
en un bolsillo, o, si no fue así, buscarán apresurados “dónde están los suyos”. Como ejemplo de lo que he dicho antes voy a
contarles lo que me ocurrió cuando era joven.
Cada
vez que había elecciones tenía la gran suerte de que me tocaba ser “presidente”
de “mesa electoral” yo protestaba en el Ayuntamiento y los responsables nunca
me escucharon porque me siguieron nombrando una y otra vez. La última que lo
fui me ocurrió algo inesperado y sorprendente, nunca me había sucedido algo de
esa clase y voy a omitir los nombres de los protagonistas porque ya están
fallecidos.
La
mañana estaba avanzada, no habíamos tenido incidentes y un señor del PP que
estaba acreditado por su partido para vigilar el buen funcionamiento del
proceso entró en la cabina de votación y salió dando voces contra mí, decía que
los de izquierdas habían colocado sus papeletas encima de las del PP y me pedía
explicaciones. Le rogué que no me subiera la voz porque yo no había observado
nada anormal para que hubiera ocurrido lo que decía, fui a comprobarlo y
llevaba razón. Arreglé el entuerto, se tranquilizó y todo volvió a la
normalidad.
Un
rato después entró en la estancia una señora algo mayor, recordé que ya había
estado antes y que se había marchado sin votar, de nuevo pasó a la cabina y
unos minutos después se escuchó una atronadora voz que preguntaba:
-
¿Dónde están los míos?
Acudí
en su ayuda y entonces, al comprobar que de nuevo estaba todo revuelto, ya
comprendí que ella había sido la causante del problema denunciado con
anterioridad. Arreglé de nuevo el lío y le pregunté:
-
Señora María… ¿Qué le pasa?
–
¡Que no encuentro a los míos!
–
Si me dice quiénes son yo le ayudo a encontrarlos.
–
¡Los comunistas!
Le
cogí su papeleta, un sobre y se los entregué. Después de darme las gracias me
confesó:
-
Es que no sé leer y tampoco veo ya los escudos.
Si
estas personas caen en manos desaprensivas entonces quienes votan son los
interventores y no la mencionada persona.
El
interventor me amenazó con impugnar los resultados porque consideró que la mesa
había sido consentidora y se mostró con un exceso de celo injusto, me juzgó mal
y tuvo poco sentido común. Si hubiera ejecutado su amenaza hubiéramos tenido
que repetir la votación y haber sufrido la injusticia de ser tratados como sospechosos
de amaño.
Así
son de éticos algunos políticos, en nuestro pueblo y en cualquier otro lugar de
España.
Esta
escena nos descubre la gran tensión en que viven estos señores mientras dura el
proceso electoral, la poca comprensión que muestran con quienes no llevan ningún
interés personal de partido porque lo hacen obligados por la ley y nos enseña
que todo esto ocurre porque los votos es lo más importante para ellos ese día.
Esta
lucha por las siglas fue insignificante e intranscendente si lo comparamos con lo
que hacen en nuestros tiempos sus sucesores, éstos muestran mucho más encono pues
sólo piensan en cómo quedará el cuadro de resultados después del escrutinio
porque con la ley pueden resultar modificados los resultados de manera legal.
Así es como el señor Sánchez vive en la Moncloa, agrupado con los partidos de
izquierdas que están dispuestos a firmar cualquier cosa para exigirle el acabar
con la legalidad vigente.
Esta
realidad viene sucediendo desde hace unos años en España movidos por el odio que
sienten hacia la derecha, todo por intereses
de gobernanza y no para el buen funcionamiento de nuestras instituciones
públicas.
Con
esta lamentable finalidad han acuñado, como sentimiento común para ir en contra
de la derecha del PP y Ciudadanos, el “pensamiento
único” que les hace enarbolar con orgullo la bandera simbólica de “izquierda progresista”.
Cuando
llega la hora de una campaña electoral se lanzan, como lobos hambrientos,
contra los candidatos “conservadores”
para sacarles sus trapos sucios y se olvidan de dos cosas muy importantes:
-
La “izquierda progresista” tienen
tantos trapos sucios, o más, que la “derecha
conservadora” pero los medios amigos tapan los “progresistas” y airean los “conservadores”,
ahí está la clave de la fuerza moral que ellos se adjudican y que proclaman
como elemento diferenciador.
–
Sus programas de gobierno llevan las utopías de siempre, esas que ellos se encargan
de elevar a la categoría de novedad, algo que es verdad, y lo digo porque como
nunca cumplen lo que prometen pues cada cuatro años las ponen en primera fila
otra vez porque la gente ya no se acuerda de que son las promesas incumplidas
de la vez anterior.
Recuerdo
las conversaciones que teníamos en la “Transición”
mientras nos tomábamos unas cañas en el bar durante los primeros años de la “democracia” y en ellas ya había algunas
personas que remaban de manera intencionada para la izquierda. Como la mayoría
estábamos en las nubes ideológicas
pues nuestras opiniones giraban sobre razonamientos sencillos y adecuados al
tema tratado. En aquellos tiempos el tema
religioso estaba más incrustado en las personas y los que ya estaban
politizados sabían que esa razón podía incidir en los resultados electorales si
el sistema religioso decidía tomar partido y entonces se comenzó a divulgar que
“Jesús fue el primer socialista”… ¿Podían molestarse quienes tuvieran dos
dedos de frente por ese mantra intencionado?
También
hubo quienes decían que las personas de izquierdas eran muy idealistas pues
consideraban que sus planteamientos estaban basados en conceptos o ideas que
estaban poco ajustadas a la realidad. Cuando pasan los años y los idealistas de
antaño ya no tienen que disimular sus planteamientos inamovibles pues se nos
muestran encajados en sus tradicionales postulados y por eso no aceptan la
posibilidad de que puedan existir otros caminos o que todo pueda ser
modificable… ¡Ya no camuflan su
“pensamiento único”!
Frente
a ellos está la “derecha conservadora”.
Sus defensores caminan con los pies en el suelo y por eso entienden que para
lograr los objetivos que se proponen hacen falta una serie de hechos
contrastados o realidades materiales tangibles, a éstos los catalogan como unos
“realistas materializados” que se olvidan de los empobrecidos.
¿Qué comportamiento es el más correcto?
Entiendo
que ambos planteamientos no son perfectos porque toda forma de pensamiento es
cerrada y no acepta modificaciones o cambios. Si el idealista no valora suficientemente la realidad pues lo que
emprende tiene muchas posibilidades de no acabar en éxito. La “derecha materialista” prefiere actuar
con propuestas cuya aplicación sea posible porque ya están contrastadas,
siempre antepone los hechos a las ideas y por eso se muestra en una línea conservadora.
Yo
considero que con los planteamientos materialistas la sociedad tiene más
posibilidades de salir adelante que con los idealistas porque los primeros
ponen los pies en el suelo y los segundos no.
Si
aplicamos estos posicionamientos a quienes dirigen las instituciones públicas
en España es posible que encontremos
ejemplos reales, históricos y actuales, que puedan confirmar lo dicho.
¿Podemos
negar que con Aznar la economía alcanzó un nivel inmejorable y que con Rajoy se mejoró la debacle ocasionada
por Zapatero?
La
izquierda se atribuye unos valores
inmaculados que guían a este colectivo político a la hora de dirigir los
destinos de los españoles, una vez bautizados con ellos ya sufren sus efectos
transformadores y se adjudican el calificativo de “progresistas”, proclamándose como “izquierda progresista”. Este colectivo, opino, se ha encajado con sus
formas de actuación en la línea del “PENSAMIENTO
ÚNICO” descrito por Nicolas Sarkozy
así: [El
“pensamiento único”, que es el
pensamiento de quienes lo saben todo,
de quienes se creen no sólo intelectualmente sino también moralmente por encima de los demás…].
Si
analizamos las propuestas que nos
hicieron y cómo acabaron después
pues sólo nos queda recorrer dos caminos posibles: Abrir los ojos y ver la
realidad de su actuación o seguir con ellos cerrados para no verla tal como es.
Recordemos algunos de sus hechos reales recientes y la deriva a que nos han
llevado.
Como
“Nada ocurre por casualidad” pues
ahora estamos sufriendo las consecuencias de lo que comenzó mal con los
planteamientos del señor Zapatero:
-
Propuso la “Alianza de Civilizaciones”
en la 59ª Asamblea General de la ONU,
el 21 de septiembre de 2004, entre Occidente
y el mundo musulmán para luchar
contra el terrorismo internacional sin necesidad de tener que recurrir a una
intervención militar… ¿Quién podía
rechazar esa idea?
Me
parece que nadie pero la realidad nos ha dicho que 14 años después sólo se ha conseguido
crear un Foro donde se reúnen los
representantes de los países miembros, alrededor de cien, para hablar… ¿Han conseguido que no haya guerras o
atentados?
El
Sr. Zapatero, acostumbrado a vivir
en las nubes, suele viajar a Venezuela
para intermediar entre Maduro y la oposición, ésta denuncia su mala praxis… ¿Ha impedido con su intermediación que un detenido salga volando por la
ventana de una comisaría y muera?
Si
su invento de la “Alianza de
Civilizaciones” busca un entendimiento entre Occidente y el mundo
musulmán me veo obligado a preguntarme… ¿Cómo es posible que este señor
haya reabierto las heridas de la Guerra
Civil aprobando la “Ley de la Memoria Histórica” y enfrentando a los
españoles?
También
me veo obligado a preguntarme… ¿Cómo es posible que no impidiera la formación
del “cordón sanitario” contra los
españoles de pensamiento “conservador”?
No
sé si, después de recordar estas realidades propiciadas por él, lo mejor para la salud mental del lector será
reírse o llorar.
Es
bueno tener ideas que ayuden al progreso pero de ahí a proclamarse “izquierda progresista” y hacer que España fuera tan mal administrada que
la dejara, después de su mandato, en la ruina más grande que hemos conocido y
por eso creo, sinceramente, que de “progresista”
tuvo poco.
España estuvo en Irak en “misión de paz” pero el señor Zapatero,
otra incongruencia más en su trayectoria, basó su campaña electoral del 2004 en
vendernos su “programa electoral
progresista” del “NO a la guerra”,
como tema estrella, para combatir al PP
de Aznar. Con él y los atentados de los trenes subió al poder
y, cumpliendo lo que había prometido, retiró las tropas que estaban en Irak cumpliendo labores
humanitarias.
Después,
con él en el Gobierno, las tropas
españolas participaron en la guerra de Libia,
en la de Afganistán…
Mi
abuelo le hubiera dicho a Zapatero:
[Señor Presidente, veo que usted
también conoce: “Como no soy río me
vuelvo para atrás cuando quiero”.].
Por
todos estos comportamientos incorrectos los españoles sectarios tienen claro
que hay dos clases de guerras: Las buenas,
aquellas en las que España intervino
cuando nos gobernaba el PSOE con Zapatero de Presidente y la mala, cuando
el PP de Aznar mandaba.
Unos
años después con el PSOE de Sánchez estamos asistiendo otra vez a
un continuo circo: “Comunican que harán
una cosa y al día siguiente anuncian la contraria”. Hace unas fechas hemos
comprobado que siguen luchando entre mantener el postureo idealista de su
tradicional “NO a la guerra”, anunciando romper el acuerdo
comercial con Arabia Saudí sobre la venta de armas y después retrocedieron
para que Navantia no perdiera la
construcción de las fragatas y ellos
los votos de los gaditanos y los ferrolanos,
como daño colateral.
Entiendo
que para ser “progresistas” hay que
comprender algunas normas elementales:
1.-
Si España tiene una industria que produce armamento pues tendrá que venderlo a otros países o cerrarla, ustedes deciden señores “progresistas”.
2.-
Si cerráramos nosotros esta industria
otros países seguirían produciendo y vendiendo… ¿Qué conseguiríamos con esa decisión?
Más
españoles parados a los que habría que ayudar y menos aportaciones para las
arcas de la Seguridad Social.
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