Colaboración de José Martínez Ramírez
Iba
cada mañana
a
regar el rosal de mi patio,
y
a oler el áurea
de
sus pétalos amarillos,
pero
todo se acaba.
También
el estío
y,
en mi cabeza cana,
ya
no cantan los grillos
entre
la yerba vana
y
seca de mi mundillo.
Sobre
las manzanas
dibujan
parecidos
las
nubes de la otoñada,
semejanzas
y anillos
de
algodón y fontanas.
Bajo
el maduro membrillo,
entre la nieve descansa,
quien
un día con el rocío
fresco
de la alborada
daba
vida a un fallecido,
mucha
luz y esperanza.
Cogí
las rosas amarillas
mustias
y granas,
y,
en el libro de mi vida
las
volví planas.
Cerrando
cada día
los
ojos, cada mañana
sueño
que me cuida
y,
a través de mi ventana,
me
llama y me mima,
las
rosas ella rescata
de
la nieve tan fría.
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