Colaboración de Paco Pérez
Capítulo IV
LA PREVENCIÓN, A VECES, PERJUDICA
Este
texto está basado en una vivencia que Juan José Castillo Mata “El Espartero” tuvo
hace muchos años en el trabajo.
Era Juan José
muy joven cuando iba a trabajar, en compañía de otros paisanos, a la cortijada conocida
como “El Castillo” y que está
próxima a la barriada de Las Infantas.
En las fincas grandes siempre había una persona
veterana que tenía la confianza de los propietarios, el manijero, cuyo cometido consistía en contratar a los trabajadores y
organizarles cada día el trabajo. En aquellas fechas esta responsabilidad era
de Pascual López “El de Abarquillas”, el padre de Miguel López “El Cantaor”, y los hechos ocurrieron antes de que este señor
decidiera emigrar a Barcelona con su
familia.
La cuadrilla iba y venía cada día en bicicleta, el
vehículo que en aquellos tiempos se puso de moda. Entre aquel grupo de personas
iba Juanillo “El Reino” y Juan José
venía observando desde hacía unos días que Juanillo,
cuando se bajaba de la bicicleta, la dejaba aparcada en la cuneta del camino y le
daba la vuelta, es decir, la ponía mirando para Villargordo.
Un día, Juan
José le comunicó a Pascual lo que venía haciendo Juanillo y después de
reflexionar los dos sobre al asunto llegaron a la conclusión de que lo hacía
porque así no se equivocaba cuando tenía que regresar al pueblo.
Al día siguiente Juan José, de acuerdo con Pascual,
se escapó en un alto del trabajo y fue hasta el aparcamiento de las bicicletas
y le dio la vuelta a la de Juanillo.
Él, cuando acabó el trabajo, hizo lo de todos los días: Se colgó la talega al
hombro, se subió en la bicicleta y comenzó a pedalear rumbo a su casa. Pedaleó
y pedaleó pero después de un buen rato se mosqueó cuando comenzó a no reconocer
los lugares por donde iba pasando y, sobre todo, cuando observó que las casas
que se divisaban en la lejanía no eran las de la entrada a nuestro pueblo pero tuvo
la suerte de encontrarse con un señor que iba montado en una burra y le
preguntó:
- Buen hombre… ¿Ese pueblo es Villargordo?
El anciano se quedó sorprendido y le dijo:
- No señor, ese pueblo es Fuerte del Rey.
Juanillo le dio las
gracias, arrodeó la bicicleta y continuó pedaleando en sentido contrario para
llegar a su casa cuando estaba anocheciendo.
Así acabó la endiablada ocurrencia del travieso Juan José.
Mi abuelo, Pérez
“El Viejo”, solía decir:
- La prevención
y el caldo de gallina nunca le
hicieron daño a las personas.
Con la historia protagonizada por Juanillo y Juan José queda probado que ese texto del refranero dejó de ser cierto, al menos esa vez, pues si Juanillo no hubiera sido tan “prevenido” los hechos relatados no le hubieran
ocurrido aquel día ni causado tanto daño.
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