Colaboración de Paco Pérez
LOS INVENTOS DE JUAN “EL CHOCOLATE”
Capítulo
XIX
Juantri ha recordado también aquella idea que tuvo Juan de cubrir la parte del local que estaba al raso, lo lógico en un cine de verano, pero como él no paraba de hacer cosas nuevas para no aburrirse pues la tita Paca, como lo conocía muy bien, lo animaba a que siguiera con sus inventos hasta que el proyecto se agotaba y entonces empezaba otro nuevo. Los proyectos que empezaba nacían del aburrimiento en que vivía y, como necesitaba estar ocupado cada día en algo que le transmitiera ilusión, pues no paraba de darle vueltas a la cabeza. Tantas cosas puso en marcha que decía con mucha frecuencia que era inventor pero la realidad es que los proyectos los diseñaba en su mente y nunca los patentaba. Algunos de sus inventos fueron curiosos.
La
realidad es que el “cine” lo ocupaba la mayor parte del día aunque
fueran sus ayudantes juveniles, como bien dice Juantri, los que
realizaran los trabajos. Él disfrutaba teniendo gente a su alrededor y dando
órdenes pero las cosas serias, las administrativas, las dejaba para la “Tita
Paca”.
Cuando
acaba el cine venía lo que más le gustaba del día, rematar la noche sentado al
fresco en la puerta de “El Tropezón” en compañía de Ana, Paco y
la “Tita Paca”… ¡Era la mejor cuchara de
Villargordo!
La
“Tita Paca”, para que sus diabetes no se le dispararan, le preparaba las
comidas adecuadas pero no sabía que antes se había tomado en el bar unas
cervezas con sus muchachos y tomado las correspondientes tapas. Muchas veces le
preguntaba a Juanito:
-
¿Tienes estofado?
Él,
como sabía que le gustaba mucho, le ponían un buen plato. Cuando lo veía llegar
con su petición, abrían los ojos como platos, se iba a la cocina y regresaba
con un buen trozo de pan para empaparlo en el caldo… ¡Qué espectáculo ofrecía
cuando regresaba con el pan en la mano, nos lo mostraba con alegría mientras
vociferaba sus ocurrencias, lo ponía encima del caldo, lo retiraba mojado y ya
comenzaba a engullir con una avidez inigualable la carne, las patatas y el pan!
Luego,
cuando llegaba a casa, se comía también la dieta especial que ella le tenía
preparada con verduras cocidas y carne o pescado a la plancha. Ella estaba
convencida de que su dieta era la que le hacía que las diabetes las tuviera muy
bien reguladas. Cuando hablábamos del azúcar él siempre decía lo mismo:
-
Yo tengo azúcar, pero es buena.
La
justificación que daba para dar ese argumento era que cuando se hacía una
herida en dos días tenía la herida curada porque su encarnadura era muy buena.
Eso le hacía no escuchar para nada su enfermedad.
Para
que continuara la temporada de cine en el otoño se inventó cubrir el local con
unas lonas plastificadas que protegieran a los espectadores del frío y de las
posibles lluvias. Instalarlas fue complicado y laborioso porque necesitó
colocar unos soportes metálicos, alambres y cuerdas que ayudaran a cubrir y
descubrir el recinto en función de la estación en que se celebrara el acto.
Una
de las cosas buenas que tenía es que era capaz de convencer al primero que
pasaba por la puerta para que en ese momento aceptara ser su ayudante. Cómo
serían de convincentes sus palabras que… ¡También consiguió que Juanito “Letras”
trabajara echándole una mano con los toldos!
Así quedó su obra maestra y, por las vestimentas de los espectadores, se puede comprobar que no era verano.
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